Ley Helms-Burton y el endurecimiento del bloqueo a Cuba
Vivir en constante bloqueo comercial resulta un hecho ya cotidiano para los ciudadanos cubanos desde la Guerra Fría del pasado siglo. Los atisbos de modificación producidos en el final del mandato de Barack Obama fueron simples espejismos para quienes ya se acostumbraron a una situación que los limita en productos tan básicos como los médicos, y que también les ha comportado dificultades para ser permitida su entrada en muchos países. Si primero fue el régimen cubano quien controló tales salidas, hace años que son pocos los lugares del mundo a donde los cubanos pueden desplazarse sin contar con un visado nada fácil de obtener.
En los últimos días la administración Trump ha dado alas a parte de las propuestas de la ley que impulsaron el senador Jesse Helms y el diputado Dan Burton, según anunció el Secretario de Estado de Estados Unidos, Mike Pompeo. Así, desde el día 2 de mayo del año en curso se aplica el título tercero de dicha ley donde, además de desconocer las nacionalizaciones efectuadas por el régimen cubano tras la Revolución, permite a ciudadanos y empresas de Estados Unidos demandar ante los tribunales estadounidenses a ciudadanos y compañías que se beneficien de las propiedades que fueron suyas antes del proceso revolucionario. Una situación que, junto a las restricciones ya establecidas por Donald Trump a la isla, afectan a terceros países con inversiones en la mayor de las Antillas.
Todo ello vuelve a recordar, aunque la distancia histórica sea mucha, a la Doctrina Monroe y, también, a la supervisión del país caribeño por parte de los Estados Unidos después de su independencia de España. Igualmente, leyes como la Torricelli-Graham, promulgada en octubre de 1992, y precedida por otros intentos no convertidos en ley, como las Enmiendas Mack y Smith, han estado destinadas al aislamiento económico y comercial de Cuba.
La cuestión cubana se ha convertido en un tema que trasciende los lineamientos políticos de demócratas y republicanos estadounidenses, para convertirse en un botín electoral situado en el estado de Florida, donde el voto cubano del exilio y la migración se ha mostrado trascendental en las últimas contiendas electorales. Por ello es fácil entender que el demócrata Bill Clinton hiciera pocos cambios respecto a la política referida a Cuba, por el contrario, en marzo de 1996 entró en vigor la Ley de la Libertad Cubana y Solidaridad Democrática, llamada también Ley Helms-Burton, con el propósito de cercenar los intercambios comerciales de la isla caribeña y reforzar su aislamiento.
Leyes y actitudes destinadas a colapsar a Cuba. A pesar de ello, algunos cambios se produjeron. Por ejemplo Bill Clinton, y antes de iniciar el nuevo siglo, quiso abrir espacios simbólicos de relación a través de un partido de béisbol entre una escuadra estadounidense y una selección cubana en suelo antillano. Por ello los Orioles de Baltimore jugaron en Cuba, una situación acompañada por ciertas medidas destinadas a disminuir los efectos del bloqueo, como la posibilidad de exportar alimentos a particulares cubanos, junto al hecho de remitir dinero a la isla por parte de sus migrantes en el gigante del norte.
La política estadounidense fue cuestionada por Barack Obama en su campaña electoral de 2007, sin embargo solo fue hasta el final de su mandato cuando se tomaron decisiones para mejorar las relaciones bilaterales. Unas medidas recibidas con alegría en la isla y reafirmadas por el presidente Obama con su visita a Cuba. Un entusiasmo suspendido por la derrota de Hilary Clinton frente a Donald Trump.
Si el colapso soviético significó una grave crisis humanitaria en la isla, y que nunca ha logrado voltearse debido al bloqueo, las políticas del régimen cubano han querido abrir caminos para la liberalización económica gracias a la permisividad de cierto trabajo por cuenta propia, la aparición de empresas mixtas, con capital privado y estatal, en definitiva la existencia de inversiones extranjeras. Igualmente se ha producido un impulso del turismo, con participación de capital extranjero y el permiso de recibir remesas desde fuera de sus fronteras para los ciudadanos cubanos. Medidas recaudatorias de divisas y que se convierten en factores fundamentales para la actual economía cubana.
Los cubanos, hoy en día, parecen estar más acostumbrados que nunca a esta situación. No es nueva para ellos, más bien es una reiteración cíclica de crisis acumuladas. La capacidad productiva de la isla, en especial de alimentos, permite ciertos niveles de sobrevivencia, sin embargo, tampoco parece que sea el ideal de muchos adultos y, sobre todo, de las nuevas generaciones que ven en televisión y por internet otras formas de vida. Mismas también conocidas por los familiares, amigos y vecinos que residen lejos de la mayor de las Antillas.
No son pocos los retos para Cuba y los cubanos, pero también son un reflejo en diferente escala, de los que tiene América Latina con gobiernos de signo muy contradictorio en distintos países pero que se acercan más a los liderazgos carismáticos que a políticas para profundizar en la democratización de las estructuras estatales y ahondar en la consecución de derechos civiles. Un reflejo más de la crisis de los clásicos modelos políticos surgidos del liberalismo y la construcción del Estado moderno.
En el caso cubano la posible apertura política, anticipada por las incipientes transformaciones económicas, se ve en la actualidad lejana debido a la acentuación del bloqueo estadounidense y, también, por el integrismo de una oposición al régimen cubano asentada en Florida poco o nada capaz de establecer diálogos fructíferos. La Fundación Nacional Cubano Americana (FNCA) y su antifidelismo representan una posición antagónica a cualquier debate político, actitud que refuerza las posiciones del gobierno de la isla. Los maximalismos no sólo imposibilitan acuerdos, sino que también conducen al estancamiento de los cambios que reclaman, aunque sea sotto voce, muchos ciudadanos cubanos.
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