Frontera sur-frontera norte, la migración como campo de batalla
Daniel Villafuerte Solís*
Las fronteras sur de México y sur de Estados Unidos están íntimamente articuladas; sin embargo, su asimetría es abismal. La de México es altamente porosa y flexible, se adapta según las circunstancias, se hace rígida hasta donde se puede porque el Estado mexicano no tiene capacidad técnica, de infraestructura y personal de vigilancia suficiente para los 1 150 kilómetros que abarca, por eso se estableció la llamada frontera vertical que funciona como embudo en el istmo de Tehuantepec, Oaxaca. En cambio, la frontera sur de Estados Unidos está resguardada por una bardas y vallas de miles de kilómetros, por la Patrulla Fronteriza, por la Guardia Nacional, apoyada por alta tecnología consistente en sensores remotos, cámaras de vigilancia, drones y vehículos.
En meses recientes en la frontera sur de Estados Unidos se vive una tensión por la presencia visible de migrantes que aguardan para cruzar la frontera, esperan el momento más oportuno para saltar las vallas. Es constante el sobrevuelo de helicópteros, muy cerca de la línea fronteriza, da la impresión de que por momentos se introducen al espacio aéreo mexicano. Los vehículos de la Patrulla Fronteriza vigilan la valla metálica que se hunde en las playas compartidas entre San Diego y Tijuana. Esta valla fue reforzada hace un par de meses para no dejar un solo hueco por donde pudieran filtrarse personas pequeñas o menores de edad. La parte alta fue cubierta por alambrada de navajas. Da la impresión de estar en presencia de un campo de concentración, inconcebible en un país que se dice paladín de la democracia y defensor de los derechos humanos.
Mientras algunos migrantes observan del otro lado de la valla, como retando a la Patrulla, esta aguarda cautelosamente, actúa como si se tratara de una invasión para tratar de evitar el mal, la peste que se acerca. La sensación que provoca el espectáculo es como si viviéramos un tiempo donde lo humano se esfuma, es la frontera de la ignominia que proyecta un mundo sin humanidad. Esta frontera cumple la función, como dice Bauman, (2005:43-44) de separar lo bueno de lo malo, “normalidad y patología, salud y enfermedad, lo deseable y lo repulsivo, lo aceptado y lo rechazado, frontera que precisa de una vigilancia y una diligencia constantes”, de esta manera Estados Unidos busca convertir a México en el “vertedero” de lo indeseable, obligándolo de facto a cumplir el papel de “Tercer país Seguro”, que prescribe el Pacto Mundial sobre Migración (https://www.iom.int/global-compact-migration) para lograr, en el marco de la meta 10.7 de la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible (la versión actualizada de los “objetivos de desarrollo del milenio”), una migración “ordenada”, “segura”, “regular” y “responsable”.
¿Cómo se traducen estos conceptos? Quien es seguro es confiable; quien es sujeto seguro es el que tiene capacidad para consumir o producir en el país de destino. Los que vienen en caravana no cumplen con los requisitos de confiabilidad o seguridad para el Estado o la sociedad estadounidense. Los que vienen en caravana no son “regulares”, son irresponsables y portadores de violencia, desafían el orden y las instituciones. Por eso no pueden entrar en el paraíso, a la atierra prometida y gozar del sueño americano.
Los migrantes que vienen en caravana sólo podrían ser admitidos por la vía del exilio. Sin embargo, las autoridades de Estados Unidos no comprenden que todos son exiliados porque han sido despojados de su ciudadanía. No pueden entrar en caravana a Estados Unidos como entraron a México, esto marca la diferencia con la frontera sur de México. El gobierno norteamericano individualiza, se otorga un número a cada miembro de la caravana que solicita su entrada a ese país en calidad de refugiado a exiliado para ser entrevistado, mientras aguarda en territorio mexicano, en el “vertedero” mientras llega el momento.
Vivir la frontera no es una experiencia agradable, es un sentimiento confuso, extraño, que oscila entre la esperanza y la frustración. La sensación de estar a miles de kilómetros de la tierra que vio nacer al migrante, con una carga de impotencia, pero al mismo tiempo con capacidad de “resiliencia”. Se trata de una forma de vivir los tiempos del neoliberalismo de última generación con fronteras y muros parara evitar la movilidad humana y la libertad para el comercio y el capital financiero.
La frontera sur de México seguirá recibiendo las presiones para cerrar y para abrir; sin embargo, difícilmente veremos una caravana robusta como la de octubre de 2018, la frontera no puede ser tan abierta a sabiendas que su función es permanecer cerrada frente a la migración irregular. Ahora el migrante tendrá que transitar la frontera una vez cumplidos los requisitos de seguridad, ser ordenada, individual y no en tropel. Aun con todo, las caravanas de 2019 siguen desafiando la norma, lo instituido por el gobierno mexicano, que sólo pueden cruzar con visa humanitaria, tramitada y otorgada en las embajadas o consulados de México en los respectivos países de origen. No obstante, la migración en masa continúa, como dice Canetti (2013) “la fuga en masa extrae su energía de su cohesión”, luego entonces de lo que se trata es de eliminar esa energía. Aquí la gramática cuenta, la caravana trata de apropiarse del discurso oficial sobre el respeto de los derechos humanos, algunas evidencias son algunos carteles con la leyenda: “gracias México por su apoyo”, a sabiendas que México no apoya violar la frontera.
La batalla por el tema migratorio dice Jalife, es entre Trump y Soros. Asegura que Soros financia, a través de sus ONG en México, las que a su vez son las que financian las migraciones desde Honduras (https://www.youtube.com/watch?v=TPMbuy-tWwQ), para golpear al gobierno de Andrés Manuel López Obrador. ¿Cómo desestabilizar al gobierno de Trump?, con los migrantes. Más allá de esta hipótesis sin sustento empírico, vivimos un fenómeno complejo, no podemos pensar que Soros destine su fortuna para financiar las caravanas que viajan a pie, que con las penurias logran avanzar penosamente, algunos consiguen llegar a la frontera norte donde les espera la maquinaria de seguridad de Estados Unidos.
El campo de batalla se extiende al terreno del lenguaje, Caitlin Dickerson (2019) señala algunos aspectos interesantes, dice, por ejemplo, que “el que es <refugiado> para una persona resulta ser un <inmigrante ilegal> para otra”. Son percepciones con cargas políticas exasperadas por la coyuntura política que vive Estados Unidos, donde todo se vale para mantener el poder. En este sentido Dickerson abunda en las contrastantes percepciones.
Algunos estadounidenses observan la frontera y ven masas hacinadas de madres y padres desesperados que huyen con sus hijos de la violencia y la miseria. Ven a solicitantes de asilo que no solo deberían recibir protección de su más próspero vecino del norte, sino también oportunidades.
Otros ven a los recién llegado como seres oportunistas y desconsiderados porque han elegido arriesgar a niños vulnerables, trayéndolos consigo en una travesía peligrosa, y a veces mortal, a fin de aprovecharse del sistema jurídico estadounidense para obtener ventajas que no se merecen (Dickerson, 2019).
México y su frontera sur se encuentran en medio de esta batalla, entre cumplir y no cumplir el espíritu del Pacto Mundial sobre Migración, en su versión de Tercer País Seguro, con la amenaza de la guillotina de la Casa Blanca de suspender la firma del T-MEC del que depende la marcha económica de México. Se halla entre la procuración de los derechos humanos para la población migrante y la contención dictada por el gobierno de Washington. México ha argumentado que no quiere más Iniciativa Mérida, que significa implementación de medidas punitivas, ha reiterado que se necesita impulsar el desarrollo, sin embargo, la gran pregunta es ¿Cómo lograr este objetivo? Se anuncia una propuesta elaborada en colaboración estrecha con la CEPAL, ya veremos si no es más de lo mismo, puede ser que existan los recursos financieros, pero en esta propuesta debe estar primero que nada la voluntad política de Estados Unidos, México y los países centroamericanos, de otra manera la historia seguirá, la migración seguirá pese a los muros, y las tragedias para la población migrante crecerá.
Referencias
Bauman, Zygmunt, 2005. Vidas desperdiciadas. Barcelona: Paidós.
Canetti, Elías, 2013. Masa y poder. Madrid: Alianza Editorial.
Dickerson, Caitlin, 2019. “El leguaje: esa otra frontera”. The New York Timesen español (11 de mayo de 2019. En: https://mail.google.com/mail/u/1/?pli=1#inbox/FMfcgxwCgftTTvTNTBRVRWMCQmMwMgbg, consultado el 13 de mayo de 2019.
OIM, 2016. Pacto Mundial sobre Migración. En: https://www.iom.int/global-compact-migration, consultado el 28 de marzo de 2019.
*Colaborador del Observatorio de las Democracias, CESMECA-UNICACH
Sin comentarios aún.