Mujeres que fracturaron el centro: elecciones por usos y costumbres en Oxchuc
El 13 de abril de 2019 los habitantes del municipio de Oxchuc, Chiapas, celebraron la jornada electoral para elegir a sus autoridades municipales, mediante el procedimiento del sistema normativo interno por usos y costumbres. Con esta actividad concluyen varios procesos que en convergencia construyeron una feliz sinergia. Por un lado, la lucha de actores políticos que lograron la derrota del cacicazgo familiar que fundaron Norberto Sántiz y María Gloria Sánchez, militantes del Partido Revolucionario Institucional (PRI), quienes concentraron el poder político en ese municipio durante más de doce años.
La lucha que estos actores protagonizaron se desplegó en distintos escenarios. Por un lado, la movilización beligerante constan
te, y por el otro el recurso jurídico en los tribunales electorales para obtener a su favor el reconocimiento de su derecho a elegir a sus autoridades mediante su propio sistema normativo interno, en ejercicio de su derecho a la libre determinación y autonomía. De esta lucha obtuvo una sentencia a su favor (TEECH/JDC/19/2017) que vinculaba al Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana (IEPC) en el estado, para que éste encausara la viabilidad de la implementación de “los usos y costumbres” como sistema electoral, sin la participación de los partidos políticos; que documentara mediante un peritaje cultural la “existencia histórica” de su sistema normativo interno; que consultara a su población mediante un proceso de consulta bajo los estándares internacionales y que, de proceder, organizara las elecciones municipales.
Cuando el IEPC asumió la responsabilidad de cumplir con la sentencia, se inicia el tercer proceso, articulado a los anteriores, que culminó de manera exitosa con la entrega de la constancia de mayoría al ayuntamiento electo. Habiendo comenzado con incertidumbre, el IEPC tuvo que enfrentar el desafío sin experiencia previa, desarrolló una metodología centrado en la consulta comunitaria, precedido por un peritaje cultural que le permitió conocer el terreno.
Inició con asambleas comunitarias informativas; luego asambleas comunitarias de consulta; asamblea plenaria de resultados; planeación de la ruta electoral; coadyuvancia en la elaboración de las reglas electorales y entrega de la constancia de mayoría. Construyendo un “modelo” que puede ser insumo para otros procesos en Chiapas, u otras partes del país.
Este conjunto de procesos ofreció el resultado de una elección histórica, abriendo la esperanza hacia la democratización y la paz. La relevancia de la elección en Oxchuc radica en que apertura una nueva opción de lucha por el poder que queda en manos de los actores políticos indígenas, contribuyendo a crear nuevas rutas hacia la pacificación en esos municipios, que en los últimos años han permanecido en una situación de conflicto permanente. La elección por usos y costumbres ofrece un cambio de reglas en la distribución del poder.
Su relevancia también estriba en los procesos de reconstitución que decantó. En primer lugar, el fortalecimiento de la Asamblea Comunitaria Única como órgano electoral, que había sido desestructurada por la intervención de una decena de siglas partidarias y actores hegemónicos con intereses vinculados a los grupos de poder externos. Abrió un horizonte hacia la reconstitución del autogobierno indígena, fragmentado por la pérdida de su autodeterminación, por motivo de la intervención de los actores gubernamentales y partidarios.
Además de los procesos de reconstitución, apertura otros dirigidos hacia la democratización de su sociedad, uno de ellos fue el significativo número de mujeres que irrumpieron en la plaza pública, como antes no había ocurrido. Las mujeres participaron de manera masiva. En la fase de las asambleas comunitarias informativas, cada una de las 120 comunidades del municipio eligieron a cuatro representaciones comunitarias, dos propietarios (as) y dos suplentes, integrados en paridad de género, sumando un total de 240 mujeres. El IEPC y las comisiones de Oxchuc encargadas de organizar la consulta pusieron particular énfasis en verificar que en que todos los procesos se cumpliesen con el principio de paridad. A esos números se sumaron dos docenas de mujeres más, que participaron como candidatas para ocupar los cargos del ayuntamiento (presidenta, síndica y regidoras), y adicionalmente, seis mujeres como parte de la “Mesa de Debates” (entre propietarias y suplentes). De las candidatas, ocho fueron electas como autoridades: dos sindicas (propietaria y suplente) y seis regidoras.
Como vemos, las cifras sobre la incorporación de las mujeres mediante el ejercicio del principio de paridad son impactantes. Ahora, para poder dimensionar el alcance de esos números, conviene aproximarnos a la paridad mediante herramientas cualitativas. Y, una manera de hacerlo, es preguntarme sobre cómo les fue a las mujeres candidatas en las elecciones de usos y costumbres y cuáles son las garantías que tienen para el ejercicio del cargo. E indagar sobre sí el régimen electoral de usos y costumbres, realmente hace la diferencia frente al régimen de partidos políticos, en materia del ejercicio de la paridad efectiva. De ello me ocuparé en las páginas siguientes.
Haciendo grietas a las paredes y techos de cristal
Los barrios y comunidades de la cabecera municipal celebraron el 01 de julio su consulta para decidir su preferencia por la opción electoral: por partidos políticos o por usos y costumbres. En esa ocasión el 59.18% se pronunció a favor del régimen de sistemas normativos de usos y costumbres. Hombres y mujeres se registraron en las mesas de ingreso, mediante sendas credenciales de elector. Con la participación de las credenciales de las mujeres se alcanzó el Quorum que se requería, pero a la hora de la elección, las manos alzadas en el centro de la plaza, eran mayoritariamente masculinas.
La monumental plaza de la cabecera municipal que tiene un cupo de más de diez mil personas, es un lugar históricamente ocupado por los hombres, ellos son los que han tenido el derecho y el privilegio a participar en las decisiones del pueblo. Las mujeres, cuando han ido, suelen ser acompañantes, y su lugar ha sido marginal, en las orillas, sobre todo como observadoras.
Pero, en la jornada electoral del 13 de abril, las mujeres fracturaron el centro, ocupando la plaza pública. En esta ocasión cada candidato(a) asistió a la contienda acuerpado con su familia y miembros de su comunidad, autoridades comunitarias y principales. Un significativo número de acompañantes eran mujeres familiares. Cada candidato(a) de los distintos cargos en juego: presidente(a) sindico(o) y regidores(a), y su comitiva, se instaló en los espacios céntricos de la plaza. En esta ocasión, varios cientos de mujeres, quizá miles, ocuparon el centro. Por primera vez en la historia de Oxchuc, las mujeres se hicieron presentes, participando en una deliberación pública. De esta manera, estas mujeres fracturaron el centro.
La fractura del centro tuvo además otras aristas: la presencia de la diversidad sexual. De las cinco mujeres candidatas a la presidencia municipal, una de ellas tenía otra preferencia sexual, que ella no esconde, no lo oculta en su vida privada, además que lo hace público con los códigos culturales que marcan la sexualidad en la cultura local. Así lo hizo manifiesto en la primera asamblea preparatoria a la elección.
El día 09 de abril, la Mesa de Debates, que fue el órgano electoral para organizar la elección, convocó a las(os) candidatos para presentarse ante la asamblea de autoridades, principales, representantes y delegados convocados para tales fines. En dicha asamblea (de aproximadamente dos mil personas) se presentaron las/los diez candidatos que disputarían la presidencia municipal, así como para los otros cargos.
El procedimiento preveía que el candidato(a) sería introducido a la asamblea por la autoridad de la comunidad que representaban. Y, posteriormente, cada uno de ellos/ellas realizarían una breve presentación sobre sí mismas(os); explicaría su trayectoria y el método por el que fueron electos(a). Esta asamblea fue una pasarela. De las candidatas a presidenta se presentaron la C. Margarita Sántiz López, y las profesoras Amalia Méndez; Adelina Sántiz Gómez; Hilaria Gómez Méndez y Verónica Polanco (seudónimo). Después de ellas, pasaron los cinco hombres candidatos, repitiendo el mismo procedimiento, hasta hacer un total de diez postulantes: cinco hombres y cinco mujeres.
Cuando la profesora Verónica Polanco, representante del Barrio Nuevo (nombre ficticio) de la cabecera municipal se presentó, los silbidos de la asamblea acompañaron su caminar. Ella traía el cabello muy corto, modificando la usanza femenina tradicional. En Oxchuc una mujer puede traer el cabello corto, pero del tamaño de una coleta; no así como el corte de cabello “de un hombre”. Ella iba vestida con pantalones, calzaba tenis y una chamarra verde, todos estos atuendos en un estilo masculino, haciendo visible su orientación sexual. Pero, además ella tenía otro marcaje. Era, entre las cinco mujeres, la única que cargaba el Cho’jakj, un morral de hilo tejido, con una franja de cuero cruzado al pecho, que únicamente usan los hombres. Allí guardan su pozol cuando van a la milpa, o la maraca ritual. De esta forma ella refrendaba su identidad sexual masculina, en los códigos culturales compartidos, que marcan la sexualidad de las personas.
Cuando la autoridad de su comunidad que la presentaba, dijo quién era ella, y mencionó que vivía sola, el silbido de repudio se acentuó. Pero, a diferencia de las otras mujeres, que se sentían intimidadas por una asamblea que se burlaba de ellas, la profesora Verónica mantuvo la mirada firme, la voz tranquila y pese a los silbidos, eso no la inmutó. En voz pausada invitó a la asamblea a respetar a las mujeres. En sus palabras, dichas en tseltal (traducción de A.F. Sántiz Gómez) entre otras cosas dijo: “Candidatos y candidatas, señores autoridades y señores de lucha. Pues estamos aquí, no es la primera vez que hablo (en micrófono), sino que (yo) estudié. Saben de qué hablo señores. No me da pena y ustedes nos hacen burla, y no debe de ser así señores, respeten.” Sobre el método de elección, de cómo fue nombrada por su comunidad, dijo: “(la gente) nos reunimos con las autoridades, pasamos al templete para elegirnos, y lo vieron la gente, señores, así me eligieron. Yo no me elegí, señores, fue la gente que me eligió. No entremos en divisiones, sólo seamos uno nada más. Vamos a dónde va la mayoría señores, allí vamos todos, no entremos a pelear y seamos todos sólo uno…”.
Las otras candidatas se mostraban incómodas frente a los silbidos y voces de rechazo cuando ellas hablaban. El repudio no era por violencia política; sino violencia en razón de género.
Pero si bien la profesora Verónica pudo sortear una asamblea de dos mil personas, las condiciones serían distintas unas semanas después, el 13 de abril, que decidiría la elección del Ayuntamiento, en una concentración de más de once mil personas, sufriendo otras violencias. Al asistir a la Asamblea Comunitaria Única, su orientación sexual fue ocultada. Para presentarse y poder subir al pódium en donde se concentraban las y los candidatos para buscar el voto, tuvo que modificar su ropa, y vestirse con el huipil rojo. A la vista, ella era igual que todas las otras candidatas, pero mantuvo su Cho’jakj, su pantalón y sus tenis. Su cabello corto a ras del cuello marcaba la diferencia.
Desde temprano hasta el mediodía, el 13 de abril, cada candidato(a) llegó en comitiva apoyado por su barrio, que era quien lo había elegido días atrás, de una terna, en una elección comunitaria. Cada candidato(a) arribó a la plaza central acompañados por los principales, por la autoridad auxiliar (los agentes y/o comités de educación) de su barrio/comunidad, quien portaba su “bastón de mando” como símbolo de autoridad. Cada candidato(a) se hizo acompañar por su familia, y caminaban al frente del grupo, flanqueado por su esposa(o). La profesora Verónica también llegó acuerpada por las autoridades y miembros de su comunidad, pero no llevaba esposo, ni pareja femenina.
Poco a poco las comitivas que incluyeron hermanas y otros familiares del sexo femenino, fueron llenando la plaza. Los huipiles rojos típicos de la mujer oxchuquera, tiñieron la plaza. Esta masiva presencia femenina entró, penetró, rompió paredes de cristal no visibles. Antes, ellas no habían penetrado ese lugar, no habían estado allí. Pero ahora se instalaron en el centro de la plaza, como un acto político nunca antes visto. Su presencia fracturó la hegemonía masculina de ese espacio. Antes, las mujeres no fueron protagonistas, sino observadoras, colocadas en la periferia. La política y las decisiones habían sido, históricamente, privilegio de los hombres.
La contienda electoral del día 13 de abril inició a las 12:00 horas. Las reglas electorales eran muy claras: todas las candidatas(os) subirían a un pódium, siendo llamados uno por uno. El procedimiento era mencionar el nombre del candidato(a), quien debía de dar un paso hacia adelante, colocándose frente a una asamblea de más de once mil personas. La “Mesa de debates” que conduciría la elección, invitaba a la asamblea que se manifestara levantando la mano como procedimiento de voto y adhesión al contendiente. La votación se repetiría tres veces, para refrendar la preferencia.
La jornada electoral comenzó con el bloque de las candidatas mujeres, que fueron llamadas una a una. Los votos a su favor fueron escasos, recibieron más silbidos que manos levantadas. Una a una fue acumulando el rechazo de la mayoría frente a la posibilidad que una presidenta gobernara el municipio. Cuando una mujer era presentada, un grito unánime emergía de la plaza con un: “Noooooooo…..fuera, fuera…”. Una voz femenina salió del centro de la plaza con un “… noooo, ¡es mujer!!!”. De la misma manera las mujeres que habían fracturado el centro, no votaron a favor de sus pares de género. Y, cuando le tocó el turno a la profesora Verónica, además recibió abucheos y risas. Algunas de esas burlas eran por los escasos votos recibidos, pagando el costo de ser una mujer transgresora. Y hubo voces que en el anonimato le gritaron: “es zapatista!!!”; lo que significaba una doble transgresión.
Habiendo pasado las candidatas mujeres, siguió el turno de los hombres. El ganador fue el profesor Alfredo Sántiz Gómez. Desde que su nombre se pronunció, de manera contundente fueron miles las manos, bastones y voces que se alzaron a su favor; aunque el segundo lugar peleó cerca de él. Después de la votación a favor de los hombres, fue visible que incluso aquellos que recibieron pocos votos, superaron con mucho el número de manos que se alzaron a favor de las mujeres.
Cuando el Barrio Nuevo postuló a Verónica, con una opción sexual diferente, estaba desafiando sus propios límites. Una mujer valiente como ella, son las que se atreven a empujar las paredes y los techos de cristal de un sistema de dominación que oprime a la mujer. Las mujeres que participaron en el proceso electoral desafiaron al sistema consuetudinario electoral de Oxchuc, y fueron más allá cuando la comunidad decidió que una mujer con otra preferencia sexual los representara. Esta comunidad ya ha dado un paso adelante en la democratización de la vida social interna, al reconocer y aceptar la diversidad sexual de sus miembros. Al proponer a la profesora Verónica Polanco, lo que le preocupaba a la comunidad, era cumplir con la responsabilidad comunitaria de llevar a un candidato de género femenino, que le fue asignado postular, sin que su opción sexual hubiera sido un obstáculo.
El 22 de abril cuando el nuevo Ayuntamiento en pleno recibió su constancia de mayoría, en la sede del Instituto de Elecciones y Participación Ciudadana (IEPC), las ocho mujeres (síndicas y regidoras) que integraron el nuevo ayuntamiento, todas ellas ya cargaban su Cho’jakj, el morral distintivo de la masculinidad. Un día después, el 23 de abril, cuando tomaron posesión todos los 15 miembros (8 mujeres y 7 hombres), cada uno recibió sendos bastones de mando. Con estos actos rituales, el poder masculinizado les fue transferido a las mujeres.
¿De síndicas por nombramiento, a síndicas en ejercicio del cargo? Desafíos de la mujer en Oxchuc
La asamblea del 13 de abril eligió a todos los miembros del Ayuntamiento mediante el procedimiento de mano alzada. De su integración, ocho son mujeres y siete hombres: dos síndicas (propietaria y suplente) y seis regidoras. Dado el ambiente hostil de la elección en contra de ellas, antes descrito: ¿Las mujeres electas van a ejercer el cargo o existe una amenaza de usurpación de funciones?
Todo indica que la paridad e igualdad sustantiva es un tema pendiente en la agenda de las transformaciones democráticas y democratizadoras en Oxchuc. Habiendo avanzado en cuanto a la innovación política en el ejercicio autonómico de la renovación de su ayuntamiento; sin embargo, los derechos políticos de la mujer quedan como un asunto a profundizar. Y, no se trata de haber hecho lo correcto con los números al haber cumplido con el principio de paridad que establecían sus lineamientos electorales, sino reflexionar sobre la sostenibilidad de esas mujeres en esos cargos de autoridad, en un contexto de violencias múltiples en contra de las mujeres, documentado en varias de las asambleas y actos públicos en los que ellas estuvieron presentes. Por ello, salta la duda sobre si las casi 300 mujeres que fueron electas para distintos cargos que “cumplieron con la paridad”, no son solamente números, reproduciendo la práctica de la simulación que han establecido los partidos políticos en el estado.
Preocupa particularmente el caso de las síndicas, la C. Rufina Gómez López (propietaria) y su suplente, la C. Carmelina Gómez López (No son familiares entre sí, sino que comparten los apellidos de un número limitado de linajes que organizan el territorio ancestral del municipio). El hecho que estas mujeres no sean profesionistas sino «C», es decir “Ciudadanas”, les implica desafíos mayúsculos. Carecen de trayectoria política y antes no han ocupado ningún cargo en la comunidad, ni en el municipio.
El cargo de síndica(o) requiere un perfil profesional con competencias jurídicas y administrativas. De acuerdo con la ley, ella(s) deberá de encargarse de vigilar y defender los intereses municipales, asumirse como la “abogada del municipio” en cuanto lo representará jurídicamente. La Ley Orgánica Municipal establece que el Síndico(a) se encargará de vigilar los asuntos de la hacienda pública municipal; y se encargará de presentar al Congreso del Estado las cuentas de la Tesorería Municipal. Además, debe revisar y aprobar los cortes de caja efectuados por la tesorería; sancionar los estados financieros y vigilar que oportunamente se presenten las cuentas de la Tesorería Municipal al Congreso del Estado.
Me pregunto, en caso que ella(s) no se ocuparan de tales asuntos, sino que fueran interpósitas personas quienes se encarguen de estas funciones ¿Permitirán las diputadas, y en lo general el Congreso del estado, y las instituciones responsables, una simulación más, de usurpación de funciones de los cargos de autoridad municipal, desplazando a las mujeres electas? Y, en caso que esto fuera positivo. En la administración actual de Rutilio Escandón ¿Estamos otra vez frente a instituciones omisas, permisivas y cómplices de la simulación de la paridad en Chiapas?, poniendo incluso en riesgo a las mujeres síndicas, como antes ya ha sucedido.
Ante estos escenarios ¿Cuáles son los alcances del cambio, en materia de equidad e igualdad de género en Oxchuc, y que se esperaría para esas casi 300 mujeres que participaron ocupando los espacios paritarios?
Las respuestas no son fáciles. Los obstáculos de la mujer en Oxchuc para lograr la igualdad sustantiva rebasa el ámbito de lo político o de esta elección. Lo observado en las asambleas y, en lo general lo documentado en el proceso de la consulta, en particular en las formas, muchas de ellas simuladas, de cómo se integraron “las parejas” de delegados por comunidad, durante el proceso de consulta (que debían integrarse de manera paritaria), me permite generalizar que, en la mayoría de los casos, las mujeres “en paridad”, fueron, la mayoría de ellas, esposas o parientes de los hombres electos. Primero elegían al hombre, que era el que gozaba de los derechos y prerrogativas para ser electo, y su esposa era la “pareja en paridad”. Esta es una práctica recurrente también en las elecciones por partidos políticos.
Lo acontecido no se limita a los alcances de la intervención de un grupo político que se encargó de modificar el régimen electoral en el municipio, sino que el tamaño del desafío que el tema de género representa, tiene que ver con su sociedad toda, con su estructura y organización social. La relación asimétrica de poder entre los géneros es una cuestión de estructura y no de un proceso electoral. Cada silbido en contra de las candidatas en la Asamblea Comunitaria Única, lo hicieron sus habitantes. Aquellas personas que así se pronunciaron fueron hombres y mujeres que encarnan cultura, que trasmiten valores, juicios, prejuicios, estereotipos; y en lo general principios androcéntricos.
Como suele ocurrir en otros municipios que eligen por partidos políticos, los números de los resultados finales de la elección de la integración de un “ayuntamiento paritario” no modifica el lugar social asignado a las mujeres. Hacerlo, no es cosa sencilla, y tampoco es una cuestión de voluntades individuales. La desigualdad y la estructura patriarcal están encarnadas y enraizadas en la cultura. La desigualdad de género es el soporte de la vida social en Oxchuc (Mariel S. Cameras Myers, 2013, Las siete alianzas. Género y poder en las prácticas de justicia en Oxchuc, Chiapas. Tesis. Maestría en Ciencias Sociales y Humanidades, CESMECA, UNICAH, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas).
El soporte de la desigualdad está enraizado en las relaciones asimétricas entre los géneros, en particular en el acceso a la herencia de la tierra. Esta es la estructura estructurada estructurante (P. Bourdieu) que sostiene el patriarcado en Oxchuc y está relacionado con el poder y la representación política. El sistema de dominación de género se sostiene sobre los privilegios de los hombres. Son los únicos que tienen derecho a poseer tierras y a heredarlas, a través de los linajes (Irma Gómez Sántiz, 2011, La organización territorial por linajes en Oxchuc, Chiapas. Tesis Maestra en Ciencias en Recursos Naturales y Desarrollo Rural, ECOSUR, San Cristóbal de Las Casas, Chiapas).
La estructura agraria se refuerza mediante creencias sobre un ancestro común, concepción del mundo y valores. Estos componentes (entre otros) tejen un sistema normativo que regula la vida social, política y electoral, y determina quienes pueden ser elegibles. De tal forma que más allá de la exigencia del IEPC sobre la obligación de Oxchuc que debía de cumplir con el principio de paridad en la integración de sus candidaturas; en realidad el sistema consuetudinario electoral que emana de su estructura, no lo permite: el sistema impide que las mujeres sean autoridades. Ellas no son elegibles, porque no tienen tierras, no son cooperantes y carecen de derechos de ciudadanía en sus comunidades.
Ciertamente el derecho electoral consuetudinario en Oxchuc realizó cambios relevantes en el proceso electoral que concluyó el 23 de abril, cuando el nuevo ayuntamiento entró en funciones; pero las normas que regulan el derecho electoral consuetudinario en materia de género permaneció intacto.
Al valorar el esfuerzo de los actores políticos de Oxchuc, hombres y mujeres, de cumplir el principio de paridad, lo hicieron no porque estaban defendiendo los derechos de las mujeres, sino porque se estaban esforzando en cumplir con todos los requisitos que el IEPC había establecido para dar un estricto cumplimiento a la vigencia de los derechos humanos en un régimen de usos y costumbres. Así lo entendieron también las mujeres de Oxchuc. Por eso, las mujeres candidatas presidentas sabían que estaban allí para perder, para cumplir con los números, y no tenían aspiraciones electorales. Estaban allí para defender a su pueblo, y para ello hicieron alianzas con los hombres.
Podemos concluir en que las transformaciones políticas que vivió Oxchuc en los últimos seis meses (octubre-abril) no alcanzaron a modificar la estructura estructurada estructurante del poder, que sitúa a las mujeres. El cambio de régimen electoral en Oxchuc tenía otros propósitos: crear nuevas bases para renegociar el poder entre los hombres, estableciendo nuevos acuerdos; pero todos ellos enmarcados en un pacto patriarcal que mantiene vigente la estructura de la tenencia de la tierra, y los sistemas de herencia y parentesco asociados, y con ello sus privilegios de género.
Sin embargo, la masiva presencia de las mujeres en distintos espacios durante los más de seis meses que tardó el proceso electoral en Oxchuc, y la exposición de estas mujeres al terreno de lo público; su presencia inédita al fracturar el centro de la Asamblea Comunitaria Única, tendrá seguramente consecuencias. Quizá pueda contribuir a mover las coordenadas de la opresión de género, y abrir pequeñas grietas que puedan desmontar la estructura que subordina a las mujeres.
Pero, para que así sea es necesario dar pasos ahora. El reto en esta coyuntura es evitar que el pacto patriarcal de los hombres que ahora tienen el poder, opere para apartar a las mujeres autoridades electas, usurpando sus espacios. Para evitar que así sea, se requiere del compromiso de los actores más progresistas de la lucha autonómica de Oxchuc. De la misma manera que mucho podrán contribuir (y es su obligación hacerlo) las instituciones del Estado, quienes no deben permitir otra simulación más, y que nuevamente las mujeres, en este caso de Oxchuc, sean desplazadas del ejercicio del cargo.
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