Diez cabezas, veinte manos

Casa de citas/ 425

Diez cabezas, veinte manos

Héctor Cortés Mandujano

 

Creo que en un libro de Huberto Batis leí una larga entrevista con Henry Miller (su Trópico de cáncer fue para mí un deslumbramiento) en donde decía que, para él, su mejor libro era El coloso de Marusi. Mi ejemplar (Seix Barral, 1957) lo conseguí en una feria de libros usados.

Como en los otros, en El coloso… Miller habla de muchos temas, aunque el hilo narrativo de éste sea su viaje a Grecia; como en los otros, se aprende mucho leyendo a este neoyorquino genial.

En la página 93 hay tres asertos encomiables: 1). “La derrota del vecino no da la paz, como la curación del cáncer no trae la salud”; 2). “Sin alegría no hay vida, aunque se tengan doce automóviles, seis mayordomos, un castillo, una capilla privada y un refugio a prueba de bombas”, y 3). “Las cosas a las que nos aferramos aunque sea la esperanza o la fe, pueden ser también el mal que nos llevará. El renunciamiento ha de ser absoluto: la más insignificante migaja a la que intentemos asirnos puede ser el germen que nos devorará”.

Dice en la página 98: “El enemigo del hombre no son los microbios; es el hombre mismo, el orgullo, los prejuicios, la estupidez, la arrogancia”.

A veces transcribe diálogos como éste (p. 152): “¿Quién era entonces un gran escritor americano?, me preguntaron. Respondí: Walt Whitman. Es el único que hemos tenido”.

Hay juicios constantes sobre la naturaleza humana (p. 153): “El hombre más feliz de la Tierra es el que menos necesita”.

Miller dice varias veces en el libro que es pobre económicamente y dice también (p. 230): “El futuro no me da miedo. En los sombríos tiempos que se acercan, el dinero será menos que nunca una garantía contra el mal y el sufrimiento”.

Esta es la razón de su libro (p. 267): “Publico este testimonio sobre mi viaje no como una contribución al conocimiento humano, ya que éste es pequeño y de poca importancia, sino como una contribución a la experiencia humana”.

 

***

 

El pájaro chacora se deleita hasta el punto de olvidarse de sí mismo,

cuando la luna brilla en el cielo;

así también se deleitaba Sita, fijando sus ojos en el rostro de Rama

 

Ramakatha. La historia de Rama 2 (Publicaciones Sai Ram, 1992), de Bhagavan Sri Sathya Sai Baba, continúa la vida de Rama, que en su encarnación humana (en realidad es un dios) es hijo del emperador Desarata, tiene tres hermanos (Lakshmana, Bharata y Satrugna) y está casado con Sita, quien es también una divinidad que ha bajado a la tierra para ayudar a su esposo.

Esta segunda parte (en algún momento hablé de la primera) se refiere al exilio que por 14 años debe hacer Rama, quien camina con su mujer y con Lakshmana, uno de sus hermanos, mientras otro, Bharta, ocupa el trono al que volverá después del periplo que fue ordenado por su padre.

Su peregrinaje busca remediar los males de todos a quienes se encuentre y derrotar al mal, encarnado por Ravana, un monstruo de diez cabezas y veinte manos, quien secuestra a Sita. Las aventuras que se cuentan en este libro sagrado son fantásticas: los monos brincan el mar, los ejércitos suman millones y millones, los cercanos a Rama pueden transformarse en cosas gigantes o minúsculas, las flechas de Rama salen y vuelven a su carcaj, mágicamente…

Dice un sabio al padre de Rama (p. 24): “…la felicidad y la pena, la cercanía y la lejanía vienen una detrás de la otra de forma inevitable. Solamente los tontos se dejan llevar por la alegría cuando llega la felicidad y se sienten desanimados y tristes cuando la miseria los aqueja”.

Hay una alusión constante a los animales, cuando se habla de los humanos (p. 32): “Bharata se desplomó llorando desgarradoramente como la elefanta al rugido del león”; (p. 67): “La humanidad no es sino un conglomerado de cuervos; gritan y graznan sin ninguna razón. Los hombres son tratan de indagar la verdad; en su ignorancia, parlotean a su antojo”

Es curioso como este libro se refiere a lo femenino (p. 86): “Sita habló acerca del hecho de que todo ser y toda criatura tienen inherente el principio femenino en su constitución y que aun cuando existen papeles masculinos y femeninos al actuar en el escenario del mundo, todos son básicamente femeninos cuando se consideran su fuerza, sus emociones y actitudes”.

Otra constante es que dentro de los monstruos, al ser destruidos, hay seres angélicos. Un ejemplo es (p. 88) “la pavorosa ogra Virada”, que al ser herida por Rama “se transformó en una enorme fiera semejante a la encarnación de la muerte y la destrucción”; cuando le parte en dos la cabeza con una de sus inagotables flechas “emergió del cadáver una brillante figura celestial”. Entender eso es parte de la sabiduría de quienes se acercan a Rama. Le cuenta Sugriva (p. 145): “Hasta hoy había considerado a Vali como mi mayor enemigo y temblaba de miedo ante él; ahora me doy cuenta de que él ha sido mi mayor benefactor”.

Rama vino al mundo para cumplir una profecía (p. 140): “El Señor de todos los mundos, el supremo soberano del universo, aquel conocido por muchos nombres, nacerá como Rama, el hijo de Dasarata, el emperador de la dinastía Raghu; […] y también se comportará como un mortal común”.

Después de su exilio y después de matar a Ravana, en una lucha que dura 18 días, Rama es coronado como emperador. Todos los seres se vuelven buenos; no existe maldad, ni enemigos ni muerte porque (p. 281) “el mundo entero, con sus siete islas, limitado por los océanos, estaba bajo la sombra del gobierno de Rama”.

Aunque hay muchos símiles sobre las cobras, comparto tres (p. 234): “Ravana se lamentaba inconsolable, semejaba a una cobra sin capucha”; (p. 243): “Hanumán se levantó súbitamente, como una cobra cuya cola ha sido pisada”; (p. 288): “Como una cobra que ha perdido la gema de su cresta, ella sufría en su interior”.

Para la religión cristiana son siete los pecados capitales; para los habitantes de la India, según Sai Baba, son seis (p. 276): “Lujuria, ira, codicia, deseo, orgullo y odio”.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

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