¿Y el árbol de sicqueté?
Fue en la visita que, de manera frecuente, solía realizar al panteón la familia de Luz, que ella se percató que había algo diferente en el ambiente. No solo era el inicio de la primavera, ni el intenso calor que ya se percibía, ni las flores de árboles de matilisguate que decoraban los caminos. Había algo más y pronto lo descubriría.
Mientras limpiaban la capilla y colocaban flores frescas salió hojarasca de árboles aledaños, Luz la levantó y se dirigió a depositarla al bote de basura. A su paso no encontró las hojas con espinas que solían recibirla y que algunas veces le rasgaron la piel o la ropa, volteó de inmediato pensando que como era costumbre habían cortado algunas ramas del arbolito de sicqueté. Su sorpresa fue grande, la jardinera estaba vacía. Lo habían quitado por completo.
Se quedó observando la jardinera, no daba crédito al vacío que había. Recordó el árbol que vio crecer, sus espinitas en las orillas de las hojas y al que después en la temporada de Semana Santa reconoció como uno de sus favoritos por las flores de sicqueté, con las que se hacen los collares. Una costumbre zoque que aún se realiza en esas fechas.
No pudo evitar tener un dejo de nostalgia, se sintió muy agradecida con el árbol porque el año anterior tuvo la fortuna de recolectar algunas flores y hacer un collar con ellas. Una ensarta de flores, a la usanza zoque.
Regresó con su familia. Continuó colaborando con las labores de limpieza. El calor comenzaba a ser sofocante, las flores de tono rosa claro del árbol de matilisguate lucían en su esplendor dando una sombra agradable. El cielo mostraba sus tonos azules y leves nubecitas blancas. Mientras tanto en la mente de Luz seguía resonando ¿y el árbol de sicqueté? Al tiempo que recordaba cada una de sus flores y el dulce aroma que desprenden.
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