México; ¿Adiós a PRI-landia?

Se llamaba Francisco Plutarco Elías Campuzano, el apellido Calles se lo añadiría después; fue barman, comerciante y maestro de escuela. Partidario de Madero, Calles pronto simpatizó con Venustiano Carranza; fue gobernador de su estado, Sonora y con Carranza presidente, fue Secretario de Comercio, Industria y Trabajo.

Calles fue el creador en 1929 de lo que hoy es el Partido Revolucionario Institucional (PRI), partido político que se mantuvo en el poder ininterrumpidamente durante 71 años; es decir de 1929 al 2000 y que durante este mes de marzo cumple 90 años de vida.

Esa institución política mexicana primero se llamó Partido Nacional Revolucionario, luego Partido de la Revolución Mexicana y desde 1946 se llama PRI.

La idea a largo plazo de Calles era crear un espacio político para que todos los líderes vivos -a ese momento- de las diversas etapas de la Revolución Mexicana pudieran participar en política, respetaran las reglas y en caso de rebelión, sintieran todo el peso del estado mexicano encima. A corto plazo, Calles buscaba detener la crisis política provocada por el asesinato de Álvaro Obregón, apenas un año antes. Daniel Cosío Villegas dijo que con el PRI la “familia revolucionaria” aseguraba un mecanismo que resolviera de manera pacífica la transmisión del poder.

Puede resumirse que el PRI nació para mantener el poder, monopolizarlo y al mismo tiempo; controlar a sus miembros, premiarlos o castigarlos y que, para ello se apropió de la Revolución Mexicana, de sus héroes y de sus símbolos.

Esa apropiación de la revolución nacional derivo en largo tiempo en el poder del PRI y en el control absoluto de la vida política nacional. Nada escapaba del control estatal a través del PRI o el control del PRI a través del estado mexicano; sindicatos, organizaciones sociales, prensa y etcétera.

De acuerdo con los ideales de la revolución mexicana, con Lázaro Cárdenas -siendo un partido todavía joven- el PRI vio el total esplendor político y respondió a varios de los ideales de la Revolución Mexicana; hubo respeto de la soberanía, se impulsó el reparto agrario y se logró la expropiación petrolera; pero después el PRI vivió de idealizar a los revolucionarios mexicanos y de exaltar a Lázaro Cárdenas, se acabaron sus héroes.

Con todo, hubo un PRI histórico, el que inició con Calles y continuó hasta la presidencia de José López Portillo; con Miguel de la Madrid arribó a esa institución política el neopriismo; el de la tecnocracia y se terminó el PRI histórico.

El PRI logró la paz social mexicana, pero no detuvo las desigualdades nacionales a pesar de que los distintos presidentes nacionales intentaron adecuarse a los tiempos globales.

El PRI creó instituciones sociales, pero generó prácticas políticas que pueden resumirse en dos frases históricas que lo definen: “Un político pobre, es un pobre político” de Carlos Hank González y el México es “la dictadura perfecta” de Mario Vargas Llosa; el Nobel peruano precisó que esa dictadura mexicana “no es de un hombre, pero sí de un partido. Y de un partido que es inamovible”.

 

¿Qué fue lo que ocasiona la debacle del PRI?

Primero la falta de autocrítica, pero lo que lo posibilitó dicha debacle fue el deseo de cambio de los mexicanos, combinado por el hartazgo de sus prácticas más nocivas; la corrupción y la impunidad de la clase política mexicana.

Al nacer para conservar el poder, el PRI era un partido profundamente antidemocrático, porque también era el partido único. Las imposiciones lo desgastaron poco a poco y al crecer la oferta política, la posibilidad de ganar elecciones abanderados por otros partidos políticos crecía con los años.

Con todo, su debacle inevitable comienza en 1987 con Cuauhtémoc Cárdenas a la cabeza de un grupo político que demostró que el corporativismo político mexicano se agotaba. Nacía también la sociedad civil mexicana apenas dos años antes con el sismo de 1985.

Antes de 1987, desde las élites; los cuestionamientos a la cohesión del PRI iniciaron con la nacionalización de la banca de José López Portillo. Esa decisión para fortalecer al estado mexicano en un contexto del nacimiento mundial del neoliberalismo enfureció a los empresarios mexicanos y engrosó las filas del rival priista histórico; el PAN. Ello explica que los candidatos panistas a puestos populares generalmente tienen un antecedente empresarial.

De hecho, un empresario, Vicente Fox; fue presidente de México interrumpiendo el ciclo príista en la silla presidencial en el año 2000. Doce años después, el PRI recupera la presidencia nacional, pero la pierde en el 2018. Esa derrota ante el PAN y Fox, a pesar de que puso ser el fin del PRI y en cambio Fox decidió pactar; demostró que el PRI ya no era invencible ni su aparato político-electoral perfecto.

Tan no era invencible ni su maquinaria estaba lista para otro reto, que en el 2018, su candidato presidencial fue calificado como externo; pero en realidad José Antonio Meade era miembro de la élite tecnócrata que desplazó al PRI histórico.

Hoy en México cada vez menos gente cree en este instituto político. Pero el PRI todavía conserva gubernaturas, diputados y senadores. Las elecciones intermedias del 2021 serán su tumba o resurrección. Sin embargo; para los priistas, afortunada o desafortunadamente muchos de los políticos actuales iniciaron su carrera en el PRI, por ello conservan los ritos y los estilos priistas.

Esto hace que sobrevivan inercias, prácticas políticas desleales y, sobre todo también sobrevive el presidencialismo; es decir el poder político concentrado en una sola persona; el presidente de la república.

Ya no hay PRI ligado a la presidencia mexicana. Pero sí hay expriistas ligados a la presidencia. ¿Hay diferencia en ello? La habrá si se erradican las prácticas de corrupción que heredó a la política mexicana el PRI.

Hoy el depositario del presidencialismo mexicano es Andrés Manuel López Obrador. El presidente quiere utilizar el presidencialismo para terminar el pasado mexicano lleno de corrupción e impunidad.

Ya una vez, como apuntamos; en el 2000 el PRI vivió -vía el presidente- sin una relación estrecha con el estado mexicano y sobrevivió. Pero nunca había tenido una derrota electoral tan aplastante como la que experimentó con López Obrador. En este 2018, el PRI se convirtió en un “partido chico”.

Al México del futuro le convendría un mañana sin el PRI; por lo menos sin lo que representa el PRI; la “cargada” la riqueza de sus políticos, la corrupción y la impunidad sistémica.

A sus recién cumplidos 90 años de vida, el PRI busca reconstruirse; pero es un partido al borde de la desaparición; sus cuadros más jóvenes chocan contra los más viejos. El PRI otorgó, pero también quitó; premiaba, pero también reprimía, creó instituciones, pero también atentó contra ellas permitiendo su secuestro por intereses políticos.

Irónicamente, un expriista tiene la oportunidad de darle la última estocada como en su momento la tuvo Vicente Fox. A diferencia del panista, Andrés Manuel López Obrador es un político de disrupción; un político que sacude todo.

Presidente rupturista, AMLO  sabe que para su proyecto político la sobrevivencia es básica. También que la popularidad no es nada -o se pierde- si el ejercicio de gobierno no otorga resultados lo más pronto posible. Destruir al PRI y no hacer crecer a la oposición es el camino que la coyuntura política nacional le impone a López Obrador.

El problema es que en ese camino, de nueva cuenta parece el “hombre fuerte” y el presidencialismo mexicano absoluto. Esas dos características de nuestro sistema político posibilitaron la paz social y la aparición del PRI, ahora MORENA y su crecimiento descansa precisamente en solo una figura; la de López Obrador.

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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