Los primeros 100 días: entre lo inédito y lo extraordinario
Según el diccionario de la RAE, lo inédito es aquello que no ha sido editado ni escrito. Algo que nunca ha sucedido previamente.
El pasado 1 de julio -se ha analizado hasta el cansancio- , la sociedad mexicana vivió una jornada inédita de la que a su vez derivaron una infinidad de acontecimientos también inéditos: un presidente de México emanado de la izquierda partidista, mayoría en los órganos legislativos nacionales, mayoría en buena parte de los congresos locales y cinco gubernaturas. Todo el aparato gubernamental a las órdenes de AMLO. La ciudadanía otorgó a Morena una cuota de poder enorme, desconocida. Justamente inédita.
Han pasado cien días y continuamos viviendo escenarios inéditos.
Mas conferencias de prensa en tres meses que en todo el siglo pasado; un primer mandatario que viaja en avión comercial y sin dispositivo de seguridad; una ex casa presidencial mutando a casa de la cultura; un país en el que lo de hoy -y de los próximos seis años- serán “los Jettas blancos”, las “s” que se convierten en “jotas” y el baseball.
Todo esto puede no gustar, pero es innegable que en algún sentido estas acciones refrescan. Son oxígeno puro para mantener el romance entre el nuevo gobierno y sus votantes. No por nada la aprobación popular alcanza niveles igualmente nunca vistos en el pasado.
Los seres humanos inventamos el tiempo para organizarnos. Medimos las horas, los días, las semanas y los meses y tarde que temprano la sorpresa ante lo inédito irá menguando y vendrá el auténtico desafío de la 4T: pasar de lo inédito a lo extraordinario. Hacer posibles cambios no vistos en el pasado y lograr lo extraordinario. El sendero es largo y complicado. El tiempo se hará corto. Urge aterrizar la forma en fondo, no dejar de aprender -aprender rápido-, y remediar los desaciertos:
Sin duda había que recortar burocracia innecesaria pero hay que calcular los miles que no solo quedarán sin empleo sino además resentidos.
Igual había que reordenar las estancias infantiles pero al tiempo habría que considerar que no en todas las familias hay abuelas o abuelos para cuidar a los nietos y que muchas estancias eran también fuente de empleo para madres solas.
Que el presidente no viaje en avión oficial ni en vehículos blindados es desde luego emotivo, pero habría que sopesar el riesgo -real- de un atentado que provocaría una crisis también de alcances inéditos y trágicamente extraordinarios.
Disminuir altos salarios y privilegios a la alta burocracia suena bien, pero urge una estrategia para controlar el daño que causan renuncias masivas como la de Nafin de la semana pasada, donde casi 150 directores generales y adjuntos decidieron bajarse del barco por no “salirles las cuentas” con los nuevos salarios.
Urge renovar numerosas instancias de gobierno, pero hay que evitar la pena ajena de que los candidatos propuestos se defiendan solo con la militancia partidista y evidencien carencias técnicas mínimas para tan altas tareas.
Recuerdo cuando, hace algunos años, los medios enfatizaban un dato: “el gobernador entrante es el más joven en la historia del estado”, machacaban. Y si. Así fue. Era un hecho inédito. Lástima que por sus acciones sepamos que lo inédito no fue sinónimo de extraordinario.
Esta vez merecemos algo distinto. Algo no solo inédito sino también extraordinario.
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