¿Fin del neoliberalismo en México? La realidad contra la ideología

En su conferencia “mañanera” el presidente Andrés Manuel López Obrador anunció la cancelación de la etapa neoliberal mexicana. Dijo que “es el momento de expresar que para nosotros ya se terminó con esa pesadilla que fue la política neoliberal, declaramos formalmente desde Palacio Nacional el fin de la política neoliberal, aparejada esa política o modelo neoliberal con su política económica, de pillaje, antipopular y entreguista”. Remató diciendo que “quedan abolidas las dos cosas: el modelo neoliberal y su política económica de pillaje, antipopular y entreguista”.

En lo personal, no comparo a Andrés López Obrador con Nicolás Maduro, con Hugo Chávez Frías o cualquier otro dictador latinoamericano. Esas comparaciones las considero una soberana pérdida de tiempo. Su historia política -y su futuro- lo asemeja a la historia también política del francés Francois Mitterrand.

Inevitable recordar los paralelismos -claro que guardando las distancias- que unen a López Obrador con Francois Mitterrand, el expresidente de Francia. Los dos fueron varias veces candidatos presidenciales, López Obrador tres veces y Mitterrand cuatro, los dos llegaron a la presidencia luego de que la población se decepcionara de la derecha y volteara a ver a la izquierda.

Mitterrand, comenzó su carrera política como militante de la extrema derecha francesa y López Obrador como miembro del PRI, pero los dos terminaron aglutinando a su alrededor a la izquierda política. En consecuencia, a Mitterrand el “peuple de gauche” (pueblo de izquierda) le confió la presidencia francesa; mientras que López Obrador dice que al pueblo le debe la victoria y que el pueblo es “sabio y bueno”.

Los dos, palabras más palabras menos; juraron cambiarles la vida a sus compatriotas. Los dos se declararon enemigos del neoliberalismo. Pero Mitterrand sucumbió ante ese modelo económico en plena presidencia y López Obrador casi decretó su cancelación en México.

¿Llegó la hora de la muerte del neoliberalismo? ¿México será la tumba de esa etapa económica mundial y AMLO su sepulturero? ¿Sucumbirá AMLO ante “el mercado” como lo hizo Mitterrand? ¿Qué sigue; la muerte o tal vez la resurrección del neoliberalismo?

 

De entrada, habría que definir el neoliberalismo o lo que posibilita su aparición. Este concepto se basa en dos premisas primordiales: primero la competencia lograda a través de la desregulación y la apertura de los mercados internos a la competencia extranjera. Lo segundo es adelgazar al estado a través de la privatización para incentivar la productividad. Siempre se habla de neoliberalismo cuando viene a la mente cualquier proceso de desregulación, liberalización, privatización o austeridad fiscal.

Habría que decir también que anunciar el fin del neoliberalismo en México no es una ocurrencia de AMLO. De manera increíble, el Fondo Monetario Internacional (FMI) comienza a cuestionar esta ideología económica y lo hace desde el 2016 en un texto que puede consultarse en su página electrónica. La crítica a lo neoliberal señala las prácticas que han producido una creciente desigualdad. Más recientemente, al neoliberalismo se le liga con el populismo.

Pero una cosa es declarar su fin como lo hizo AMLO y otro asunto es que eso ocurra, por lo menos en el resto del mundo. Y es que es de reconocer que el proceso mundial de globalización -muy diferente al neoliberalismo- se adapta muy bien al modelo económico actual.

 

Con todo ello, el neoliberalismo tiene éxitos y fracasos acumulados; por ejemplo, en las economías de mercados cerrados era un proceso difícil o muy tardado que las economías en desarrollo recibieran transferencia de tecnología; la inversión extranjera directa acelera ese proceso. También fomenta la productividad y reduce la carga fiscal de los gobiernos.

Medidas consideradas neoliberales impulsaron el crecimiento de China, Corea del Sur, Taiwán, Malasia, Vietnam y de muchos otros países y regiones del mundo. En eso no hay duda. Pero también, esos países -al mismo tiempo- protegían sus plantas industriales con subsidios gubernamentales para que en el exterior fueran comercialmente competitivos. Es decir, no hay en ese crecimiento un neoliberalismo puro.

El neoliberalismo se centró en eficiencia y crecimiento olvidando la equidad y, sobre todo el impulso a las políticas de carácter social. Es decir, se concentró en generar riqueza, pero no en su distribución correcta. Por ello, en lo que si existe consenso es que la debilidad principal de este modelo económico es que generó desigualdad.

El cuestionamiento al neoliberalismo inicia con fuerza con la crisis financiera mundial de 2008, las deudas soberanas europeas y la guerra de divisas internacional. Antes de ello; la ideología dominaba el debate de detractores y defensores del neoliberalismo.

 

¿Qué pasaría si dejáramos atrás el debate ideológico sobre el neoliberalismo?

Nos encontraríamos con recetas únicas para diferentes contextos e historia económica. El “consenso de Washington” la herramienta básica neoliberal quiso homogenizar directrices económicas para países y culturas distintas. Pero cualquier economista sabe que con neoliberalismo o sin él, los fundamentos o principios económicos son los mismos.

Nos encontraríamos también con la evidencia de que la desigualdad es el saldo trágico de las políticas públicas de los últimos 30 o 35 años y que hoy es necesario revertirlas. Pero también que las libertades individuales y colectivas que promueve el neoliberalismo -o buscan promoverse- son los elementos esenciales para la equidad, la democracia y la justica social.

 

Si una economía es lozana, con altos niveles de consumo, con un mercado laboral flexible y equitativa en materia de distribución y tributación, poco importan los adjetivos que se le impongan. Porque sencillamente son las políticas públicas correctas las que en su momento se tomaron y se sostuvieron en el tiempo las que hacen funcionar correctamente el engranaje económico de un país. Liberarse del dogma del mercado y volverse más incluyentes, son los retos actuales de las naciones.

Andrés Manuel López Obrador ha ofrecido que la justicia social llegará a todos los mexicanos. Manejará un país lleno de élites que por definición son excluyentes y que, además no han sido capaces de hacer que la justicia social llegue a la mayoría de los mexicanos. Las élites manejan nuestra economía, las élites formaron grupos políticos y han secuestrado a nuestras instituciones. Por ende, no tienen la capacidad de resolver los problemas sociales. La única capacidad que tienen es la de reproducirse. Contra ellos es la pelea de AMLO y contra ellos es el descontento popular que posibilitó su llegada a la presidencia nacional.

Con la llegada de AMLO a la presidencia hay cambios de paradigmas políticos y económicos. Su proyecto de nación descansa en cero corrupción e impunidad. Esos dos elementos AMLO los relaciona con el neoliberalismo y es lo que busca eliminar.

Concepto ambiguo y con muchos detractores, el propio neoliberalismo busca una cara más amable concentrándose en las soluciones a las desigualdades que generó. AMLO le ha declarado la guerra. Pero había que precisar que lo más importante es regresar a los fundamentos económicos, entender nuestras realidades, nuestro lugar en el mundo e implementar políticas económicas efectivas.

Ingreso y consumo son las variables económicas por donde los efectos nocivos del neoliberalismo se pueden atajar en México y en cualquier otro lugar del mundo. Si no es así, AMLO al igual que Mitterrand, terminará sucumbiendo ante “el mercado”.

AMLO tiene ante sí la oportunidad de marcar la diferencia. Claridad, responsabilidad y lucidez en el manejo económico es lo que debe de caracterizarlo junto con su equipo de trabajo. Poco importará si sobrevive el neoliberalismo, o si nace el “postneoliberalismo” siempre y cuando en el México del futuro haya igualdad, equidad y se combata con efectividad a la pobreza, como son los propósitos del gobierno de AMLO.

Twitter: @GerardoCoutino

Correo: geracouti@hotmail.com

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