Nadie dijo que iba a ser fácil

En la 4ª Transformación ya sabíamos lo que pretendía y a lo que estaba expuesta. La vara de medición moral y política se puso muy arriba, porque acostumbradamente dábamos por hecho que la “cosa pública” pertenecía a un grupo selecto y nunca la toma de decisiones bajaban hacia la sociedad. De lo que se trata, dice la 4ª Transformación, es cambiar la fisionomía del país en lo político y lo social, tarea difícil en un país complicado y ahora rudo en su forma de apreciar la política.

Desde luego, MORENA y Obrador sabían que la andada discursiva de la oposición iba a ser así. O más bien, se esperaríaque así fuese. Tanto como la derecha partidista y los adversarios del proyecto, enfilarían sus baterías cada vez que pudiesen, y eso se traduce que en cualquier acción o declaración o gesto político sería usado en contra ya sea del presidente o del proyecto en general. Aunque a veces no parece que fuera así. Por eso causó extrañezas las primeras declaraciones del flamante gobierno ante sus primeras críticas, a veces con sorpresa, otra de enojo, por ejemplo en la edición de la revista Proceso, una de las más influyentes de la política nacional, donde advirtieron el peligro del fracaso ante los grandes objetivos propuestos de cambio nacional.

En ciertas ocasiones se observa en MORENA y en Obrador cierta impericia en el manejo de los discursos, cuando la jauría opositora está atenta a cualquier mínimo error para lanzarse con un denuedo nunca visto en la discusión política, incluyendo los partidos que ahora, fuera del gobierno, tienen como consigna no dar respiro alguno de cualquier cosa que el gobierno proponga. Esto hace que los niveles de discusión sean viscerales y no dignifique en nada el debate.

No obstante, esto forma parte de la vida democrática; en cualquier país debería ser la normalidad. Hasta ahí, bien. Lo que sí llama la atención es la batalla de mensajes y alegatos que existen en las redes sociales, encono que ya representa un odio irracional al contrincante político. Es verdad que desde hace por lo menos diez años el país esta dividido dentro de las estrategias de confrontación -como el eslogan del “peligro para México”-, pero ahora parece que alcanza niveles nunca vistos de rechazo-adhesión a una causa, con toda la carga de resentimiento y desenfreno del lenguaje.

En las redes sociales la pugna es agobiante. Tanto la llamada derecha como la izquierda están enfrascadas en una lucha sin respiro. No hay idea, no hay argumento, no hay verdad más la de cada quien defendida sin razón. Ya hace rato que el intercambio de mensajes está a la orden del día, pero he visto en twittermás que otra red social, un hervidero de injurias que solo evidencia la clara división por la que se encuentra el país.


Foto: Isaín Mandujano

Y todo el mundo cae en el juego. Periodistas con rating como Héctor de Mauleón, Carlos Loret de Mola, Sergio Sarmiento, Leo Zuckermann, hasta Héctor Aguilar Camín, entre otros muchos más, tuitean sin bases, como francotiradores al servicio de un interés personal que raya en lo mezquino, solo para incendiar las redes. Del otro bando, Jhon Ackerman, Epigmenio Ibarra, el infaltable diputado Fernández Noroña tienen el mismo estilo golpeador de usar las redes sociales.

La característica de esta batalla en medios digitales es, en primer lugar, la discusión de la libertad de prensa, tan mencionada en el país pero tan escasa como tradición política. Parece que, de pronto, esta “libertad” se desquicia y se usa como arma, solo porque se puede hacery para demostrar que, ahora sí, la vigencia de esa libertad es inamovible. Otra característica es la “revancha moral”: cuando se critica a los que critican el gobierno, se dice que ya es tarde para demostrar “valentía” periodística cuando en los regímenes pasados no dijeron nada y validaron lo que la gente votó en contra masiva y ampliamente esta última jornada electoral.

En todos los casos, el uso de la crítica –de izquierda o derecha- no debe espantar a nadie, pero no se debe ser imparcial en lo tosco con que se está negociando. Un ejercicio sano es dimensionar lo que pasa, desde lo social y político, hasta lo cultural, y urge porque cada vez se abre más la brecha de la discordia. El parto hacia una real democracia está desgastando más de lo normal en el breve tiempo que lleva el actual gobierno. Para los que antes no dijeron nada porque supuestamente pertenecieron al status quode la clase política dominante, soberbia e influyente, hoy tienen un sueño hecho realidad, el de criticar al Presidente de la República como se les venga en gana. Era ilusión política porque antaño no se atrevieron nunca a contradecir al poder y hoy se encaran como paladines demócratas de cualquier cosa que haga la figura presidencial y su gobierno. Ahí la izquierda debe pensarse como eso, gobierno, y dejar de lado las arengas callejeras en las instituciones que ahora administran; comportarse como Estado y no ser la que reclama todo para sí, como si la historia les debiera todo, simplemente porque llegaron contundentemente al poder.

La polarización, ahora únicamente en las redes, es peligrosa porque engrosa los discursos de la violencia en cualquier espacio de la vida pública. En un país como el nuestro, no es poca cosa. Hay que tener cautela y serenidad a la hora de pensar lo político.

 

 

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