La botita negra
Mientras esperaba su turno para pasar a consulta médica Beatriz desvío su mirada del libro de cuentos que leía y se enfocó en observar a un niño como de cuatro años que intentaba mantener el equilibrio al caminar en un borde en el piso. El pequeño se veía divertido en su actividad, Beatriz recordó que ella, de adulta, también lo hacía en ocasiones en el borde de alguna banqueta, era todo un reto. Sin embargo, lo que más llamó su atención fue los zapatos que calzaba el niño, el tamaño pequeño y el color negro brillante. Se vino a su mente la imagen de una botita negra, muy lustrosa que hace años su mamá había tenido en casa.
Para Beatriz esa botita era un símbolo decorativo al que había visto por años, sin mucho detenimiento. Alguna ocasión observó con atención lo brillosa que estaba, como recién salida de bolear y lo que le causó sorpresa fue el desgaste que tenía el talón. Revisó la bota y se dio cuenta que todo indicaba que había sido usada. Por el tamaño parecía de un niño como de tres o cuatro años.
Sin dudarlo le preguntó a su mamá, qué origen tenía esa botita. Fue ahí donde conoció la historia de la pequeña bota negra. Para doña Esther, la mamá de Beatriz, hallar en la calle algún zapato extraviado de niña o niño significaba algo de buena suerte y solía conservarlo. De tal forma que esa botita negra había sido encontrada por doña Esther muchos años atrás y la había conservado en buena forma.
Para Beatriz el significado de buena suerte que tenía su mamá le llamaba la atención, también trataba de ponerse en el lugar de la mamá o papá de quien perdiera el zapato. Se imaginaba que si a Alicia o Manuel, sus pequeños hijos les pasara eso alguna ocasión, le gustaría que a quien hallara el zapato le significara algo, quizá no igual que a doña Esther pero sí que pudiera ser algo bonito.
Por más que hizo memoria Beatriz no logró recordar cuándo fue la última vez que vio la botita negra en casa de su mamá, pero ese día, ver al niño jugar le trajo a su mente esa botita, su imagen apareció de manera nítida, pequeña, brillosa, hasta casi percibió su textura.
Al tiempo que sonreía por conservar esos recuerdos, Beatriz volvió al presente y continuó con su lectura.
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