El Diosero de Francisco Rojas González

Mi amigo Pedro Tomé, desde España, me recuerda más convergencias entre Chiapas y Jalisco. Cito parte de lo que me escribe en un correo, después de haber leído un texto mío publicado en Chiapas Paralelo: “En el municipio de Las Margaritas (Chis) hay una localidad denominada Jalisco…Más interesante es la noticia de hace unos cuatro años que dice que en Chiapas se van a sembrar (se habrán sembrado) cuatro millones de plantas de agave de la variedad tequilana azul weber que serán llevadas desde Jalisco. Hay, parece ser, un fraile marista del que nada sé, salvo que lo he visto en alguna página de relevancia para los tapatíos. Me refiero a Tomás Zepeda Rincón, de Tapachula para más señas, que habría fundado en 1947 la Escuela Normal Superior Nueva Galicia y el Colegio Cervantes, ambos en Guadalajara.” En efecto, dos instituciones de añeja prosapia entre los tapatíos, que aún existen en la actualidad. Y agrega Pedro Tomé: “En todo caso, tu padre y tú mismo a parte, la conexión que más me gusta es la llegada de un etnólogo de incierto nombre a casa de un lacandón narrada por un jalisciense. Me refiero, como no, a El Diosero, de Rojas González”. Hasta aquí la cita de mi amigo Pedro Tomé, antropólogo castellano, con quien trabajamos juntos los Altos de Jalisco y la Sierra de Ávila.

En efecto, Francisco Rojas González encarnó al antropólogo y al escritor. Destacó en amos campos. Hacia 1995, hube de salir de Chiapas y me instalé en Guadalajara para continuar mi trabajo con las sociedades rancheras y los chichimecas. En aquella ocasión me incorporé a El Colegio de Jalisco, precisamente una de las instituciones que vio nacer el Seminario Permanente de Estudios de la Gran Chichimeca y desde la cual, junto con Pedro Tomé y la concurrencia de la Institución “Gran Duque de Alba”, hicimos el estudio comparativo de los Altos de Jalisco y la Sierra de Ávila. Sucedió que una mañana hacia mediados del año de 1997, me abordó en mis oficinas del Colegio de Jalisco, el ingeniero Francisco Rojas Lozano, hijo del escritor Francisco Rojas González. Se daba el caso que, con mi familia, vivíamos en una casa situada en la calle de Robles Gil, que era propiedad de una señora pariente muy cercana del escritos jalisciense y por ende, de su hijo. Aquella visita me iluminó la mañana. Francisco Rojas Lozano me propuso escribir un libro sobre su padre, pero en su calidad de antropólogo. Mi propuesta fue el de elaborar una antología de los textos de Francisco Rojas González publicados en la Revista Mexicana de Sociología. Quedamos en ello, trabajé en la recopilación de los textos de Rojas González y el resultado es un libro, Francisco Rojas González: Ensayos Indigenistas, publicado en coedición entre el CIESAS y El Colegio de Jalisco en 1998. Dicho libro está agotado.

Francisco Rojas González fue un notable escritor además de uno de los pioneros de la antropología en México. El escenario de las obras de Rojas González, tanto en la literatura como en la antropología, es el México en transformación por efectos de la Revolución Mexicana. En la antología que preparé de sus trabajos antropológicos, presento tres tipos de textos de Rojas Gonzáles: Ensayos Etnohistóricos, Ensayos Etnológicos y Ensayos Etnográficos. Rojas González fue un antropólogo de campo, con una obra que no sólo es pionera en el terreno académico, sino en esa vieja alianza que se ha dado en México entre la literatura y la antropología. Rojas González nos legó obras magistrales en la narrativa, como lo demuestra su amplia producción, incluyendo su obra póstuma El Diosero (1952), un cuento magistral que analiza la profundidad de las visiones del mundo de los lacandones. Como novelista. Rojas González publicó La Negra Angustias (1944) y Lola Casanova (1947) consideradas por la crítica literaria como obras maestras de la literatura mexicana y documentos para comprender la forja del nacionalismo mexicano. Los trabajos de tema antropológico de Francisco Rojas González son imprescindibles para analizar su obra literaria. En la antología de sus trabajos antropológicos que preparé, dediqué el último capítulo, el de los ensayos etnográficos, a sus trabajos entre los tzotziles. Resalto el hecho de que estos ensayos son pioneros en el enfoque regional, en un momento en que los estudios de comunidad prevalecían entre los antropólogos mexicanos. Y una liga más entre Jalisco y Chiapas es el trabajo de Josep Sommers, a quien debemos el rescate de los que él llamó El Ciclo de Chiapas en la literatura mexicana, en el que destacan obras literarias de antropólogos como Ricardo Pozas, Carlo Antonio Castro, y se debe agregar en ese Ciclo, a Francisco Rojas González. Sommers hizo un espléndido análisis de la novela Lola Casanova en su libro Francisco Rojas González. Exponente literario del nacionalismo mexicano (Xalapa: Universidad Veracruzana, 1966).

Gracias a mi amigo Pedro Tomé, recordé estos enlaces con la familia de Rojas González, desde haber habitado en una casa que seguramente el escritor visitó infinidad de veces, hasta haber coincidido con su hijo, Francisco Rojas Lozano, de cuya conversación surgió la idea y el proyecto de publicar los ensayos antropológicos de este gran escritor y notable antropólogo jalisciense, quien también forma parte de esos enlaces entre Chiapas y Jalisco: Francisco Rojas González.

Ajijic. Ribera del Lago de Chpala. A 24 de febrero de 2019.

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