Chiapas y Jalisco: Convergencias

La ciudad de Guadalajara, actual capital del Estado de Jalisco, fue fundada después de tres intentos, en medio del Valle de Atemajac, un 14 de febrero de 1542. Sin ningún otro propósito, más que el de trazar convergencias, comento que el pasado 14 de febrero cumplí 74 años, ya que nací en Tuxtla Gutiérrez en 1945. Las convergencias entre Chiapas y Jalisco, relacionadas con mi propia familia, además de las fechas coincidentes de nacimiento, pasan por la estancia del maestro Andrés Fábregas Roca en la perla tapatía, allá por el año de 1943-1944, en el que vivió en Jalisco, en un departamento situado en el Edifico Lutecia, que aún existe, en pleno centro tapatío. Los jaliscienses se portaron muy bien con los republicanos españoles. En el caso de mi padre, le fue bastante bien vendiendo literatura a los médicos además de haber sido nombrado “miembro de la defensa pasiva” de Guadalajara, nombramiento que le extendió el Ayuntamiento de la Ciudad, en solidaridad con su calidad de refugiado político. Mi padre dejó la capital jalisciense para contraer matrimonio con mi madre, Carmen Puig Palacios, en la ciudad de Puebla en 1944. Nunca más volvió a Jalisco. Es más, nunca dejó a Chiapas que fue su tierra hasta su muerte. Años después, en 1972, conocí a Jalisco, de cuyos paisajes y habitantes había visto en el Cine Alameda de Tuxtla Gutiérrez, mediante las películas de charros. Llegué directamente a los Altos de Jalisco, a la Ciudad de Lagos de Moreno, después de haber discutido con Ángel Palerm, mi proyecto de investigación que apliqué en esa región. No tardé en darme cuenta que, junto con el grupo de estudiantes bajo mi responsabilidad, éramos los primeros antropólogos mexicanos en trabajar la región ranchera ícono del país. Resultado de aquellos años de investigación fueron 10 tesis de licenciatura en antropología social y mi libro La formación histórica de una región: Los Altos de Jalisco,que se publicó hasta el año de 1986. En aquellos días en que trabajaba en los Altos de Jalisco, el único chiapaneco en la región era yo. Es más, la visión que de Chiapas tenían los rancheros alteños la resumía bien un sacerdote, muy escuchado en la región, quien, en una conversación me expresó que Chiapas “era tierra de paganos”, de “indios que necesitaban la evangelización”. Era el año de 1972. Asombroso escuchar aquella visión de la tierra chiapaneca que, en realidad, ocultaba la variedad cultural del Estado. Muchos años después, en 1994, regresó esa visión de un Chiapas poblado sólo por pueblos indios en conflicto con ganaderos. Pasaron varios años antes de que regresara a los Altos de Jalisco. De hecho, nos reunimos de nuevo aquel equipo de investigación, que habían terminado sus ciclos de formación, y ahora eran antropólogos y antropólogas consagradas. Convocados por el Centro Universitario de los Altos de Jalisco de la Universidad de Guadalajara, situado en la ciudad de Tepatitlán, nos reunimos nuevamente 23 años después de aquel 1973 en que terminó nuestro trabajo de campo. Se editó la memoria de aquel encuentro con el título Primer Simposium. Los Altos de Jalisco al Fin del Siglo (Cándido González Pérez, Compilador, U de G /UNICACH, 1996). Pasados los años, se fueron formando varios antropólogos nativos de los Altos de Jalisco, mismos que han enriquecido el conocimiento sobre una región en la que crecieron y en donde viven. Aquí destaco el libro de uno de ellos, José de Jesús Hernández López, La jornalerización en el paisaje agavero. Actividades Simples, Organización Compleja (México, Publicaciones de la Casa Chata, 2014) que demuestra la llegada de jornaleros tzotziles y tzeltales a los Altos de Jalisco contratados para trabajar en la industria tequilera. Dicho proceso, impensable en los años 1970, se dio a partir del fin de la década de los años 1990, y hoy es común ver a los trabajadores chiapanecos en ciudades de los Altos de Jalisco como Arandas. Pero no es sólo en los Altos de Jalisco en donde la presencia de chiapanecos aumenta cada día: en Guadalajara o en la Ribera del Lago de Chapala, es común ver a los tzotziles y tzeltales vendiendo productos de Guatemala a un público que desconoce las artesanías chiapanecas y que adquiere los productos pensando que son elaborados por quienes los venden. La presencia de los zoques en Guadalajara es anterior a la de los tzotziles y tzeltales, pues data de los años en que el volcán Chichón hizo erupción, y como resultado de la misma, un grupo de zoques se instaló en la Perla Tapatía. Un destacado representante de esa comunidad es Fortino Domínguez, doctor en Antropología, y quien ha escrito sobre los zoques de Jalisco y la emigración que se ha producido hacia los Estados Unidos. Cito el texto que Fortino Domínguez presentó como tesis para obtener su grado de Doctor en Antropología Social en la Universidad Iberoamericana de la Ciudad de México en 2018: Desplazamientos territoriales, flujos migratorios y erupciones volcánicas entre los zoques de Chapultenango, Chiapas: la constitución y reproducción de una Diáspora.

Todavía más antigua es la presencia en Jalisco del General Cléver Chávez, miembro de una añeja familia chiapaneca, nacido en Cintalapa, y egresado del legendario ICACH, Premio Jalisco 2016 en el ámbito humanístico, y residente en Guadalajara desde hace varias décadas. El General Cléver Chávez ha escrito un libro titulado El Chiapas de Ayer….y Antier,en donde, entre otros sucesos, narra el caso de las monjas María Pomposa de la Cruz Negrete y María de las Llagas de Jesús Cristo Rivera, que salieron de Guadalajara hacia la segunda década del siglo XX para fundar en San Cristóbal la famosa Escuela para Señoritas después conocida como La Enseñanza, en la que, por cierto, estudió mi madre, Carmen Puig Palacios. El libro de Cléver Chavez nos muestra cómo, a lo largo del tiempo, Chiapas y Jalisco han enhebrado relaciones que hasta hoy, no han sido analizadas por las Ciencias Sociales. Así por ejemplo, el famoso General Marcelino García Barragán, durante su estancia en Comitán, conoció y se enamoró de una señorita de apellido Paniagua, a quien se llevó a Guadalajara. De aquí se procreó la familia más conocida del famoso militar, los García Paniagua, uno de cuyos miembros, Javier García Paniagua estuvo a punto de llegar a la Presidencia de la República.

Hoy, el intercambio de población entre Chiapas y Jalisco se ha continuado a tal grado, que en San Cristóbal, por ejemplo, es posible comer la joya de la gastronomía jalisciense: la torta ahogada. La charrería, el juego por excelencia de los rancheros de los Altos de Jalisco, se ha extendido en Chiapas. Para finalizar este breve texto, señalo otra conexión con Jalisco: durante su estancia en Guadalajara, y de manera que aún no me explico, el profesor Andrés Fábregas Roca se relacionó con el equipo de futbol Atlas, el gran adversario de las Chivas Rayadas del Guadalajara. Ya instalado en Tuxtla Gutiérrez y allá por el año de 1945-1946 (si mi recuerdo es fiel), el maestro Fábregas participó en el campeonato de liga de futbol de Tuxtla Gutiérrez, entrenando al equipo Atlas, al que hizo campeón.  En ese equipo jugó Héctor Augusto Chávez, hermano del General Cléver Chávez, cuyo libro he citado y recomiendo como una lectura de gran interés para los chiapanecos.

Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 17 de febrero de 2019.

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