La vida de las cosas
Casa de citas/ 410
La vida de las cosas
Héctor Cortés Mandujano
La vanidad es como los vampiros: no se ve en los espejos
Xavier Velasco,
en Puedo explicarlo todo
Se le dan bien los canallas a Xavier Velasco. Luego de Diablo guardián, que supuso su novela consagratoria, leí un par de libros suyos que no me entusiasmaron hasta hallarme con Puedo explicarlo todo (Alfaguara, 2010), una tremenda y proteica historia de casi 800 páginas, que me encantó.
Joaquín Basaldúa Félix, el protagonista, cuenta su historia canallesca y la de su mamá, la de su padrastro, la de su maestro, la de algunos personajes más, pero especialmente la de tres mujeres centrales en su vida: Imelda, Dalila y Gina.
La novela, además, plantea un lenguaje que usan para mandarse informes técnicos Joaquín y Dalila, que también es un separador, y en ella se citan constantemente varios libros de autoayuda que Joaquín escribe por encargo.
Tal vez por eso, dado el carácter de este personaje, hay fantásticas (divertidas, hondas, irónicas, inteligentes) líneas que comparto contigo lector, lectora.
Dice Imelda, para evitar la elegibilidad (p. 28): “Hay de dos sopas y una tiene caca…”
Joaquín, enamorado, dice a Imelda (p. 56): “Casi desde que te conozco tienes la llave de mi desgracia en las manos”. Imelda es más directa (p. 75): “No puedo caminar sin pisar mierda”.
Joaquín sabe sus defectos (p. 144): “Soy tramposo, me pierdo en los caminos rectos” y (pp. 164-165): “Tengo el perfil ideal del perdedor: decido con trabajos, me arrepiento de cada decisión, me arrepiento de haberme arrepentido”.
Él se habla a sí mismo constantemente (p. 196): “Aquí vas a joderte o a dejarte joder. Tú dirás qué navaja te hace menos cosquillas” y (p. 197): “Si he de elegir, elijo meter la pata”.
Don Isaías, un viejo cínico, su maestro, aporta varias frases sabias (p. 217): “No es tiempo de serrucho sino de bisturí” y, para que no le cambien el tema (p. 227), “No me quieras poner sentimental, que estoy en el terreno de las ciencias exactas”; más adelante (p. 305): “No confundas abracadabra con abrelaspatas”.
Su abogado, que parece un personaje intrascendente y se convierte en su pesadilla, necesita que Joaquín le cuenta la verdad. Le dice (p. 281): “Tú me cuentas las cosas como son, yo me encargo de hallarles el lado fotogénico”.
En uno de los capítulos del libro que escribe, Joaquín le dice a su eventual lector (p. 296): “Te tomó varios años, pues, hacer sólo un poquito de lo que una computadora de bajo precio puede lograr el primer día de uso”. En otro libro escribe (p. 350): “Lo que se hace dos veces se hace siempre”.
Dice don Isaías a Joaquín (p. 396): “Ya te he dicho que la sabiduría no está en el corazón de los hombres. Hay que ir tras las mujeres, entiéndeme que hasta la más zopenca tiene en sus manos las claves del mundo”. Y sigue (p. 409): “Si nosotros tuviéramos el equipo que trae una mujer de fábrica, no tendríamos límites. Ya habríamos acabado con el mundo”.
Joaquín cita a uno de sus inventados escritores cuando charla con Gina (p. 469): “Voy a darte la fórmula del maestro Laexus para el suicidio lento: dedíquese a la cría de rencores”. Joaquín dice (p. 530): “El incendio nocturno de la escuela parece mala suerte para todos, menos para el alumno que no hizo la tarea”; sobre la suerte vuelve a decir algo páginas adelante (p. 559): “Yo no tengo la culpa de que las patas de conejo sean de mala suerte para los conejos”.
De nuevo Laexus habla con su lector (p. 672): “Bendicen a los cerdos que se comen pero ni una palabra de piedad hay para el infeliz matancero” […] “Perdona si de pronto hago tronar el látigo en tus lomos, y de una vez te aviso: se me agotó el ungüento”. Aunque habría aún muchísimo que citar, te comparto una última (p. 700): “¿No es de pésimo gusto que la verdad desnuda pretenda entrar en una fiesta de disfraces?”
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Leo El erotismo y la muerte (Océano, 1987), colección de ensayos y conferencias de Hugo Gutiérrez Vega. En un texto sobre Henríquez Ureña cita una línea espléndida de Juan Ramón Jiménez (p. 60): “Quitado el amor, lo demás son palabras”.
En su extensa conferencia sobre Luis Buñuel, dice sobre “La edad de oro” (p. 71): “El monaguillo ya joven recuerda su infancia y al levantarse del excusado ve salir volando al ángel de la caca (si todo tiene un ángel, el que habla no ve la razón de que la caca no tenga su ángel y se pregunta si será un ángel plácido o un ángel iracundo)”.
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Por La semántica del tojolabal y su cosmovisión (UNAM, 2006), de Carlos Lenkersdorf, me entero que los tojolabales (p. 5) “distinguen entre palabras habladas (k’mal) y las escuchadas (‘ab’al). Por eso, al llamarse tojol’ab’al representan al pueblo que sabe escuchar bien”.
El breve volumen abarca varios temas. Sobre las casas tojolabales se hace la pregunta general (p. 16): “¿Cómo reflejan nuestra mente y nuestro corazón la casa en la cual vivimos?”, y una de sus respuestas la toma de la poeta maya Briseida Cuevas (p. 17): “En la concepción maya no hay objetos, todas las cosas tienen vida”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
Hola! Cómo te va?
Leí tus reseñas, una sobre Carlos Lenkersdorf, «La semántica del tojolabal y su cosmovisión». Error de dedo nada más, la palabra correcta es: k’umal. No k’mal.
Dale, pues era todo. Más reseñas este año.
Un abrazo.