La filosofía de lo cotidiano
Uno de los propósitos que se hizo Maricela fue disfrutar de su caminata mientras iba a hacer sus pendientes. Normalmente salía por las mañanas y rara vez por la tarde, casi siempre iba con el tiempo medido y era despistada en el paisaje cotidiano que le rodeaba.
En la primera salida que tuvo se percató que algunos negocios que anteriormente estaban por sus rumbos habían cambiado, unos habían cerrado y en su lugar había nuevos comercios. Para ella era novedoso, preguntó en un par de tiendas y le dijeron que ya tenían alrededor de un año. Maricela solo sonrió y agradeció la información. Mientras en su mente asomó la frase:
– Pues en qué mundo vivo, ni cuenta me había dado.
En las salidas posteriores observó con detenimiento detalles en las viviendas, halló techos que le parecieron bellos con elementos antiguos que había pasado desapercibidos.
Otra ocasión, mientras esperaba que el semáforo se pusiera en rojo para cruzar una calle, escuchó algunas risas, era un pequeño grupo de albañiles que tomaban un receso mientras desayunaban. Recordó que su mamá solía decir que, por lo regular, a los albañiles se les veía desayunar muy rico, se sentaban alrededor de un círculo y compartían los alimentos. Justo en ese momento, Maricela escuchó que uno de los señores agradecía en voz alta por los alimentos que habían comido, aunque eran frijolitos estaban muy ricos y la frase que resonó en ella fue que, al final, el señor dijo:
– Gracias también a los chaparritos agricultores que los sembraron.
Al tiempo que ella continuaba su caminar se quedó pensando, qué importante es no solo agradecer sino tener en cuenta el trabajo y esfuerzo que otras personas realizan y que está presente en lo que tenemos, lo que hacemos y por supuesto de lo que nos alimentamos. ¿Cuántas veces tenemos en cuenta esto? ¿Acaso somos conscientes? ¿Y qué tantas ocasiones agradecemos lo que tenemos y a quienes lo hacen posible?
Siguió su camino, faltaba poco para que llegara a su destino cuando al pasar por una esquina escuchó la frase de una señora que estaba con otras personas conversando en la calle, ‘pero aquí estamos, de pie y eso es lo importante’. Maricela pensó para sí, pero por supuesto, esa es la actitud para asumir ante lo difícil que se pueda presentar como parte de las experiencias que se viven.
Le quedaba una cuadra para llegar a la papelería, a donde se dirigía, siguió observando a la gente en la calle, algunos rostros sonrientes, uno que otro adusto, personas mayores con actitud dinámica. Las frases que había escuchado del señor y la señora le seguían resonando en la mente y el corazón. Indudablemente- dijo para sí- la filosofía de lo cotidiano está presente y hay que aprender a escucharla y vivirla.
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