Entre luces y susurros
Rosalía hizo una pausa en su rutina cotidiana, esa pausa que la mente, cuerpo y espíritu requieren para retomar nuevos bríos y continuar el caminar. Recorrió un sendero en el bosque, alejada del bullicio de autos, prisas de la gente y murmullos diversos que normalmente se convierten en ruidos que distraen. A cada paso que daba iba contemplando la vegetación, las aves, las mariposas, los hongos y musgos visitantes en los árboles. No se quedó con las ganas de acariciar con delicadeza una piedra completamente cubierta por musgo, una especie de alfombra verde, la textura era suave y fresca.
Prosiguió su camino hasta llegar a la parte más alta, se detuvo unos momentos para cerrar los ojos y escuchar el paisaje sonoro del bosque, alcanzó a percibir trinos de aves y el vaivén de las hojas meciéndose al compás del viento, se le figuró como los movimientos lentos y fluidos que se hacen en la práctica del tai chi.
Hizo una pausa en su recorrido para sentarse y disfrutar de la tranquilidad al estar entre la naturaleza, como si el tiempo se detuviera o más bien, no existiera. Observó a las hormigas muy concentradas en sus labores para recolectar hojas, de manera organizada y con rapidez. Contempló a un bello sapo, le pareció era adulto, aunque Rosalía no era herpetóloga, llegó a esa deducción al observar la cara del sapo, con ciertos rasgos en los ojos como si fuera un animal muy sabio. Y así prosiguió encontrando detalles en la naturaleza que normalmente no solía ver.
Se quedó asombrada al percatarse cuántas maravillas de la naturaleza había encontrado en ese paseo, maravillas que siempre están ahí y basta con detenerse algunos instantes para darse cuenta que existen y que forman parte de la realidad, que son importantes porque motivan la vida. Y algo más gratificante, son gratuitas y la naturaleza las comparte, basta con darse la oportunidad de volver la vista, buscarlas, apreciarlas y cuidarlas para su conservación.
El corazón de Rosalía estaba contentito, motivado y agradecido porque justo al término del año, había tenido uno de los más bellos regalos, entre luces y susurros, la naturaleza le había recordado la importancia de darse un espacio para convivir con ella, le había brindado la oportunidad de escuchar diversos paisajes sonoros y observar paisajes visuales que en ella habitan, también le había hecho tener presente una de las características de la niñez, la constante capacidad de asombro que debe mantenerse.
Regresó camino a casa, con los ojos húmedos del agradecimiento, con las imágenes de vida, paz y armonía y con un grato aroma a bosque húmedo, ese que le quedó tan presente al acariciar y oler la alfombra de musgo formado en la piedra. El año nuevo estaba por llegar y ella había empezado a prepararse para recibirlo.
PD. Muchas gracias al portal Chiapas Paralelo por el espacio en este 2018 para compartir estas Voces ensortijadas. Gracias, desde el corazón, público lector que también me permite acercarme a ustedes a través de estas líneas que de manera semanal trazo, un gusto poder compartir la palabra. ¡¡Feliz y venturoso 2019!!
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