Desmesuras y desplantes
Un tuit de Gabriel Quadri encolerizó a los gobernadores de las entidades más pobres de México. Alejandro Murat, de Oaxaca, lo calificó de inaceptable y ofensivo; Héctor Astudillo Flores, de Guerrero, dijo que era una “descalificación muy fuera de lugar”, y Rutilio Escandón exigió disculpas por la equivocación.
El excandidato presidencial del Panal escribió en Twitter que “Si México no tuviera que cargar con Guerrero, Oaxaca y Chiapas, sería un país de desarrollo medio y potencia emergente…”. Este es un comentario sesgado y reduccionista, desde luego, porque no aborda la complejidad del fenómeno, los antecedentes históricos y el contexto actual.
El profesor de la Ibero, quien ha sabido beneficiarse de sus relaciones políticas cosechadas en sus fracasadas candidaturas, escribió la frase para provocar polémica, con la previsible respuesta desmesurada de los gobernadores.
El tuit, que no deja de ser malintencionado, transmite la sensación de que México debería deshacerse de los tres estados más pobres para ubicarse como un país emergente, algo así, como que a una persona se le aconsejara deslindarse de su parentela más desafortunada, para ser parte de la gente de sociedad.
A Quadri le faltó explicar, y lo hizo a medias cuando le solicitaron que se disculpara —“la disculpa deben darla los malos gobiernos”, contestó— es que la pobreza que viven estos tres estados no se debe a sus habitantes, sino a una clase política que la ha saqueado, la endeudado y la empobrecido.
Chiapas está, pese a sus riquezas inobjetables, en una situación de atraso y de falta de productividad en varios sectores, porque a los políticos les ha convenido mantener esta situación. Los pobres, y ocupamos el primer lugar con el 77.1 por ciento, son bastiones de votos que pueden encaminarse fácilmente para beneficio de uno u otro partido.
Desde la Presidencia de la República, sin embargo, se ha protegido a los mandatarios que han saqueado las arcas estatales. Juan Sabines, pese a la deuda de 42 mil 300 millones de pesos y a la herencia de corrupción inigualable, fue premiado con el Consulado de México en Orlando, Florida, y ahí sigue, ahora bajo la tutela de Andrés Manuel López Obrador; lo mismo sucede con Manuel Velasco.
Chiapas se ha convertido en una entidad en donde los habitantes vivimos directa o indirectamente de las rentas generadas por el Estado. El año pasado el gobierno local ejerció un presupuesto de aproximadamente 85 mil millones de pesos, sin embargo, de esa cantidad se calcula que solo aportamos alrededor de dos mil millones de pesos, un porcentaje que en sus balances más optimistas apenas alcanzaría el dos por ciento.
Cuando Jaime Rodríguez Calderón, El Bronco, se enteró de estas cifras, exigió un trato más justo para Nuevo León, porque manifestó que no estaba de acuerdo con que las ganancias generadas en el norte del país se canalizaran al sur, donde no se había logrado ningún progreso.
En los estados más pobres los mandatarios han contado con una abultada y permisiva billetera, porque el otorgamiento de recursos a programas sociales permite más flexibilidad en su manejo y márgenes mayores de desvíos.
En un artículo que publiqué en 2016 en la revista Nexos (https://www.nexos.com.mx/?p=29113), y que me parece que no ha perdido vigencia, señalé que esa explotación rentista ha trascendido e influido en la sociedad, y que —ante la falta de un Estado fuerte—, comunidades, familias y grupos de diversa índole bloquean carreteras, expropian atractivos turísticos y secuestran a funcionarios, con el propósito de obtener beneficios económicos del erario.
Esas prácticas, en lugar de fomentar el desarrollo, relentizan la vida económica y obligan a las personas a vivir de los apoyos sociales.
El tuit de Quadri, reduccionista y simplista, debiera, sin embargo, a invitarnos a reflexionar, y sobre todo a diseñar estrategias para lograr un Chiapas con un verdadero Estado de derecho, en donde realmente se abata la pobreza.
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