Verdad vs corrupción: una marca histórica
La fecha del 3 de diciembre de 2018 marca un momento importante en la vida pública del país. Fue posible observar a través de televisión en cadena la instalación de la Comisión de la Verdad para saldar la dolorosa deuda con los padres, familiares y amigos de los 43 jóvenes de la Escuela Normal Rural “Isidro Burgos”, asesinados a mansalva. El caso se conoce mundialmente como los “asesinatos de Ayotzinapa” y puso una marca a México como un país más allá de todo sentimiento humanista, un país degrado en su condición humana. Han pasado 50 meses (como han pasado 50 años del Movimiento Estudiantil de 1968) y aún no sabemos la verdad. Los padres de los jóvenes asesinados no han cejado en buscar qué pasó y en exigir que sus hijos vuelvan: “Vivos se los llevaron, vivos los queremos”. Ese grito ha recorrido el país estos 50 meses sin que aún sepamos la verdad. El gobierno que encabezó Peña Nieto no supo, o no quiso, llegar a la verdad y eso cavó su tumba. El expresidente se fue con sólo un 20% de respaldo, el más bajo en la historia reciente del país para un Presidente saliente. Peña Nieto será recordado en relación con Ayotzinapa, llevará la marca toda su vida. Y cuando se sepa la verdad, será peor para él y sus corifeos. Las fechorías, tarde o temprano, se pagan. Es así. Pero lo importante en este momento es que se instaló una Comisión de la Verdad que el anterior gobierno trató de anular, alegando razones jurídicas para ello. Recordemos que fue un juez de Tamaulipas quien dio su visto bueno para la creación de esta Comisión aún en el sexenio pasado, y pronto, la respuesta fue: no se puede. Es decir, en la presidencia de Peña Nieto todo fue “no se puede” cuando de castigar el crimen se trataba. Así que el gran contraste entre el sexenio anterior (y tantos más) y el que se inicia puede ser ese: el presente será el sexenio de la verdad y la erradicación de la corrupción vs los sexenios anteriores caracterizados por solapar fechorías y crímenes mayores. Esa es una de las expectativas más visibles que la sociedad mexicana, en su mayoría, tiene respecto al nuevo gobierno.
En sus discursos, desde el Presidente de la República hasta los funcionarios que intervendrán en la Comisión de la Verdad, refrendaron su compromiso de llegar al conocimiento de lo acontecido y de no dejar a ningún actor fuera del escrutinio, incluyendo al Ejército Nacional Mexicano. Lo dijeron ante los padres y familiares de los jóvenes asesinados y ante una sociedad expectante que observó como las televisoras transmitieron el acto de instalación. Cabe recordar que las concesiones para la televisión las da el Estado y es este el dueño de las mismas. La televisión es un bien público. No se debe olvidar ese importante hecho. En ese mismo acto de instalación, habló una de las madres de los jóvenes de Ayotzinapa y dijo que ya no confiaban en nadie, que habían sido humillados, burlados, rechazados, por ese tipo de burocracia inhumana que ha creado el sistema político mexicano. Un tipo de ser humano degradado que rinde su alma y su dignidad ante el billete. De frente al Presidente de la República, la madre, con temple, exigió que se descubra la verdad y fue la única que recordó que todo el país es una tumba y que no son sólo los 43 de Ayotzinapa sino cientos de miles de muertos cuyos familiares no saben qué pasó. El 3 de diciembre de 2018 significa mucho en la vida pública del país. El Presidente de la República asumió el compromiso de no permitir la corrupción, desterrar la impunidad y llegar a fondo, alcanzar la verdad, en casos como el de Ayotzinapa y se colige, en todo caso de corrupción y crímenes de Estado. Como chiapaneco me pregunto, ¿y ello aplicará también en Chiapas o será una tierra a la deriva? Ya veremos.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala, a 4 de diciembre de 2018.
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