Definición de ayer
Estudiaba el segundo grado de secundaria cuando escuché lo siguiente: “Era para ayer”. La voz autoritaria del maestro de Matemáticas, desde la altura del estrado, me exigió la tarea que no había llevado. Yo, inocente, con mis manos sostenidas sobre el escritorio, pregunté si la tarea era para hoy. El maestro, molesto, dijo: “Era para ayer”.
Supe entonces que ayer es el día que antecede al de hoy. No hay más. Es muy sencillo, casi simple.
De entonces a la fecha, he escuchado en múltiples ocasiones esa famosa frase que emplean muchos mexicanos: “Era para ayer”. Con el tiempo aprendí que tal frase la emplean en forma irónica, burlona, ¡sancionadora! Decir: Era para ayer, significa que era para hoy, pero de manera urgente. Se aplica cuando alguien, inocente, casi tonto, pregunta: “¿Era para hoy?”; es decir, el inocente no cumplió con el trabajo asignado. Como el empleado no cumplió con la encomienda, el jefe inmediato emplea la frase para indicar que era tan urgente que no era para hoy sino para ayer.
La frase (ya se dieron cuenta) es un absurdo. Nadie puede exigir un cumplimiento actual referido al pasado, sin embargo, la ironía mexicana da para esto y para más.
Es una pena, pero México bien puede ser el país que era para ayer, todo lo dejamos para después. El hoy no es presente, lo hemos convertido en pasado y, por lo mismo, el futuro no tiene prospectiva. ¿Quién define su presente en la indefinición del pasado? ¿Quién realiza proyectos que siempre están relegados?
Esa mañana, en la que el maestro me dijo que la tarea no cumplida era para ayer, me sentí como un bicho prehistórico. Nada me salvó del cinco que el maestro, con el coraje retenido, escribió con tinta roja en el recuadro que correspondía al registro de tareas entregadas. No había entregado una tarea que, obviamente era para hoy, pero que el maestro, en su fina ironía mexicana, había dicho que era para ayer.
En México, con la mano en la cintura, convertimos el hoy en el ayer, como si tuviéramos la capacidad de trasmutar los tiempos y la historia.
“Era para ayer”. ¿Cómo? Yo, en plan cínico, pude advertirle al maestro que si era para ayer era un absurdo que me anotara un cinco en la relación de calificaciones; pude haberle dicho, ya en plan de desvergonzado, que no podía reprobarme ya que ayer había sido domingo y los domingos no había clases; pude, ya en plan insolente, decir que lo único que los seres humanos tenemos a la mano es el presente, ¡el hoy!, y no el ayer.
Pero regresé, como dinosaurio prehistórico, con la cola entre las piernas. Me senté en el pupitre, que compartía con Ramiro, y dos segundos después ya había olvidado el momento incómodo de estar frente al maestro, porque ahora quien estaba con la cabeza agachada era Juan, quien, igual que yo, había olvidado hacer los deberes escolares en casa.
Estaba sentado con Ramiro. Había dejado atrás el ayer del momento ingrato, recibía, como si fuese un rayo de sol, la luminosidad del hoy, del presente.
¿Qué es el ayer, entonces? Es lo que ya dejamos para vivir el hoy. El ayer siempre está atrás, siempre está en la cuerda del olvido. Por eso, cuando los mexicanos, molestos, enojados, reclamamos que el desarrollo del país era ¡para ayer!, estamos, de manera inconsciente, botando la oportunidad de hoy en el basurero del pasado.
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