Tuxtla Gutiérrez, mediados del siglo XX
[3ra. de 14 partes]. Y ahí aprendí [las labores] desde chamaco que salí [de la escuela]. Y digo chamaco [aunque] ya tenía quince años. Aprendí ahí la tipografía, pero no me ponían en las prensas, [sino] con los volantes, y ya después fui subiendo… con las prensas grandes, donde [mandaba a imprimir] periódicos el profesor del ISSSTE, Edgar Robledo. Ahí hacíamos el periódico.
Un periódico que publicaba el ISSSTE… Síi. El sindicato o algo así, no sé. El sindicato seguramente. Sí, así es. Entonces ahí se imprimía. Creo que era quincenal o mensual el periódico. Así que, terminando la Primaria, usted se incorpora a La Sirena y… ¿hasta qué edad trabaja usted ahí? Trabajé como un año y… luego me fui con un su hermano de la señora.
Yo creí que había permanecido mucho tiempo. No. El hermano de la señora, don José Espinosa Natarén, tenía una librería allá junto a La Mexicana […] estaba en la Avenida Central y Segunda Oriente. En seguidita estaba la Librería Espinosa, y casi enfrente vivía este señor quee… [apodaban] El Pollino, don Artemio Rojas. Ahí vivía enfrente, y más allá estaba el Hotel Brindis, en la mera esquina. Ahora está abandonado ahí. No sé de quién será esa propiedad, pero ahí está abandonada totalmente.
Así que después del trabajo en La Sirena ¿a dónde se va a trabajar? A la Librería Espinosa. Después continuó usted… De ahí salí y… aquí en Tuxtla no había mucho trabajo… [pero además] salí peleando con el señor porque… [don José Natarén] en diciembre… me daba un sueldo y aparte comisión, y como vio que sacaba mucha comisión… entonces no [me quiso] pagar. Entonces fui a Conciliación y… [la verdad es que] me arrepentí porque me boletinó y se me cerraron las puertas.
Me fui a trabajar en la Dirección Nacional de Caminos. En la localización y construcción de carreteras federales. Ahí empecé de peón, pero como era yo listo, empecé a levantar secciones, topografía… y luego me daban el teodolito también. Para poner puntos de referencia, tangentes, curvas… todo eso lo [aprendí a] hacer]. Y quise estudiar la topografía, pero ya era yo casado. Tenía yo una niña y esa niña molestaba mucho de noche… como todos los niños.
Entonces, ya no podía yo estudiar, porque tuve la intención de ser ingeniero topógrafo, pero ya no. De ahí… ahí dilaté bastantes años… De ahí nos pasamos a un campamento que se llamaba San José la Punta, que estaba entre Ixhuatán y Solosuchiapa. Luego pasamos de Solosuchiapa, y de Solosuchiapa pasamos a Pichucalco y… ahí terminó la carretera. ¿Cuál es el primer tramo al que se incorpora? Fue [en el] de Tapilula a Ixhuatán, y ya de ahí, de Ixhuatán sigue Solosuchiapa, Ixtacomitán y Pichucalco, y ahí murió. ¿Al terminar esa experiencia que edad tenía? Como unos 35 años.
Juegos y juguetes
Le pido de favor regresemos a Tuxtla, para escudriñar un poco su niñez. Ya entendí que la carpintería de su papá y la falta de empleo en general, en Tuxtla, no le permite una vida boyante. Eso limita sus posibilidades de estudio… Metámonos ahora al modo como usted se divierte siendo pequeño. ¿Cuáles sus juegos, juguetes, rondas? Cantos y travesuras que usted haya jugado… Aah… jugamos canicas. Todos los juegos de canicas: de los hoyitos, de la olla; todo eso lo jugamos. Jugamos trompos. Hacíamos unos discos [con las] corcholatas, “gallitos” les decíamos […] nada más que es peligroso, porque a veces se corta uno, [aunque] yo nunca me corté.
Jugamos trompo, canica, gallitos, encantados y tenta. Hacíamos dos equipos: digamos que si lo agarraban un compañero… teníamos que desencantarlo, tocándolo nada más… Esos fueron los juegos… balero también, muy bueno. Íbamos aquí en La Lomita [en donde] estaba nada más el monumento de la bandera, y todo era puro cascajo. La gran loma llena de cascajo. Ahí el señor Borges hacía concursos de papalote.
Premiaba este señor Borges, a los mejores, a los que se encumbraban más, o a los más grandes… Sí, y a los más bonitos. Era muy bonito porque toda la muchachada… iban todas… las chamacas iban a jugar, con sus papás, con sus mamás. ¿Y cuál era el mes de los papelotes? Creo que era marzo o abril, antes de la lluvia. En marzo creo que era. Ahí nos extendíamos y cada quien tenía algunos papalotes grandísimos.
De un metro de diámetro, digamos. Síi. Que nos llevaban [arrastraban]. No podíamos sostenerlos. Esos, nuestros hermanos, primos… [nuestros] padres los sujetaban, porque nos ponían así [hacia atrás] y nos jalaban, y luego mandábamos “telegramas” o “cartas”, [como] se decía. Abríamos un hoyito [al papel] y ahí se iba pa’llá [para arriba]. Y otros jugaban de “cortadillas” también: le ponían navaja [a] la cola [de los papelotes], lo jalaban y lo pasaban ahí pa’cortar el cordel. Eso era. Eran los malosos… Sí, así es. Sií, eran muy vivos pues. Muy listos.
Los papelotes los construían los propios niños, o tenían el apoyo de sus papás, de sus amigos. No. ¡Qué va ser! Nosotros los hacíamos. De pituti, papel de china y matzú…nanguipo. Ahora ya no existe el pituti. Todavía se consigue, aunque hay que treparse al Mactumatzá. Ahora aquí, en Copoya, venden [el carrizo] del cuete, pero no es pituti, es otra varita parecida al pituti. También se hacía con la varilla de la palma de coco. ¡Aah! también, pero era muy débil. Ese se vencía. Y eso [fue] nuestra niñez [aunque] yo [durante] mi niñez trabajé mucho.
Y en cuanto a las canicas… ¿Cuáles fueron los juegos que jugó? ¿Cómo se llamaban los juegos? Porque había diferentes. De la hoya, para sacar las canicas. ¿No jugaban de triángulo, de hoyitos? De hoyitos sí, eran tres hoyitos. Yo recuerdo que jugábamos nueve hoyitos. ¡Aah! Eran muchos. Nosotros nada más tres jugábamos. El trompo también: [al] que perdía le picoteábamos [su trompo], y habían unos que se ponía así su trompo [abierto], le pegaban con una piedra y se lo rompían. Eran malosos, pero era muy bonito, porque a veces lo tiraba uno [para bailar], pegaba aquí, salía el trompo volando hasta el otro extremo —como cinco metros— y ahí ya lo agarrábamos y lo [poníamos sobre] la mano. Ese era nuestro juego del trompo.
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