Noticias falsas (fake news) en la nueva era digital

Marshall McLuhan anticipó, cuando parecía impensable conocer el desarrollo de las actuales nuevas tecnologías, el papel de las mismas y las posibilidades que abrían para la circulación de la información en esta era de la comunicación, situación que en un principio ocupó la televisión y que hoy en día cubren innumerables sistemas de traslación de ideas e imágenes. La aldea global, término también acuñado por el académico canadiense, es hoy una realidad y para muchos analistas se ha convertido en la máxima expresión de la democracia, mientras que para otros es un fenómeno incontrolable y peligroso para las definiciones identitarias. Pero desde cualquiera que sea la posición el debate ético de la circulación de informaciones y su contenido está vigente por distintos motivos, aunque uno de los principales se centra en la veracidad de lo expresado por los usuarios de las redes sociales.

Noticias falsas, hoy conocidas en el mundo como fake news, no son ninguna novedad en el mundo, y mucho antes de que existieran los medios de comunicación escritos. Desde la historia son conocidas las falsificaciones de documentos antes de la invención de la imprenta. Igualmente, la prensa al servicio de poderes de distinta índole se ha significado durante la historia, y tristemente en el presente, por utilizar el recurso de introducir noticias falsas para beneficios personales o corporativos, aunque seguramente el caso más conocido y muy presente por su cercanía fue el de la propaganda nazi. El III Reich usó los medios de comunicación de la época para lograr sus fines. Joseph Goebbels, ministro de propaganda durante el mandato de Hitler, representa esa forma de actuar e incluso se le atribuye la siguiente frase: “una mentira repetida mil veces se convierte en verdad”. No son necesarias muchas reflexiones para la trascendencia de su contenido y, en especial, por los resultados históricos en vidas humanas.

Las confrontaciones políticas no son un invento del mundo contemporáneo, puesto que más allá de las ideas defendidas existen intereses personales y grupales determinantes de las acciones tomadas desde gobiernos o grupos de presión de cualquier ideología, sin embargo, en esta nueva era digital las fake news, o la similar “posverdad”, entendida como la consciente intervención falsaria sobre la realidad para crear opinión, se están haciendo tan presentes que ya ocupan la reflexión académica sobre su papel en esta era de las comunicaciones.

Como ya se dijo arriba, la actualidad de las noticias falsas dirigidas a crear corrientes de opinión ofrece un dilema ético si la capacidad crítica es parte de la deontología de la difusión de información. En esa disyuntiva la búsqueda de la verdad cede su lugar a los intereses, a  la emotividad y, en definitiva, cualquier cosa es posible para lograr ciertos objetivos. Y en medio de todo ello se encuentran conceptos tan complejos como el de la creencia, aquella que da por hecho ciertos datos sin tener la certeza de los mismos, como ocurre en aspectos tan singulares como los religiosos.

El mundo de la comunicación, vivido como la posibilidad de ampliar conocimientos sin desplazarse de tu domicilio o país es un gran logro, aunque implica un reto y, sobre todo, un riesgo por la rapidez en la que circulan las posibles informaciones falsas hoy en día, además de que cualquier persona puede convertirse en autor y transmisor de las mismas. Para los profesionales de la comunicación tal circunstancia se vuelve un legítimo problema que se mueve entre el compromiso deontológico y, por qué no decirlo, el derivado de los intereses que puedan defender o representar. Para los lectores el desafío se ubica en la elección entre lo deseado, aquello necesitado de creer, o la realidad. La caverna de Platón parece estar tan vigente como cuando la pensó el filósofo griego.