Malú Huacuja del Toro
Casa de citas/ 405
Malú Huacuja del Toro
Héctor Cortés Mandujano
En octubre de 1988, mi amiga María Eugenia Reyes me regaló y dedicó un libro (ahí puso la fecha) en la costumbre que teníamos de compartir nuestros descubrimientos literarios: Crimen sin faltas de ortografía (Plaza y Janés, 1986), de Malú Huacuja.
La novela es divertida, pese a que trata de dos crímenes (en “Lo siniestro”, Sigmund Freud propone que El fantasma de Canterville, de Wilde, no espanta porque es ridiculizado por el autor). Los muertos son Ignacio Sepulcro Barragán, odiado por muchos, e Isabel Nieto, amante del primero, y la narradora vuelve simpática la historia por algo que sólo logran conseguir los que conocen con claridad una clave que resulta difícil de explicar, comprender y aplicar en literatura: el tono.
Elia Mericce, quien sigue de cerca a los chafas investigadores de los crímenes y quien sabe con exactitud por qué y cómo murieron Sepulcro e Isabel, cuenta todo con el desparpajo de los que ven la vida como entomólogos. Dice, por ejemplo (pp.61-62): “A mediodía, Maricarmen llegó con un pollo rostizado para comer y ciertas informaciones. No reproduciré en estas páginas el diálogo que sostuvieron, porque tengo hambre…”
Más adelante habla de otra mujer, Guadalupe (pp. 80-81): “Conocía ese tipo de mujeres: se sienten dinámicas, competentes; efectivas. Pueden tener veinticinco hijos sin problemas. Pueden educarlos con la misma atención que al primero, e incluso contar chistes, de vez en cuando”.
Otra de sus notas (p. 103): “La señora escuchó el discurso de Fabiola con una atención envidiable (digo esto porque, a mí, muy poca gente me oye cuando hablo…)”
En su descripción personal, Elia, la narradora, dice que (p. 130) se está quedando calva. Nada que ver con la autora, Malú Huacuja, a quien en la contraportada la vemos con tremenda mata de pelo negro.
Otros elementos narrativos divertidos en Crimen sin faltas de ortografía (el primer asesinado dirigía un taller de escritura creativa) son las aclaraciones a pie de página que sitúan lo narrado en un pasado y a la narradora en un futuro sin fechas. Cuando en algún momento menciona a Chespirito (p. 11), el pie de página dice: “Nombre de un evento propio de las televisiones de hace años, que proyectaban imágenes y sonidos”; Radio UNAM (p. 31) es una “estación antecesora de Radio Pirata”; en la página 78 Malú muestra otra vez sus dotes de adivina (no olvidemos que la novela se publicó en 1986) cuando dice: “Fue justo en estos tiempos cuando comenzó a gestarse el actual Plan Nacional de Desaparición de la Música”, que ahora nos queda claro con el reguetón y otras plagas, y cuando menciona el Valium anota (p. 108): “Nombre de una de las pastillas que se vendían en farmacias, antes del estallamiento realista”.
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Casi no hay nada tan privado como la lectura en silencio.
Tal vez sólo el sueño
Malú Huacuja del Toro,
en Crueldad en subasta
Malú me mandó una linda carta hace tiempo, cuando hablé de su novela Un dios para Cordelia (1995), donde por cierto se agregó el segundo apellido (del Toro), y hace muy poco, en septiembre de 2018, 30 años después de que leí su primera novela, me envió desde Nueva York (“las tierras del demonio anaranjado”), donde reside, su más reciente trabajo narrativo: Crueldad en subasta (Edición impresa vía Amazón.com, 2018), con una tarjeta anexa y una dedicatoria cálida en tinta verde.
La novela tiene una trama inteligente y cada página parece planeada con puntualidad para que poco a poco vaya apareciendo el dibujo completo de la historia; en el símil trillado del rompecabezas, cada parte, que no parece hallar su contorno correspondiente de manera inmediata, se acomoda al final para hacernos sentir, como lectores, que estamos ante una escritora con muchas facultades para no caer nunca en trucos baratos; que fuimos tratados con la mejor y la mayor concentración de recursos narrativos al servicio de varias ideas que no sólo atienden a la ficción, sino también a la realidad terrible de los EUA, nuestra Latinoamérica y nuestro México.
Esta novela no debe, creo, resumirse en una o varias anécdotas (crímenes, narcotráfico, luchadores sociales honrados, cómplices redimidos, computadoras que escriben novelas, invasión a la intimidad a partir de las redes, etcétera) que pueda mandar señales equívocas. No es una novela al uso. No es una historia hecha para ocupar, como debería, el puesto más alto de los libros más leídos, porque ese lugar lo ocupan, lamentablemente, trabajos descafeinados y descerebrados que casi siempre celebran los lectores básicos que buscan sólo entretenimiento elemental, tramas simples, escritura sin ningún viso de originalidad, más de lo mismo.
Es mejor recomendarla como lo que es: alta literatura, es mejor invitar a que se la lea con la atención con que fue escrita, es mejor que no nos olvidemos de este nombre, Malú Huacuja del Toro, como el referente de un ser humano que quiere y sabe compartir su inteligencia y su corazón en páginas memorables, como las 160 de Crueldad en subasta.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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