Dios salve a la reina

No voy a hablar del contenido de la película Bohemian Rhapsodyporque muchos críticos cinematográficos alrededor del mundo han dado cuenta de la que es ya la película del año. Mas bien, quisiera reflexionar sobre la consecuencia de la misma, pero sobre todo, de la influencia carismática, transgeneracional y post mortemdel que quizá es en el rock uno de los dos más grandes vocalistas o frontmande toda su historia.

Una película bien vendida desde el punto de vista de la mercadotecnia, no se escapa ningún detalle, incluidas las fanfarrias de la 20th Century Fox en la guitarra de Brian May y los fondos musicales de Queen en los cinemas y en las salas antes de comenzar una de las biopics más aguardadas. Era de esperarse la expectativa, la espera mediática muy al estilo de Star Warso las sagas de la Marvel Comics. Normal. Pero hay dos detalles que revelan algo inusitado desde el punto de vista del impacto ocasionado por la omnipresente presencia de Freddy Mercury y de la banda Queen.

El público que ha asistido puntualmente a las funciones. Desde luego, a quien hemos escuchado a Queen desde hace por lo menos 30 años, era un deber cívico y patriótico ver la película con todo el performance que conlleva ser fan de una de las bandas más queridas de la escena roquera. Pero ver a jóvenes adolescentes conviviendo con la generación de sus padres es una película de corte musical y desde el rock, es cosa inusitada. ¿Qué hizo acudir a estos jóvenes cuando ni siquiera habían nacido cuando Freddy Mercury cantaba We will rock you en los setenta? Cierto, Queen es ahora de las bandas más conocidas y cantadas, pero es una banda relativamente nueva en el mainstream. Su fama general se debe a una canción que la hicieron discotequera sin serlo, I want to break free, en el boom del videoclip, allá en la década de los ochenta. No es una banda que sea de culto en el sentido de la permanencia en los géneros que la banda experimentó (que fueron muchos) y de sus inmutables fans que desde hace décadas los han seguido al pie de la letra. Quizá lo sea a partir de ahora, pero no se deja de pensar en lo tardío que fue adherido a las querencias emocionales de los muchos públicos que ahora tributan a Queen.

Entonces, presenciar tres generaciones en el cine, sin moverse un segundo y alabando todo el tiempo el ritual emocional que sobrelleva la película, muy pocas veces se ha visto. Quiero decir que no se notaba un público estrictamente roquero en los más jóvenes, como sería parte de la elemental lógica de identidad musical. Aunado a esto, el día del estreno la película causó tumultos y llenos totales en todas las salas, como en un concierto pero que aquí, en el mundo del rock, cobra especial sentido por tratarse de un grupo que aglutina muchas audiencias sin que la propia banda comercialice su propio espíritu . Y eso es completamente raro.

La otra cuestión es la propia figura de Freddy Mercury. Hay que recordar que la cinta se trata sobre su vida y no de la banda, y pese aún sabiendo el final de la biopic, queda la entrañable figura de la llamada en su tiempo “La laringe biónica”. Decía mi broder Andrés Brizuela Casimir que hay ratos de sublime emoción que lleva hasta las lágrimas en ciertos pasajes de la película, y es verdad, pero ¿es por “ver” a Queen o por Mercury?. En ambos salimos ganando y si le sumamos a las generaciones adolescentes también siendo parte de este acontecimiento, estamos frente a un personaje de los más famosos del mundo musical (no tan solo el rock) pero, sobre todo, de los más entrañables y adorables que ha existido nunca.

La condición de gay y su inesperado deceso hace de Freddy Mercury un ídolo poco común, lo que en estos tiempos también genera una extraña sensación de triunfo ante pensamientos conservadores que quisieran atribuirle alguna sombra en la figura del vocalista de Queen. Y aquí otro gran acierto de la película, porque no queda uno con la impresión lastimera de alguien que erró el camino de su sexualidad. Simple y llanamente distinguimos un roquero que hace uso de uno de sus tesoros mas preciados, la libertad. La de ser como el quiso ser, como quiso cantar y estar en el mundo.

Desde luego, nuestra generación roquera conecta de volada con la película. Tampoco es para menos. Independientemente de los garrafales errores cronológicos sobre los éxitos musicales y grabaciones, de un par de escenas telenovelescas y con la personalidad a veces ingenua y hasta simple de los integrantes del grupo (ponerse nerviosos antes del Live Aid, o hacer bromitas en las grabaciones), es un deleite ver a Queen y a Freddy en su máxima excelsitud pensando siempre y egoístamente que la película la hicieron para uno, para nuestros/as camaradas que no fuimos a verlos a Puebla, en aquel mítico concierto en 1981, pero que ahora mismo nos sabemos parte de una leyenda que en el 2018 apenas empieza. Ladies and gentlemans, her majesty…Queen.

 

 

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