Un remanso de paz interior
El arte de caminar es más que salir a dar un paseo, robarle unos minutos al día o a las imposiciones sociales para ejercitarse; es una práctica liberadora que se convierte en nuestra aventura necesaria de cada día.
Para los espíritus mundanos que quieren hurgar en el horizonte, para los curiosos que no se contentan con los ejes viales, para los nostálgicos que prefieren la cantimplora de agua clara en lugar del café de máquina en la caseta de cobro, para los que prefieren la cascada del bosque en lugar del sauna cinco estrellas, a ellos les traemos esta obra del eremita de Walden.
Traducción de Diego Olavarría.
Esa mañana Luisa se dispuso a hacer el recorrido que tenía pensado, nada particular, un paseo campirano para disfrutar de la naturaleza y sentir el canto de los pájaros, el aire del bosque y despejar un rato su mente de la rutina semanal.
Inició su travesía, tomó el transporte que la llevaría al destino, llegó al rumbo deseado. Se adentró al bosque y ubicó el lugar en que quería estar. Descargó su ligero equipaje, extendió una manta para sentarse sobre el pasto, sacó a su inseparable compañero, uno de sus libros, en esta ocasión era Caminar de Henry David Thoreau, con traducción de Diego Olavarría.
A medida que empezó a adentrarse en la lectura, Luisa se percató que además de ser un texto ameno tenía mucho sentido, ella había puesto poca atención antes a lo que ahí decía. A su mente vinieron las frases de José, uno de sus compañeros lectores y amigo de siempre, él le compartía que en el caminar cada persona se adentra más allá de lo superficial. En cada caminar hay aprendizajes, que parten de los elementos más sencillos, los más comunes y cotidianos, sí, esos que pasan inadvertidos ante el incesante ritmo del tiempo y el mundo de consumo en que se vive actualmente.
Caminar es todo un arte, un andar que permite ir liberando esas cargas que con el paso de los años se pueden ir teniendo, en varias ocasiones de manera inconsciente o quizá también consciente… Luisa continuó la lectura, hasta llegar al término del texto. Se quedó pensativa unos momentos, cerró el libro y lo depositó sobre el pasto. Se puso de pie, volteó a ver a su alrededor, cerró los ojos por unos instantes, inhaló y exhaló.
Comenzó a observar todo lo que había en su entorno, como si acabara de llegar, en realidad así lo sentía después de la lectura. Estaba intentando asomarse a ese caminar del que habla Thoureau, descubrió más de lo que esperaba, en el canto de las aves, en el crash, crash de pisar las hojas secas, en el fluir del aire, en el escuchar su propia respiración… permaneció en ese ejercicio un rato más. Posteriormente, tomó su equipaje para regresar a lo cotidiano, algo en ella había cambiado… regreso a casa con un remanso de paz interior, ese que necesitaba para continuar caminando.
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