Fronteras y fascismos
La elección de Bolsonaro, un oscuro fascista brasileño, como Presidente del Brasil, confirma lo que sostuvimos en Encartes Críticos anteriores: los escenarios internacionales son de la mayor importancia para México. Con Brasil fascista, Donald Trump tendrá un poderoso aliado en América Latina. En medio de dos fascismos, México será la Frontera de la Democracia, en un continente signado por el avance de las derechas. Bolsonaro debe su triunfo al poder de los militares brasileños y al avance de ciertos grupos que se dicen religiosos y que son tan fascistas como el próximo presidente del Brasil, pero bajo una cobertura religiosa. Me refiero en concreto a la Iglesia Universal del Reino de Dios que se ha extendido de manera sorprendente a lo largo y a lo ancho del territorio brasileño. Los líderes de esta agrupación, entre los que se encuentra Bolsonaro, predican que Dios (¡pobre Dios!) es quien los guía y les dicta lo que deben hacer. Bolsonaro lo dijo en todos sus discursos y volvió a repetirlo en su celebración del triunfo. No soy yo el que gobierne-dijo-sino Dios. Así que Dios será el responsable de los asesinatos que se avecinan, de las encarcelaciones a los pensadores críticos del Brasil, del exilio para los músicos, los homosexuales que logren salir del país, las lesbianas que serán perseguidas como si fuesen delincuentes perversas. Dios será el responsable de los indígenas que serán cazados como animales y exhibidas sus cabelleras como trofeos. Dios será el responsable de las cataratas de sangre que caerán en Brasil. El mandamiento bíblico “no matarás” es desconocido por estos grupos fundamentalistas. No he leído en ninguna de las versiones bíblicas, ni la de Casiodoro de Reina que usan los evangélicos, ni en la de Cipriano de Valera, preferida por los católicos, que en el mandamiento No Matarás se agregue un asterisco que diga “excepto a…” como afirman los fundamentalistas. Lo que sí es de esperarse, es que estos grupos de fanáticos incrementen su presencia proselitista en México, aprovechando la coyuntura de los fascismos que se extienden hacia el Norte y hacia el Sur. Ya habíamos advertido hace años (hacia la década de los 1970) lo peligroso que es el uso político de la religión. Todo ser humano tiene el derecho ineludible de sentir y creer en lo que le plazca y satisfaga. El límite es el uso perverso de las creencias religiosas para inclinar las balanzas del poder hacia un lado y peor cuando ese lado es el fascismo, y cuando en el nombre de Dios se justifican las peores atrocidades y los crímenes de lesa humanidad. Bolsonaro es un engendro de los sectores más atrasados de la sociedad brasileña que, por lo que dicen los 50 millones de votos a su favor, ha penetrado a lo profundo del pueblo del Brasil. Bolsonaro muy pronto actuará exactamente como lo hicieron los gorilas militares que gobernaron Brasil en aquellas terribles décadas de 1960 a 1980. No tardaremos en escuchar los clamores de los mismos que eligieron al fascismo lamentar su decisión.
El dilema de las fronteras y los fascismos lo tendrá que sortear el próximo gobierno de México con altos grados de eficacia y de inteligencia. Los brasileños tardarán años en deshacerse de los gorilas (al final, pobres gorilas, porque la verdad es que tipos como Bolsonaro son engendros de las miasmas) y es muy probable que la frontera sur de México vuelva a contemplar el exilio de cientos de personas de Sudamérica, que vendrán a unirse a las de Centroamérica, tal como ya sucedió en aquellas décadas mencionadas. Tengo vivo el recuerdo de la llegada de los exiliados de Brasil, a quienes las comunidades académicas acogimos y auxiliamos a que encontraran las formas de integrarse al país. Son muchos los que se quedaron aquí y enriquecieron nuestra vida intelectual. Así sucedió también con los chilenos al caer el gobierno de Salvador Allende. Lo mismo sucede con el exilio de Centroamérica que nos trajo a un Carlos Illescas, a un Luis Cardoza y Aragón o a un Carlos Navarrete, tan querido en Chiapas. Fascismos, por un lado, el de Trump y el de los militares y fanáticos brasileños, por el otro, más las fronteras sur y norte, serán un reto complejo para el próximo gobierno que se inicia el 1 de diciembre. Del buen manejo de esas coyunturas dependerá bastante la tranquilidad interior de México y particularmente en Estados como el de Chiapas, cuya situación social y política es un caldo de cultivo de los fanatismos extremistas, como los que llevaron a Bolsonaro a la presidencia de un país como Brasil. Diría un creyente, “que Dios nos coja confesados”.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 29 de octubre de 2018.
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