Chiapas, un estado de migrantes
Con la marcha de migrantes hondureños, no podemos ignorar la realidad que vivimos en el estado sobre los miles de trabajadores chiapanecos que han buscado y buscan oportunidades laborales en otras partes del mundo y del país.
En 20 años, Chiapas se ha convertido en una entidad de migrantes. No es que antes del 2000 no hayan existido flujos migratorios, pero eran reducidos. Tanto era así que en 1999, Germán Martínez Velasco, en su tesis doctoral ¿Por qué quedarse en Chiapas?, se preguntó por qué los chiapanecos no salían de sus comunidades, pese a la pobreza que los aquejaba.
Es cierto que desde los setenta, las principales ciudades chiapanecas, con especial énfasis, Tuxtla Gutiérrez, registraron la llegada de desplazados del campo, y con la construcción de las hidroeléctricas, de otros estados del país.
Hasta antes del 2000 las cifras cuadraban. El número de chiapanecos que salía de la entidad, por motivos de estudio o de trabajo, era similar al que llegaba.
En el 2005, las cifras del Inegi presentaron cambios. Del 2000 al 2005 se marcharon más de 105 mil chiapanecos y solo se recibieron 24 mil personas de otras entidades, es decir, 81 mil habían desaparecido del censo.
Desde entonces los flujos migratorios se mantuvieron constantes, incluso, en determinados años se incrementaron. Los destinos preferidos fueron, no solo Estados Unidos, sino Quintana Roo y Baja California; 16 mil se marcharon a este último estado según documentó la investigadora María Eugenia Anguiano Téllez.
Daniel Villafuerte, quien se ha dedicado a estudiar a los migrantes, encontró que en el 2014, el 20 por ciento de los jóvenes de ejidos y comunidades de Chiapas habían emigrado, no solo a los dos estados antes citados, sino a Tabasco, Estado de México y Veracruz.
Las causas de la migración laboral son diversas, pero tienen que ver con el colapso que ha sufrido la sociedad rural en la entidad. Municipios que eran autosuficientes de pronto empezaron a figurar entre los nuevos pobres, como Chiapa de Corzo, Chicomuselo, Frontera Comalapa, Tapachula, Villa Corzo y Villaflores.
Jorge López Arévalo estima que hay por lo menos un millón de chiapanecos viviendo fuera de la entidad. Un alto porcentaje está en Tijuana y la Riviera Maya, ocupado en la construcción de hoteles y en el cultivo y cosecha de diversas frutas y verduras, así como en el servicio doméstico.
Debido a que nos hemos convertido en expulsor de mano de obra, la llegada masiva de hondureños que huyen de su país por la pobreza y la violencia, es algo que nos conmueve y golpea, porque nosotros también tenemos parientes que se han desplazado a otros lugares para encontrar mejores condiciones de vida.
La campañas xenófobas que se han desatado en las redes sociales son muestra de nuestra intolerancia, y ese afán de negar la existencia del otro y acomodarle todos los adjetivos negativos posibles, para exorcizar nuestros propios demonios.
El migrante forzado es el judío del siglo XX. Se le rechaza, se le estigmatiza, se le exhibe y se vulneran sus derechos. Hay páginas en Facebook y en Twitter en donde exigen que se les expulse, porque se les ve como sinónimo de violencia, robo y atropello.
Afortunadamente, hay muestras de solidaridad, de personas que entregan comida, ropa y mochilas de esperanzas e ilusiones para pensar en un porvenir sin fronteras.
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