Carlos Marx y Federico Engels. La herencia del pensamiento crítico
Ha sido lento y difícil el discutir el pensamiento de Carlos Marx y de Federico Engels en el contexto de una sociedad como la de Chiapas, gobernada por oligarcas desde hace largo tiempo. A ello se unen los prejuicios y distorsiones del pensamiento de ambos filósofos-científicos sociales, por parte del pensamiento religioso. Hace 50 años, por ejemplo, en 1968, hablar de Marx en Chiapas era exponerse a la represión y aún, a la cárcel, por el sólo hecho de mencionar su nombre. La llegada de la Universidad contribuyó a que se abrieran los espacios y hoy, aunque persisten los prejuicios en amplios sectores de la sociedad chiapaneca, uno puede hablar de Marx con cierta libertad.
En mi caso, escuché de Marx y Engels en mi casa, de parte de mi padre, el profesor Andrés Fábregas Roca, republicano español y miembro que fue del Partido Socialista Unificado de Catalunya, previo su paso como miembro fundante del Partit Proletari Catalá. Por cierto, España fue el único país en el que la Internacional Comunista reconoció a dos partidos miembros: el Partido Comunista Español y el Partido Socialista Unificado de Catalunya. En la biblioteca de mi padre existían textos básicos como el Manifiesto del Partido Comunista de 1848, producto de la pluma de Marx y Engels, así como la traducción al castellano de El Capital, debida a otro destacado republicano español, Wenceslao Rocés, publicada por el Fondo de Cultura Económica. A Engels lo leí hasta mi ingreso en la Escuela Nacional de Antropología e Historia en 1965, particularmente su texto titulado El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado, que circulaba entre maestros y estudiantes. Además, en su curso de Introducción a la Teoría Etnológica, Ángel Palerm explicó con amplitud y desde un punto de vista crítico, las principales líneas del pensamiento de Marx y Engels, y sus influencias en la antropología. Más tarde, tuvimos el privilegio de escuchar y discutir en la Ciudad de México, con dos pensadores marxistas de importancia, el historiador inglés Eric Hobswam y el antropólogo marxista Lawrence Krader, uno de cuyos textos presentamos en la pasada Feria del Libro de la UNICACH, Julio Sarmiento y yo.
Desde mi punto de vista, el mayor legado de Marx y Engels es la sistematización del pensamiento crítico en una propuesta para estudiar a las sociedades humanas y su periodificación histórica. Nos heredaron un enfoque histórico-crítico que coloca a la dialéctica como la característica básica del accionar humano. No en todo coincidieron ambos pensadores, como el propio Krader lo ha demostrado y antes de él, Ángel Palerm. Pero sí estuvieron acordes en que el concepto de Modo de Producción o Formación Económica de la Sociedad era el más propicio para distinguir épocas en la Historia de la Sociedad y que la categoría de Trabajo era la constante irreductible en el examen de las sociedades humanas. De aquí se desprenden las categorías de relaciones de producción y fuerzas productivas, que tendrán diferentes manifestaciones concretas según sea la época que se estudia. Otra consideración muy importante es que no existe en el planteamiento de Marx, la sucesión obligatoria de modos de producción en la Historia, sino que la concatenación de épocas debe estudiarse en sus casos concretos. Quizá una de las distorsiones mayores de la propuesta de Marx y de Engels, es la que introdujo Stalin, al imponer su punto de vista de una sucesión lineal universal de los modos de producción, que era la que nos enseñaban nuestros profesores marxistas en la ENAH, antes del curso de Palerm mencionado. Esa sucesión estaliniana era: comunismo primitivo, esclavismo, feudalismo, capitalismo. Por cierto, Marx mismo escribió que dicha sucesión sólo era comprobable en el caso de Europa Occidental y no podía aplicarse a ninguna otra parte del mundo. En el reciente Congreso Internacional titulado Pensar con Marx, hoy, llevado a cabo en la Universidad Complutense de Madrid, y clausurado el pasado sábado 6 de octubre, Pablo González Casanova, reconoció en su discurso, el daño que hizo Stalín al pensamiento de Marx y Engels, al distorsionarlo e imponer sus propias concepciones. Desde 1966, Palerm, en su curso de Introducción a la Teoría Etnológica, nos advirtió a los estudiantes que lo escuchamos, de no confundir el Stalinismo con el Marxismo, una confusión fomentada por el pensamiento liberal y ahora, el llamado neo liberal, además de líderes religiosos que confunden la ideología política del estalinismo con las propuestas de Marx. Stalin fue un dictador y un asesino, un peligro para su pueblo como lo advirtió con claridad en su testamento el propio Lenin. Por cierto, se están publicando amplios y documentados trabajos sobre Stalin, que dejan al descubierto el horror de un régimen como el que aquel encabezó.
No todo el pensamiento crítico contemporáneo proviene de una visión que arranca con el trabajo de Marx y Engels. Un ejemplo destacado de ello son los textos del sociólogo norteamericano Charles Wrigh Mills, autor de libros como Escucha Yanqui (sobre la Revolución Cubana); La Imaginación Sociológica (sobre el método en ciencias sociales); Poder, Política, Pueblo (sobre el accionar político contemporáneo); o su excelente selección de textos weberianos publicada con el título From Max Weber (De Max Weber) que todo estudiante de ciencias sociales debería leer. Así mismo, el filósofo liberal Isaiah Berlín, es un pensador crítico importante, incluso autor de una biografía de Carlos Marx. Wrigh Mills inauguró para la sociología en norteamérica, una línea de análisis que desplazó en parte, a la sociología oficialista de Talcott Parsons.
Carlos Marx murió en la Ciudad de Londres el 14 de mayo de 1883 y Federico Engels falleció en la misma ciudad, pero el 5 de agosto de 1895. Es decir, estamos a 135 años de la muerte de Marx y a 123 años de la de Engels. El propio Engels informa que faltaban 15 minutos para las tres de la tarde, el momento en que Carlos Marx dejó de respirar. Lo encontraron dormido en su sillón, con serenidad en su rostro, como satisfecho de la obra que legaba. Había estado conversando con su añejo amigo, que se alejó apenas dos minutos y cuando volvió, notó que su cuate del alma, ya no respondía. En su discurso, delante de su tumba, Engels dijo: “Así como Darwin descubrió la ley del desarrollo de la naturaleza orgánica, Marx descubrió la ley del desarrollo de la historia humana: el hecho, tan sencillo, pero oculto bajo la maleza ideológica, de que el hombre necesita, en primer lugar, comer, beber, tener un techo y vestirse, antes de poder hacer política, ciencia, arte, religión; que, por tanto, la producción de los medios de vida inmediatos, materiales, y por consiguiente, la correspondiente fase económica de desarrollo de un pueblo o una época es la base a partir de la cual se han desarrollado las instituciones políticas, las concepciones jurídicas, las ideas artísticas e incluso las ideas religiosas de los hombres y con arreglo a la cual deben, por tanto, explicarse, y no al revés como se había venido haciendo”. La propuesta de Marx sigue vigente y ha sido fructífera en el camino de las ciencias sociales, como disciplinas empíricas, críticas, es decir, analíticas, de la condición humana en la fase histórica concreta que se trata de explicar.
Es importante para el desarrollo anti dogmático de las ciencias sociales, retomar el legado crítico de Marx y de Engels. En ese contexto, es de celebrarse que, en Madrid, en una gran Universidad como lo es la Complutense, se haya llevado a cabo un Congreso Internacional para invitar a pensar nuestro tiempo y que haya sido un científico social mexicano, Pablo González Casanova, quien pronunciara el discurso de clausura, rememorando el extraordinario legado histórico de Marx.
Ajijic, Ribera del Lago de Chapala. A 7 de octubre de 2018.
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