Quitar la ilusión y perder la verdad misma. La Realpolitik en Chiapas
Por Jesús Solís
Ante las nuevas posibilidades de cambio político en nuestro país, por fidelidad y consecuencia con la posición política progresista y crítica, la intelligentsia de nuestra nación, y de Chiapas en particular, tiene la responsabilidad de ejercer y mantener la crítica, con independencia del signo partidista gobernante. El pensamiento crítico no puede ceder territorio y desactivar su tarea ética.
Tampoco podemos como sociedad civil perder la capacidad de indignación, y menos aún renunciar a nuestro derecho a la libre expresión para manifestar inconformidad por el mal uso del poder de nuestros gobernantes y representantes. Estas capacidades sociales y derechos políticos construyen, en la tradición republicana y cívica, ciudadanía. También por honra a la tradición de los movimientos progresista éstas debieran mantenerse y fortalecerse. De otro modo, cerraremos las posibilidades de un futuro mejor a nuestro país.
Para ser claros. En los gobiernos (federal y estatales), por venir, que se autoidentifican republicanos, cívicos, movimentistas y promueven la moralización de la vida política las dos tareas enunciadas en los párrafos anteriores no debieran soslayarse; antes, debieran situarse como práctica corriente: para no repetir vicios políticos, para no alimentar los sectarismos, las frivolidades y banalidades del poder. Para no seguir haciendo de la democracia un espectáculo mediático, un fetiche político que solo en un proceso comicial legitima el poder del ciudadano. Para luego dejar vacío ese espacio de poder. Para que nada pase.
Las tareas y los desafíos de la sociedad y de los gobiernos, en el contexto de un clamor de cambio y de una fuerte legitimidad política proveniente de las urnas, son mayúsculos. El principal es el de la construcción de una nueva hegemonía. Pero, ¿es eso posible con lo que hay? ¿Y si de nueva cuenta estamos exigiendo demasiado a la democracia, a sus modelos de gobierno y sus procedimientos? Con poca certeza podemos dar respuesta a estas interrogantes. En contraparte, y como un contragolpe, podemos sí ofrecer el peso de la realidad política. Hechos, bochornosos políticamente, venidos de la “aldea”, la ardiente capilla chiapaneca.
En Chiapas, en los pasados comicios del 1 de julio, el mapa político electoral volvió a transformarse de una forma que envidiarían las más lucidas y refinadas teorías de la transición política, y los formalistas demócratas por no solo ajustarse a sus esquemas de escrupulosidad democrática sino casi perfeccionarlos en sus términos positivos; aunque después, como ahora con el caso de las “juanitas” y la ficción de la paridad de género, regurgitan su podredumbre procedimental. El mapa se ha transformado de Verde partidismo dominante (proceso comicial 2015) a un marrón MORENA en “competencia” con el mismo Verde y sus partidos satélites locales: Chiapas Unido y Mover a Chiapas. A la cabeza, en la gubernatura, un representante electo bajo el signo de MORENA. Políticamente, podríamos decir, Chiapas pinta predominantemente en tono Verde-marrón (MORENA).
Ahora, del nivel de gobierno más alto al más modesto encargo público en las municipalidades, como regularidad se puede hallar el transfuguismo político, el predominio de los intereses personalísimos y los de facciones. Apetitos y aspiraciones llanas de poder quitadas de toda ética, fidelidad o filosofía político-partidista.
El grosero proceder del gobernador con licencia/luego senador con licencia y él mismo convertido ahora en su propio gobernador sustituto: Manuel Velasco Coello, es una trinidad sintética de lo anterior, que ha asestado un golpe de realidad política a la recién enlucida democracia mexicana, festejada el 1 de julio pasado. En una primera maniobra, el entonces gobernador Velasco, se allanó el camino, valiéndose de la cámara de diputados local, para hacer reformas a la constitución política local que le permitieran la triada ya mencionada antes: solicitar licencia como gobernador, y estar en condiciones de tomar protesta como Senador. Esto último, sin inmutarse por haberse desdicho que no abandonaría el cargo de gobierno en el mes de marzo.
La segunda vuelta de tuerca llegó cuando ya jurado Senador, solicitó al Senado licencia para regresar a Chiapas como gobernador interino. La solicitud en un primer momento fue rechazada. Y el mensaje, resultado de esto, tenía los visos de un nuevo quehacer político, consecuente con toda la propuesta moralizante de la política del nuevo partido gobernante, mayoritario en esta Cámara Alta: no impunidad, no corrupción. La elección y el voto (de confianza) otorgado al cambio se mostraban en el camino correcto. “La esperanza de México”, la ilusión, estaba fundada. El descontento popular, provocado por acciones como la del exgobernador de Chiapas, encontraba eco en sus representantes.
Pocas horas duró el júbilo y la ilusión. En un segundo intento, la solicitud fue aprobada. La bancada mayoritaria de MORENA partió su votación, y por mayoría de votos la solicitud fue procesada favorablemente. Chiapas, en otro renglón inédito de su historia política, daba origen a un político que en analogía religiosa, se transfiguraba casi santísimo-intocable y completamente trinitario. Pero además con la epifanía, sobrevino también la verdad, ¿y si el nuevo partido predominante es más de lo mismo?
Aún no inicia el gobierno de MORENA. ¿Qué hay que esperar, cuál será el porvenir? Lo que ha sido relatado antes ¿es una señal de época, de la Cuarta Transformación anunciada?
En la tradición de izquierda radical y revolucionaria, no hay lugar para la democracia formal-burguesa. El planteamiento es que este tipo de democracia tiene estructurada una ficción, en la que no cabe el cambio revolucionario.
Habrá que releer a los clásicos del pensamiento radical y crítico, para abrir el debate en esta nueva actualidad y con ello no exponernos a no solo perder la ilusión sino la verdad misma.
En tanto, ¿podemos seguir esperando sentidos positivos y éticos de la política y sus políticos democráticos?
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