Carlos Navarrete, el Cristo Negro y la Feria del Libro
El maestro Carlos Navarrete Cáceres es un borbotón de anécdotas. Se acuerda de todos los nombres y todos los espacios por donde ha transitado, y como Sabina, dice que no le gusta regresar a los lugares donde ha sido feliz, excepto las cantinas. Los dos años que pasó en Chiapa de Corzo han sido los más alegres que ha vivido de esos 87 años bien disfrutados y bebidos.
Habla de la revista Chiapas, de El Chicote, de La Tribuna, me pregunta por don Ruma y su Estrellita de Oriente. Después cuenta, porque lo suyo es contar, de aquellas primeras olimpiadas en donde nuestros tatarabuelos compitieron vestidos de calzoncillos, porque no conocían los shorts deportivos; de aquellos años en que el salto de altura se medía con un lazo que sostenían dos damitas de sociedad, y el lanzamiento de bala se practicaba con la mejor piedra bola del lugar. Se ríe de todo. Para todo tiene una anécdota.
La Feria del Libro de la Unicach que inicia hoy estará dedicada a él, con toda justicia y todos los merecimientos, porque si alguien ha caminado Chiapas, lo ha explorado y amado es él. La cita será al medio día en el Teatro Universitario Juan Sabines.
El maestro Carlos Navarrete llegó a nuestro estado persiguiendo al Señor de Esquipulas, al Cristo Negro, y se estacionó por dos años en Chiapa de Corzo. Escribió ahí un libro memorable sobre la Pilona.
Los arrieros del agua, esa novela chiapanecota con la que ganó el Premio Nacional de Literatura de 2005 en Guatemala, lo consagró como escritor y antropólogo acucioso. Esa novela, como toda su obra, merece más ediciones y mejor distribución:
“Todos los de Chiapa de Corzo —dice uno de los protagonistas—, que somos por nombre y voluntad los verdaderos chiapanecos, vivimos orgullosos de nuestra plaza. Es, como quien dice, parte de uno. Por eso nos molestan tanto los envidiosos de Tuxtla y San Cristóbal, haciendo chunga de que todo nos parece grande: que aquí está la pila mayor, la campana doble y la pochotona, tamaña plazota y la iglesia de doble arcada; y ya para acabar de pringarse, no hay feria más concurrida que la nuestra. Ni necesidad de envidiarle a Tuxtla su pinchi carnaval lleno de mampos, que se van tentusiando por una gran-calle-central-pendeja.”
El combate naval no podía quedar ignorado: “Quién sabe desde cuándo arranca la costumbre. Lo vi de niño y el abuelo de mi padrino también lo había visto. Unos dicen que asimula cuando los españoles tomaron Chiapas, pero a cuenta de qué vamos a quemar miles de pesos sólo para hacer festejo de la chinga que nos vinieron a meter.”
Carlos Navarrete Cáceres tiene el corazón de marimba errante: ayer estaba en La Tía Mechita, donde nos tomamos tres cervezas; hoy y los días que vienen en la Feria del Libro de la Unicach, en donde será reconocido como uno de los intelectuales que más han aportado con su obra al conocimiento de Chiapas.
Muchas gracias por su Artículo Sarelly Martinez Mendoza sobre Carlos Navarrete.
Desde Suecia le envío un saludo y una gran solidaridad con todo lo que contribuyen para la información sobre Chiapas.
Un gusto leerte, mi estimado amigo. Me hiciste recordar las tírrias entre chiapacorceños y tuxtlecos, como los encuentros deportivos que antaño se convertían en batallas campales. Saludos.
Sí, Efraín. El maestro Navarrete fue el introductor del futbol en Chiapa de Corzo, y del Chachá. Un abrazo amigo.