No cierren la librería del Fondo de Cultura Económica
A Chiapas Paralelo, en su quinto aniversario.
Un proyecto que apuesta por el camino de la apertura y difusión del conocimiento.
Iba a escribir sobre otro tema, pero al leer la nota de mi colega, el Dr. Sarelly Martínez, sobre el cierre de la librería de Fondo de Cultura Económica (FCE), me dejó impresionado. No tanto por el hecho de clausurar un espacio de venta de productos que, aunque sean libros, revistas y videos y sean escasos en una ciudad como Tuxtla, no deja de ser un hecho mercantil, un negocio. La cosa está en lo profundo del hecho.
Hace un año con una amiga pasamos por el FCE en una venta nocturna, a las 9.30 de la noche y estaba lleno; jóvenes en su mayoría comprando libros. Nos imaginamos en su supermercado, con bolsas y con esa inconfundible cara de quien ha hecho una buena compra. Vi alguien con la biografía del Ché Guevara de Taibo II, y otra más con un libro de música minimalista de Piliph Glass. Solo una vez había visto esa ganas de invertir dinero en libros y fue en una feria de libro, pero tratándose de Tuxtla, para mí fue toda una revelación. Como postales de una ciudad alegre tomé fotos y sonreí para mis adentros. Un espacio así, funciona, interpela a las personas, en especial a estudiantes, que saben que comprar un libro es más que un regalo que dura toda la vida.
Toda ciudad tiene su personalidad. Y la de Tuxtla no es exactamente la de un entorno urbano pletórico de espacios académicos, ya sea por su extensión o por su propia idiosincrasia festiva y displicente en sus ganas de fiesta y de celebración constante. Una librería es una cosa rara, quiero decir. Tampoco hay que caer en la salida facilona y cursi de que “hay más cantinas que escuelas”, porque no aplica cuando se habla de los espacios sociales y cada cual cumple su función. Lo que se ve es la carencia de éstos en una ciudad como la capital, en comparación con otras de Chiapas y del sureste, y en vez de incentivar algo que apenas se percibe como parte de las personas que la habitamos, se cierran y no dejan crecerlos. En un país en donde no se lee y los libros son muchas veces artículos de lujo que no cualquiera puede tener, en Chiapas, uno de los tres estados más pobres y marginados de México, el tema es mucho más dramático.
El FCE es la empresa editorial más importante de Latinoamérica, por su producción académica y por su incesante traducción de títulos, muchas veces inéditos en el mundo de habla hispana. En el país hay pocas ciudades que son sede de sucursales del FCE, Tuxtla es una de ellas. Quitarle eso es dejarla agónica de ese privilegio que significa abrir puertas muchas veces negadas en algunos lugares.
México, junto a España y Argentina son los tres países donde más se editan libros en el continente, pero el nuestro es donde menos se lee. Si se clausura el FCE quitamos las pocas librerías buenas que existen, y sin retórica, es dejar de lado una parte fundamental de la recreación e introspección que dan los caminos del conocimiento.
Cerrar una librería es ahogar una iniciativa que indica ciertos grados de civilidad de un entorno, de una ciudad en este caso. Se dice que cuando un poeta fallece, se va también una parte de nosotros, se muere una parte de la creatividad y la conciencia real de las cosas. Así pasa con una biblioteca o una librería, terminarla es negar un espacio de intercambio, no solo compra venta de libros, en el que, como la caverna de Platón, se realiza para salir del oscurantismo y la falta de curiosidad por el saber de las cosas.
Ojalá que se recapacite. En el México violento que vivimos, es urgentísimo no dejar de lado cualquier atisbo de expectativa pacífica, y una librería, como un lugar donde se acoge la sabiduría y la sensibilidad, debe formar parte de las necesidades básicas de toda la ciudadanía.
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