Festival Rockomiteco: el rock, el patito feo de las instituciones
Es curioso pero en cada campo creativo impera desde siempre un contexto estricta y jodidamente político, por lo que es bien difícil tener claro qué es lo que se intenta plantear y dejar ver a la hora de la expresión artística. Digo curioso porque no debería ser así. Una amiga me decía que no hay acto humano que no sea político, o que tenga que ver con ello, y en el arte mucho más.
En el caso de las músicas, el rock siempre ha sido el dolor de cabeza de las instituciones. No es que estemos descubriendo algo nuevo, la esencia rockera parte de ahí, pelear frontalmente contra lo establecido. Es su condición y su principio de supervivencia. En estos tiempos es casi el único estilo musical que no claudica de su raíz. Por eso, no es casual que aún las músicas otrora más contestatarias como el blues y el jazz hayan sido muchas veces “cooptadas” por lo que no querían que fuese. Hoy mismo, escuchar jazz es sinónimo de ser una “persona culta”, lo mismo que la salsa o la música llamada “clásica”. Tan es así que hay carreras universitarias donde forman a conocedores de estos estilos. Pero en el rock no. A nadie se le ocurriría abrir un programa de estudios en alguna universidad.
Por eso, ser rockero en este país es cosa de superhéroes, nadie te apoya ni alienta a vivir de ello; encima debes comprar tus caros instrumentos y ponerte a ensayar en los momentos libres de un trabajo que te permita sobrevivir porque, claro está, nadie obtiene dinero del rock. En este país, nadie apuesta a esa música iconoclasta e ímpia, nunca se le ha dado importancia y ha sido minimizada artísticamente.
El Rockomiteco es un festival llevado a cabo en la ciudad de Comitán donde cada año cumple su cometido más elemental y primitivo, mostrar el arte de jóvenes que, desde el rock, objetivan su postura ante el mundo. Así de fácil y así de sencillo. ¿Qué tiene de especial este festival? Una cosa sobresale: el proyecto, que lleva ya su octava edición, es autogestivo y se nutre y desarrolla, literalmente, con “una pequeña ayuda de los amigos” como dice la canción beatle. Se dice fácil, pero en “tiempos líquidos” (Bauman dixit), donde las certezas no están bien ubicadas y las fuertes dosis de individualismos dominan mucho de los lazos colectivos de antaño, los/as jóvenes que organizan el Rockomiteco se lanzan en la búsqueda de comunidad y de una propuesta efectiva de ciudadanía, desde la música, desde el rock. Tarea nada fácil si entendemos que este país, lo más desechable son sus jóvenes, a no ser como carne de cañón de las violencias, el desempleo y la incertidumbre como futuro que hasta ahora dejó el legado de muchos años de gobierno malhabido.
El Festival Rockomiteco debe entenderse como una de las propuestas de autogestión más innovadoras e interesantes de Chiapas, porque plantea organización no desde el Estado sino desde las propias iniciativas juveniles de una ciudad de frontera. Los gobiernos deben agradecer estos eventos porque son creados, desarrollados y gestionados por jóvenes sin ningún afán de lucro ni otra motivación que la de generar propuestas artísticas por y desde las juventudes que están haciendo todo lo posible por incluirse en la construcción ciudadana del país.
La impecable convocatoria, el sonido y escenario son muestra de que las cosas se realizan más que bien; el Festival Rockomiteco compite con otros eventos con la misma calidad y profesionalismo pocas veces visto en la música del Chiapas y, en especial, del rock.
Las bandas locales y de fuera que se presentan tienen que ver con una visión de frontera, de esa manufactura, en la misma edición ruda y no complaciente, como debe ser el buen rock que se jacte de ello. Uno de los grandes éxitos que tiene el Rockomiteco es eso, la convocatoria desde una propuesta sui generisde los grupos invitados que, como característica de este festival, casi única en su género a nivel nacional, es el estilo de lo que propone como espacio: en su totalidad es rock original, hecho en casa, en una región de la frontera sur, donde la lírica y el sonido no se parece a ninguna parte de los festivales del país. Hard rocke hibridaciones musicales parecidas a un soundtrackmigrante y lleno de crítica social, que a lo largo del tiempo, en estos ocho años, se ha invitado a bandas nacionales e internacionales con un tipo de corte musical sin ningún apoyo más que la solidaridad de quien cree en el arte no complaciente.
El Festival Rockomiteco es un espacio acorde a las expectativas de Comitán y su juventud, la rockera, la que exige ser escuchada e incluida como parte del paisaje multicultural de Chiapas y del mundo. Felicidades, iniciativas como esta deben estar en cualquier orden del día de cualquier país democrático del mundo. Ojalá México y Chiapas pronto sean ya uno de ellos.
Gracias por las palabras, por el apoyo y por hacer notar lo que con tanto esfuerzo y ganas se han logrado en ocho años.