AMLO; la misión de refundar el Estado Mexicano
Parecía el presidente en funciones. Un día después de las elecciones federales 2108 opacó por completo al presidente actual en un fenómeno político nunca antes visto en México: daba la impresión que en el país había dos presidentes en las actividades inherentes a su cargo.
Por lo pronto Andrés Manuel López Obrador ya es desde este miércoles 8 de agosto, el presidente electo de México. El primero de diciembre de este año será el presidente en funciones y tendrá una legitimidad que ningún presidente de este país ha experimentado por lo menos en los últimos tiempos.
Esa es la fuerza política que da el hecho de que la mayoría de los mexicanos hayamos entendido que en nuestro país son necesarios los cambios. Con el voto, millones de mexicanos dijimos que ante la desigualdad económica ya sempiterna, la arrogancia, indolencia y frivolidad de nuestros gobernantes, no queremos esperar a que la indignación nacional se convierta en una rabia e impotencia social que lleve al país hacia una violencia generalizada contra todo lo que represente nuestras instituciones.
Andrés Manuel López Obrador lo entendió muy bien y al ser un estudioso de la historia nacional, sabía que los cambios pueden producirse de “abajo hacia arriba” o de “arriba hacia abajo”. Lo primero implica ruptura total nacional con la subsecuente reconstrucción material y política de la nación y lo segundo, comprender a los de abajo para realizar desde arriba, los cambios necesarios.
Por eso será el primer presidente de la izquierda y, además; por eso también sobre su presidencia hay grandes esperanzas, no solo de la izquierda nacional, sino también de la internacional y, sobre todo, de grandes sectores de México de que por fin habrá transformaciones en este país.
AMLO puede fallar; habrá que reconocerlo. Así como intenta reconstruir el país, así igual se le puede derrumbar si su gobierno no se comporta a la altura de lo que pretende. Por ello, tenemos los mexicanos esperanzas de cambio. Pero también será necesario abrirle paso a la mesura.
Así como el mexicano siente diariamente la carestía y el costo de la vida; así quiere sentir, que, aunque sea mínimamente; las cosas cambiarán para bien.
¿Por dónde empezar para no fallar?
El poder sin contrapesos es también un poder peligroso. ¿Cuánto tiempo tardarán los partidos políticos avasallados en estas elecciones en recomponerse y en convertirse en una oposición responsable? Ante las tentaciones del poder político absoluto que MORENA tendrá; López Obrador deberá imponer su voluntad política para evitar excesos.
Mientras AMLO y MORENA no tengan contrapesos que cuestionen su ejercicio de gobierno; dos de las vías urgentes para no fallarles a los mexicanos pueden ser la construcción de infraestructura de impacto regional para crear empleo, y la segunda; el control de los alcaldes de toda la nación, para que las ciudades reactiven el equipamiento y los servicios urbanos. Empleo y servicios públicos eficientes urgen en este país.
La próxima presidencia de AMLO, si bien sucede en un contexto político en que el péndulo de la historia latinoamericana está regresando a sus países a gobiernos de derecha o poniendo en crisis a los actuales gobiernos de perfil de izquierda; también llega en un momento en que el gran generador de desigualdad mundial -es decir el neoliberalismo- está siendo cuestionado académicamente y socialmente; en consecuencia, la actual obsesión mundial de las ciencias económicas es encontrar la más igualitaria redistribución de la riqueza posible.
Con AMLO en el gobierno, sus propuestas no serán un regreso a políticas públicas de los años 60s y 70s del siglo pasado. A su presidencia en el fondo, la impulsa la pretensión nacional de abandonar la política neoliberal mexicana de los últimos años porque se agota el modelo económico. Es decir, lo que se busca es reconstruir el estado-nación mexicano para abatir la desigualdad.
Muchos países están buscando el “nacionalismo económico” porque las políticas neoliberales han ahondado la desigualdad. Corresponderá a López Obrador abatir a la tecnocracia neoliberal mexicana y por supuesto, a ese modelo económico que ha ahondado las desigualdades mexicanas.
AMLO aspira a ser un referente nacional. Coincidentemente, su constancia de presidente electo le fue entregada en el natalicio -como él mismo lo mencionó- de uno de los mexicanos más universales, el Caudillo del Sur, el General Emiliano Zapata. Para alcanzar -como cita el mismo AMLO- “la legítima aspiración de ser el mejor presidente de México”, el ya presidente electo; prácticamente tendrá que refundar el estado mexicano.
¿Cómo se realiza la refundación de un estado-nación en un escenario de “fundamentalismo de mercado” cómo llamaría a la globalización Joseph Stiglitz; de “globalismo posnacional” como la llamaría Samuel Huntington o de “globalización no estatal” como lo definen los círculos de inteligencia americanos?
Más concretamente, ¿Cómo se realiza la refundación de un estado-nación en un escenario mundial de más fronteras físicas que económicas? y donde, además; las fronteras físicas quieren poner barreras a las económicas, porque estas últimas han propiciado la desigualdad que hoy muchos países padecen.
Si al mundo, a los países, las regiones y a las personas le imponen -o piden- barreras políticas; la realidad es que las comunicaciones y la tecnología lo acercan. Las relaciones internacionales ya no son solo entre naciones e ideologías, son también entre empresas y claro está; entre individuos.
El mundo -y las naciones- siempre cambian. Pero para bien o para mal siempre hay ideas comunes. ¿Cuál es la idea común hoy por hoy entre los mexicanos? La idea común en torno a la cual se debe refundar México es el combate a la corrupción y la impunidad. Romper con ella es lo primero que se necesita. Si nos atenemos al resultado de las elecciones, esa idea común es en torno a una figura; la de Andrés Manuel López Obrador.
AMLO tendrá que convivir con poderes fácticos privados. A pesar de que será el presidente más poderoso de nuestra historia reciente, no tendrá el poder total, porque si bien dominará las cámaras y la administración pública, el sistema político y económico mexicano no es monolítico. Hay periodistas independientes, varias dependencias tienen autonomía y el poder de la iniciativa privada es mayor que el que tenían antaño.
A AMLO Le toca gobernar en la era del “fundamentalismo de mercado” de la “globalismo posnacional o no estatal”. Necesita construir consensos, no imponer su punto de vista. Se requiere que reconozca cuando se equivoque, para así pasar de una etapa en la que con solo su voluntad política se propone componer el estado de la nación, a una era en la que sean unas instituciones fuertes y efectivas las que se encarguen de ello.
El parto será difícil. Dependerá su legado político si tiene éxito o no. Pero AMLO parece decidido y preparado. México se sacudirá con su presidencia. No es posible que resuelve todos nuestros problemas, pero si el cambio lo sienten los ciudadanos, como sentimos la carestía; el país es probable que camine en una senda que consolide el combate a la desigualdad y la corrupción.
Muchos mexicanos nos esperanzamos con el neozapatismo, vimos caer al PRI y ascender al PAN, luego regresar al PRI. No perdimos las esperanzas de ver cambiar al país. Por eso el camino se le abrió a la izquierda mexicana. Aspiro a ver a un país que como decía el padre de Singapur moderno Lee Kuan Yee; solo le preocupe la “velocidad de las reformas” para que estas saquen de la pobreza a la mayor cantidad de personas posibles de la misma generación.
Twitter: @GerardoCoutino
Correo: geracouti@hotmail.com
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