La queja de Rutilio
Dos semanas antes del día de las elecciones, Julio Scherer, coordinador de campaña en el sureste del país de Morena, llamó al gobernador Manuel Velasco Coello para pedirle que Fernando Castellanos Cal y Mayor bajara la intensidad a su proselitismo a la gubernatura del estado.
Días antes, Rutilio Escandón Cadenas había manifestado, primero, a Yeidckol Polevnski, presidenta de Morena, y después a Andrés Manuel López Obrador, su molestia y preocupación por el apoyo abierto del gobierno del estado a favor de Fernando Castellanos.
Había señales para encender la luz de alerta: los actos proselitistas del candidato del Verde eran manifestaciones multitudinarias y solidarias en prácticamente todos los lugares en que se paraba, además, había desplegado una campaña agresiva en redes sociales.
Los dirigentes de Morena encontraron que la injerencia gubernamental en dos actos era descarada: en La Trinitaria, en donde había al menos diez mil personas (al final en ese municipio apenas votaron unos mil 500 por el Verde) y en Chamula, donde hubo plaza llena (pero ganó Morena con más de 17 mil votos).
La estrategia oficial, después de que el Trife permitió al Verde, Chiapas Unido y Mover a Chiapas separarse del PRI, fue posicionar a Fernando Castellanos como candidato aliado de Andrés Manuel López Obrador. Por eso la consigna en los actos de campaña fue pedir el voto para el tabasqueño.
Así, el crecimiento del expresidente de Tuxtla no generaría molestias en la cúpula de Morena, porque lo que importaba al fin de cuentas era el triunfo de AMLO.
Rutilio Escandón no pensó lo mismo, es más, estaba sumamente preocupado de la operación que pudiera implementar el gobierno del estado en lo que quedaba de la campaña y el día mismo de las elecciones. De ahí de su llamado de auxilio.
Julio Scherer, quien ya estaba al tanto de las maniobras del gobierno local para posicionar a Fernando Castellanos como un candidato competitivo, no dio mayores opciones al gobernador. Le dijo que no era conveniente hacerlo crecer más, que podría generarse un conflicto poselectoral y golpear innecesariamente la candidatura del Peje.
Manuel Velasco aceptó la propuesta y ordenó a su delfín que se moviera con discreción, porque no se operaría más a su favor.
A partir de la segunda quincena de junio, Fernando Castellanos desapareció de la escena pública, dejó de publicitarse en internet y no tuvo la anuencia para hacer el cierre de campaña de sus sueños. Le aconsejaron que declinara por Rutilio Escandón, pero prefirió esperar un milagro. Pero ese milagro, que provendría de su genio con su lámpara maravillosa, no ocurrió. Es cierto que antes ese genio lo había convertido en diputado y en presidente municipal, pero esta vez simplemente se esfumó.
El genio no frotó su lámpara por él, sino por Morena, por Andrés Manuel López Obrador, por Rutilio Escandón y por algunos candidatos a presidencias municipales y a diputaciones locales y federales de ese partido.
Cuando Fernando Castellanos supo que no le había beneficiado la alquimia, sin tener siquiera avances definitivos del PREP, aceptó su derrota y felicitó al candidato a la gubernatura de Morena por haber obtenido el triunfo de manera inobjetable. Quería congraciarse, pero el gesto había llegado demasiado tarde.
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