Definición de narrativa
Nunca falta el amigo que te coloca al borde del abismo. Ayer, mientras comíamos esquites, sentados en una banca del parque central de Comitán, Luis (amigo desde la primaria) me preguntó: ¿Poesía o narrativa? ¡Ah!, qué manera de treparnos a la viga de equilibrio sin necesidad. Como es clásico en tal tipo de juego mental, Luis dijo que debía elegir una, la de mi preferencia. Yo, como es clásico en tal tipo de juego, quise decir que mi privilegio es gozar ambas. La poesía y la narrativa son como la tortilla con sal y el café, pero con pan. Pero no, el juego era elegir una entre ambas ramas del árbol, sólo uno de los frutos.
Pensé entonces: ¿qué elige un poeta? Si a Sabines le hubieran hecho la pregunta en una entrevista en canal 22, sin duda habría optado por la poesía, porque ésta fue su elección a la hora en que el destino le dijo que sería poeta. Para los poetas verdaderos no hay más cielo que la sugerencia del verso. Pero, por ejemplo, si un periodista le hubiese hecho la pregunta a Laco Zepeda, ahora no sé qué hubiera elegido, en caso de que el periodista, como Luis lo hizo conmigo, lo urgiera a elegir sólo un género literario. Laco escribió poesía y narrativa.
Pensé entonces que hay un elemento que parece abrir la puerta para evitar la oscuridad. Los sabios siempre han recomendado a los narradores se acostumbren a leer poesía. Pero (hablo a título personal) nunca he escuchado que tales sabios recomienden a los poetas a leer narrativa. ¿Ustedes sí? Que quiero decir con esto. Pues ¡lo obvio! Que un escritor puede ser un excelente Villaurrutia sin necesidad de leer a Pitol, pero un Pitol nunca llegará a ser un buen escritor si no lee a Villaurrutia. Si Luis me obligara a decir cuál es la cúspide del lenguaje y me diera las dos opciones: poesía o narrativa, tendría que decir que en la primera está la esencia del espíritu. El universo no puede nombrarse a través de una novela, es preciso nombrarlo con el pétalo de la poesía.
Pero, mientras disfrutábamos los esquites y mirábamos a las muchachas bonitas que pasaban frente a los hombres con los zapatos sobre el banco de los boleros, le dije que prefería la narrativa. En el instante que lo dije sentí como si un monstruo me rasgara la piel y esto me provocara un dolor infinito. Pensé que había dejado un par de alas hermosas y que, desde ese momento, caminaría sobre el lodo y el fango del cuento y de la novela, géneros que, con todo su aire, colocan sus manos sobre nuestros hombros y nos dan un envión hacia el piso, como para dejar muy en claro que somos hijos de la tierra, a pesar de que soñemos con el cielo.
La narrativa, por más imaginativa que sea, nos pone los pies en el suelo. Cuando fui niño volé en una alfombra mágica al escuchar un cuento. Volé por encima de alminares y de cúpulas y, desde arriba, miré los bazares llenos de personas y mantas de mil colores; escuché la algarabía de los mercaderes que ofrecían telas, collares y ollas de cobre. Pero no fui más allá, no fui más allá de la luna cuando Julio Verne me llevó allá; no fui más allá del planeta a donde me llevó Carl Sagan.
En cambio, con la poesía, a veces, he vislumbrado casi casi los confines del universo. Nunca he tenido una imagen clara de ellos, pero sí he sentido la mano de luz que siembra y que canta.
Elegí la narrativa, porque ella me ha hecho caminar por caminos agradables, en donde la condición humana está presente. En los cuentos y novelas he hallado (sin salir de mi casa) la mano de la muchacha bonita, la recámara donde se encuentran dos amantes (o tres, sin importar el sexo); en los cuentos y novelas he descubierto que un ratón habla con un gato sin ningún recelo, y he visto cómo la sangre se derrama cuando un hombre abre la puerta y recibe un hachazo a mitad del rostro.
Cuando elegí la narrativa por encima de la poesía abandoné la cumbre máxima y decidí caminar por senderos oscuros llenos de alambres de púas. Sentí una opresión en mi pecho.
Lo bueno es que sólo era un simple juego. Al volver a mi casa mandé a la chingada el juego de Luis y, como si fuera un desterrado del desierto, abrí la llave y bebí el agua de Szymborska, poeta polaca, cuya obra me encanta leer.
¿Qué es la narrativa? Es la ventana que da hacia el patio donde vuela el colibrí que se llama poesía.
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