Salvar la política de los políticos. El proceso electoral 2018 en Chiapas[i]
Por Flor María Pérez Robledo y Jesús Solís Cruz[ii]
¿Cuál es el trabajo de la democracia en nuestros días? En su contemporaneidad la democracia, por muchos desacuerdos que existan en torno a su papel, en nuestra región está compelida a afrontar su rostro social. A dar opciones y respuestas a nuestras más apremiantes necesidades sociales. Máxime en un entorno tan precarizado materialmente como el de nuestro país y entidad.
La política empírica, es decir, el hecho democrático (J. Rancière) está en Chiapas en posibilidad de generar nuevas condiciones para afrontar nuestras apremiantes necesidades sociales y políticas?
¿Es posible, con lo que hoy se nos ofrece como democracia, en las plataformas de candidatos y partidos políticos, hacer frente a las demandas de nuestra sociedad? O es que, parafraseando a J. Rancière, tenemos que salvar a la política de los políticos profesionales; y abandonar las ilusiones vinculadas a la democracia liberal.
Sin pretender respuestas contundentes a interrogantes como las anteriores, nos proponemos ofrecer un resumen de las opciones «democráticas» en Chiapas, en el actual proceso comicial…
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Al hablar de Chiapas y de la coyuntura electoral local, iniciada en septiembre de 2017, puede hablarse del despliegue de una tensión entre la estructura político-jurídica del sistema de representación nacional y local, y el comportamiento de abierto desafío de partidos políticos, precandidatos y bases sociales.
Se trata de una contienda electoral, en la que se juegan no sólo el total de las candidaturas federales, sino también las candidaturas locales, esto es, la gubernatura, los ayuntamientos y el poder legislativo. El hecho de que coincidan las elecciones federales y locales, añade cierta complejidad al proceso, ya que aunque se siguen directrices de las coaliciones definidas a nivel nacional, la definición de las candidaturas necesariamente debe pasar por la aprobación de los actores de la política local, es decir, por las disputas y negociaciones entre facciones.
Desde el año 2000 el estado vivió la alternancia electoral cuando Pablo Salazar (ahora candidato independiente al senado) ganó la gubernatura, a través de la Alianza por Chiapas, una coalición de ocho partidos políticos. Posteriormente, en 2006 la llegada de Juan Sabines Guerrero como gobernador se dio a través de la Coalición por el Bien de Todos, conformada por el PRD, Convergencia y PT. Aunque ambos candidatos provenían de las filas del PRI, en el pragmatismo político resultó clave la fortaleza y protagonismo del Partido de la Revolución Democrática (PRD) a nivel nacional, y en el proceso de 2006, jugó un papel relevante como figura Andrés Manuel López Obrador, candidato de dicha Coalición a nivel federal.
Durante las elecciones de 2012 se vivió la segunda alternancia en la entidad. Esta vez lo inédito resultó ser la emergencia en Chiapas del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), en coalición con el PRI y el Partido Nueva Alianza (PANAL), ganando el 75.5% de las presidencias municipales y el 70.7% de escaños en la legislatura estatal, un triunfo considerado como del PVEM, específicamente de Manuel Velasco Coello. En las elecciones intermedias de 2015 esta coalición refrendó el triunfo.
En los últimos meses de 2017, se perfilaban 9 aspirantes para candidatos a la gubernatura, se trataba en su mayoría de decisiones personalizadas o respaldadas por las relaciones con el gobernador en funciones, y en las que desde entonces ya se avizoraban ciertas tensiones entre las dirigencias partidistas nacionales y locales.
Fue hasta enero de 2018 que se registraron tres coaliciones: «Juntos Haremos Historia», integrada por el Movimiento Regeneración Nacional (Morena), el Partido del Trabajo (PT) y el Partido Encuentro Social (PES); la coalición “Por Chiapas al Frente”, integrada por el Partido Acción Nacional (PAN), el Partido de la Revolución Democrática (PRD) y Movimiento Ciudadano; y la coalición “Todos por Chiapas”, integrada por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), el Partido Verde Ecologista de México (PVEM), Nueva Alianza, Podemos Mover a Chiapas y Chiapas Unido. Esta última no tenía aún candidato.
La historia es ya conocida: en el PRI, un viejo militante, José Antonio Aguilar Bodegas, rompió con ese partido luego que se perfilara como candidato a Roberto Albores Gleason, en un primer momento, en alianza con el PVEM y el PANAL. En el rejuego político, Aguilar Bodegas, fue definido posteriormente como candidato por los partidos integrantes de la Coalición “Por Chiapas al Frente”: PAN, PRD y MC.
Eduardo Ramírez Aguilar, ex-presidente del PVEM, en sus intentos por lograr la candidatura, cuestionó la alianza de este partido con el PRI, organizando lo que denominó “Movimiento por la dignidad”; Castellanos Cal y Mayor, exalcalde de Tuxtla Gutiérrez, reitera su disposición de ser candidato y solicita licencia a su cargo. Las cosas fueron sucediendo contrariamente a lo publicado y estipulado por el IEPC, institución que para entonces era cuestionada por las accesibilidades y plazos que otorgó a ciertos partidos y políticos para que terminaran de ajustar sus diferencias.
La intención de mantener unida y firme la coalición “Todos por Chiapas” era de orden no sólo estatal, sino nacional, puesto que la ruptura de la alianza PRI-PVEM representaba una desventaja considerable para José Antonio Meade, ya que Chiapas representaba aproximadamente un millón de votos para el candidato de la alianza PRI-PVEM-Nueva Alianza.
Al aprobarse la candidatura de Albores Gleason en el PRI, escaló el desencuentro entre el PRI y el PVEM, decidiendo éste ir sólo para la candidatura de gobernador. El 19 de febrero los partidos Verde Ecologista de México, Podemos Mover a Chiapas y Chiapas Unido se retiraron de la alianza “Todos por Chiapas”. A pesar de esta ruptura, dichos partidos se mantienen en el registro de las candidaturas para el Congreso del Estado, no así en la de los ayuntamientos, en donde el PRI se registra como partido único.
La decisión del Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación (TEPJF), del 6 de junio, ratificó a Fernando Castellanos Cal y Mayor como candidato a gobernador por el PVEM y sus aliados, los partidos políticos locales Poder Mover a Chiapas y Chiapas Unido, bajo la figura de candidatura común. Debe mencionarse que Castellanos es un político de corta experiencia, exdiputado local y exalcalde, cuyo capital político está representado por su cercanía al actual gobernador.
Los candidatos de estos partidos han hecho un llamado para que sus militantes emitan un “voto cruzado”, es decir, para votar por los candidatos del verde en el estado y por Andrés Manuel López Obrador para la presidencia de la república. Por otro lado, el día previsto para el cierre de campañas, el día 28 de junio de 2018, se conoció una doble noticia: la renuncia a la candidatura de Fernando Castellanos y la solicitud del registro del actual gobernador Manuel Velasco Coello, como candidato a senador plurinominal, en sustitución de Jesús Sesma. Las implicaciones de estas decisiones, en caso que la autoridad electoral las apruebe, están por verse.
Por otro lado, en tanto coordinador del Partido Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en Chiapas, fue propuesto como candidato a la gubernatura, Rutilio Escandón Cadenas. Posteriormente fue registrado como candidato de la coalición “Juntos Haremos Historia”, junto al PT y Partido Encuentro Social (PES). En un ejercicio de pragmatismo político, esta coalición registró como candidato al senado a Eduardo Ramírez Aguilar. Éstas y otras candidaturas le han significado a Morena severos cuestionamientos, ya que en diversos municipios militantes de dicha fuerza política se vieron desplazados.
La figura de candidato independiente, establecida por la reforma político-electoral de 2014, se redujo a la postulación de Jesús Alejo Orantes Ruiz, exdiputado local del PRI, empresario gasolinero y del transporte. Resultó por demás evidente que el hecho de contar con un candidato independiente no ofreció posibilidades a los electores de contar con opciones genuinas.
Otro hecho que marca esta elección es que por primera vez podrán reelegirse candidatos a alcaldes y a diputados. Según el Código de Elecciones y Participación Ciudadana del estado, diputados podrá reelegirse hasta por cuatro periodos y alcaldes, regidores y síndicos podrán ser electos únicamente por un periodo adicional. Por lo menos 28 presidentes municipales aspiran a la reelección en el proceso electoral 2017-2018, entre éstos, 10 de 32 alcaldesas, situación que ha detonado protestas en varios municipios.
No hay que perder de vista el hecho de que en varios municipios con población mayoritariamente indígena, se ha demandado elegir a sus autoridades por medios de usos y costumbres y no por el sistema de partidos, esta situación deriva en una tensión en el plano de lo jurídico-formal y una dimensión de carácter social.
Como en el plano nacional, también en Chiapas se vive una evidente crisis de legitimidad de los partidos políticos, privando sobre todo acciones de pragmatismo entre los actores políticos locales. Hemos visto así el desdibujamiento del Partido de la Revolución Democrática (PRD) en Chiapas, fuerza política que anteriormente jugó un papel relevante para lograr la alternancia en las elecciones para gobernador de 2000 y de 2006.
Al mismo tiempo, también asistimos a una recomposición de actores identificados con una izquierda social y política, que están optando por el voto para Morena, aún con los cuestionamientos a algunas candidaturas otorgadas a personajes cercanos al actual gobernador.
La crisis del proyecto de coalición “Todos por Chiapas” formada por los partidos PRI-PVEM y PANAL y dos partidos locales, se dio por la arrogancia de las cúpulas nacionales, particularmente las del PRI, que ignoraron el significado político de decisión en sus bases y en sus dirigencias locales. En esta coyuntura, el desenlace de esta tensión paradójica está mediada por el impulso del candidato Andrés Manuel López Obrador y su partido, MORENA: las bases sociales del PVEM, al igual que las del PRD, se deslizan hacia MORENA y su candidato.
En suma, sin obviar el contexto de crisis económica y de violencia política y social nacional, la dinámica preelectoral en Chiapas visibiliza un juego en el que instituciones electorales y partidos políticos dejan de ser lo que, desde la norma, deberían ser.
En esta lectura preelectoral para Chiapas, podríamos decir que después de las elecciones locales de 2000, 2006 y 2012, si de democratizar el ejercicio de gobierno y de la política local se trata, la dinámica de las campañas y de sus actores políticos y sociales, auguran un proceso terminal de lo que Chiapas nunca ha sido, esto es, una democracia de gobierno y de sociedad.
[i] Cuarta entrega del Balance pre-electoral de Chiapas y México, 2018, elaborado por el Observatorio de las democracias: sur de México y Centroamérica (ODEMCA-CESMECA).
[ii] Investigadores en el Observatorio de las democracias: sur de México y Centroamérica del Centro de Estudios Superiores de México y Centroamérica (CESMECA-UNICACH).
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