Definición de picardía
La picardía es una palabra que crece conforme crece el ser humano. Hay muchas palabras que no son así; de hecho, la mayoría de palabras se conserva sin cambios visibles, por ejemplo, la palabra paz no cambia, sin importar el siglo ni el lugar, la paz es la paz aquí y en China; en cambio, la palabra picardía se modifica con el paso del tiempo. Un niño pícaro causa simpatía, mientras que cuando crece produce rechazo.
El diccionario de la Real dice que picardía puede ser una “travesura infantil”, pero también es una “acción deshonesta”; es decir, mientras una picardía se considera una simple travesura cuando el ser humano es niño, la picardía se convierte en una acción deshonesta cuando la realiza de grande, porque la picardía puede ser la misma, pero toma otro color dependiendo la edad del pícaro en cuestión.
Si un niño le sube la falda a la maestra, en el jardín de niños, todo mundo considera la acción como una simple picardía. ¡Ah!, pero no vaya a ser el padre de familia que comete el mismo acto, porque la picardía es considerada como una acción perversa.
Es lamentable que una palabra pierda su esencia inocente y adopte una carga retorcida. Me encantan las palabras que permanecen inalteradas: por ejemplo, la palabra mañana no tiene algún requiebro, siempre es luminosa, a pesar de que esté nublada. Lo mismo sucede con la palabra esperanza y con la palabra noche. Pero hay palabras que pierden su sentido original (su inocencia, si puede aplicarse tal término).
En Comitán hay un disco que se llama “Los cuentos de doña Lolita. Picardías comitecas”, disco que fue grabado por doña Lolita Albores, que en paz descanse. El disco es una selección de las mejores “mudencadas” de dos discos proverbiales: “Qué pensás que’stoy pensando” y “El guatec’ca’tusáias”. Me gustó que el disco más reciente dijera que contiene “Picardías comitecas”, porque el pueblo comiteco, la verdad, es pícaro, en su sentido más lúdico. Por el contrario, muchas personas definen los discos como los de “las malcriadezas de doña Lolita”, y la palabra malcriadeza conlleva un sentido peyorativo. Doña Lolita era como una niña, decía sus “mudencadas” con la inocencia del niño que corta un durazno en un sitio ajeno, porque a esa edad cree que el mundo no tiene dueños exclusivos. El disco, entonces, contiene picardías y no malcriadezas, contiene aire limpio y no smog. El smog (debemos decirlo) está en las mentes de los que, torcidos, ya no son árboles erectos.
Disculpen, pero el mundo (cuando menos el de por acá) debe hacer una campaña para dignificar a las palabras, que no sean confusas. Si la palabra puta designa a una mujer que vende su cuerpo, que sólo se aplique a ello y no se aplique, en un momento de coraje infundado, a la madre del prójimo, porque, lo más probable es que la madre del otro no venda su cuerpo. Lo mismo tendría que pasar con la palabra picardía. Lo correcto es que se aplique sólo como sinónimo de sonrisa infantil, de manita subiendo la falda traviesa de la maestra, de pie saltando sobre la cuerda, de rostro manchado por helado de limón.
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