Definición de negro

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En Comitán es famoso el dicho: “Tan negro como la noche en que se perdió el cuch”. Roselia dice que, en efecto, asocia el término negro con la noche y el día lo asocia con la claridad, no necesariamente con el color blanco, por lo que, deduce, el contrario de lo negro no siempre es lo blanco.

La tía Hermelina siempre exigió a sus hijas que no tuvieran relaciones antes del matrimonio. La tía era de mentalidad cerrada, cerradísima, tan cerrada como quería que sus hijas mantuvieran cerradas las piernas. Pero las tres hijas eran traviesas, apenas cumplieron los catorce años decidieron que no le harían caso a su mamá y se convirtieron en lo que ahora designan como activas sexualmente y en “los tiempos de la canica” llamaban putería. La exigencia de la tía era por su deseo de verlas casadas “de blanco”. Cuando las tres hijas hallaron a tres ilusos enamorados que les propusieron matrimonio, la tía prendió veladoras (sí, tres) para dar gracias a la Inmaculada Concepción (ella sí, sin mácula) por el milagro de que sus hijas, a finales del siglo XX (siglo de perdición, según ella) hubiesen llegado intactas al matrimonio y se casaran de blanco.

Todo el  pueblo, menos la tía Hermelina, sabía que las tres hijas, en el momento de entrar al altar, debieron fajarse el vientre que ya estaba abultado por un producto de seis meses. La maledicencia popular, en voz baja, comentaba que “ese blanco está medio jaspeado”. El jaspe, lo sabe medio mundo, es una piedra que tiene vetas de diversos colores, por lo que su textura no tiene un color puro, como otras piedras. Los más atrevidos decían que el vestido blanco de las hermanas era como la alfombra de las sirvientas malcriadas, quienes la levantan para echar la basura por debajo, así, el exterior está impecable, pero el interior está sucísimo.

Si alguien busca la definición de negro en el diccionario de la Real Academia hallará lo siguiente: “Color semejante al carbón o a la oscuridad total”.  En una segunda acepción el diccionario refiere que la palabra negro se aplica a las personas de raza oscura.

Cuando un determinado color se aplica a las personas por cierto tinte político o rasgo racial, abandona su transparencia natural. El rojo se convierte en rojillo cuando se aplica a alguien con mentalidad comunista; el amarillo se convierte en amarillista cuando se aplica a una noticia que se despega de la realidad y camina por las orillas del chisme, del arguende y que, igual que en el caso de las hijas de la tía, manchan la honra del prójimo. El negro, por su rotundez, no necesita matizarse, basta pronunciarlo para que el imaginario colectivo lo asocie con tragedia y con maldad. Las mariposas multicolores, blancas y amarillas son bienvenidas, pero resulta sinónimo de mal presagio el hecho de que una mariposa negra aparezca en el patio de la casa. El negro no es bien visto, es motivo de racismo irracional. Nunca, en la historia de la humanidad los blancos han sido sujetos de persecución como lo han sido los negros.

¿Qué hacer para “blanquear” un poco la idea nefasta del color negro? A mí me encanta la literatura y el cine porque estas ramas del arte son benévolas con la humanidad. Hay millones de lectores y cinéfilos en todo el mundo que disfrutan el cine negro, el cuento negro y la novela negra.  Estos géneros dignifican el color sinónimo de oscuridad total.

¿Negro como la noche en que se perdió el cuch? ¿Negro como el porvenir? ¿Negra como la conciencia de cada una de las hijas de la tía Hermelina? Porque resulta que cuando, a los tres meses de la boda, las hijas tuvieron a sus criaturas, el pueblo se burló y las bautizó como “Las palomas blancas cagadas”. Cuando la tía se enteró le dio una embolia que le provocó una torcedura de cara que jamás compuso, hasta que llegó su muerte. Cada vez que se veía al espejo recordaba la afrenta de sus hijas y, como si fuese loba, aullaba.