Los disfraces de la vida
Casa de citas/ 378
Los disfraces de la vida
Héctor Cortés Mandujano
Leo Al día siguiente (Palibro, 2012), regalo de la autora y querida amiga Nedda G. de Anhalt.
El epígrafe de “Última rima”, de Ernest Hemingway, es terrible (p. 34): “Si dos seres se aman/ no puede haber un/ final dichoso”.
Nedda es viuda y amaba (ama) entrañablemente a su esposo. La “Canción séptima” parece haberla escrito para él (p. 62): “Cuídate de la resaca de la luz/ de las sombras zalameras/ que sepan besar a los/ noveles difuntos/ No vayas a hacer alianza/ con otra alma/ Espérame”.
Termina Nedda su “Autorretrato con cacofonías y precisión voluptuosa” con estos versos (p. 158): “¿Mi maestro preferido? El que me enseñó a amar”.
Su “Retrato indiscreto” dice (p. 168): “Créeme/ no ando de brazos cruzados/ en ciertos poemas hablo de ti/ sin mencionarte”.
El amor es el tema recurrente en esta colección de poemas (p. 183): “Amo el amor porque me fue permitido conocerlo”.
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El recuerdo embellece lo que toca
Rosario Castellanos,
en “La nostalgia”
Para escribir el último capítulo (“Rosario, la Atenea”) de mi libro Chiapas cultural. El Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas, leí y releí la obra completa de Rosario Castellanos. En los últimos tiempos me han invitado a dar conferencias sobre ella y he vuelto a leer su poesía y un libro de ensayos (“Juicios sumarios”) contenidos en el voluminoso Obras II. Poesía, teatro y ensayo (Fondo de Cultura Económica, 1998), que rebasa las mil páginas. De allí, comparto.
En “Lecciones de cosas” aparece la ironía, lo que más me gusta de ella (p. 196): “Si tienes una capa córtala/ en dos y entrega la mitad al otro/ –aunque el otro no sea más que un coleccionista/ de mitades de capa”.
El “Consejo de Celestina” me encanta y lo trascribo completo (p. 206): “Desconfía del que ama: tiene hambre,/ no quiere más que devorar./ Busca la compañía de los hartos. Ésos son los que dan”.
En “Mirando a la Gioconda” dice que es monolingüe y, contradictoriamente, tiene versiones de poemas de Dickinson, Claudel y St. John Perse. En “Oda segunda. El espíritu y el agua”, de Paul Claudel, dice, en un verso brillante (p. 240): “La libertad está contenida en el amor”
En “Marcas”, de Perse, está esta línea bella (p. 249): “Me han llamado el oscuro y yo habitaba en el resplandor”.
Como critica, Rosario no era condescendiente. Dice en “Juicios sumarios” sobre José Revueltas (p. 514): “Su problema es, hasta ahora, el no haber logrado que la ideología encarnara en la obra de arte”.
Arranca una de sus juicios con estas palabras (p. 574): “Los hombres, dijo en una ocasión Oscar Wilde, primero aman a sus padres; luego los juzgan y casi nunca los perdonan”.
Cita a Carlos Gros (p. 591): “Todos, hasta los más vulgares, sabemos que la verdad, si existe, no se puede alcanzar”.
En “El amor según Simone de Beauvoir”, dice (p. 652): “Una mujer es más deseable en la medida en que abandona su estado natural y se sujeta a la servidumbre más rigurosa. Es la mujer sofisticada quien se ha constituido siempre en el objeto erótico ideal”.
Cita a Virginia Woolf (p. 687): “Me obligaré a encarar el hecho de que no hay nada, nada para ninguno de nosotros. Trabajar, leer, escribir, son todos como disfraces; y las relaciones con la gente. Sí, hasta tener hijos no serviría de nada”. También dice la Woolf (p. 689): “Uno no puede pensar bien, amar bien, dormir bien, si ha comido mal”.
En “El escritor y su público”, que es el texto que leyó cuando le otorgaron el Premio Chiapas, dice Rosario (p. 730): “¿Quién de los dos –el artepurista o el escritor comprometido– está en lo justo? En nuestra opinión, ninguno. Al escoger de la creación y descuidar los otros, ambos mutilan sus capacidades, cercenan la realidad expresada y excluyen virtuales interlocutores”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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