Horror vacui, plenamente justificado y muy poco estético
El más divertido fue el tío Chus. Les pegó a todos, al estilo de candidatoindependientequevaenúltimolugar. Aunque sigo sin poder explicarme cómo es que llegó ahí. Tal vez vino a lo mismo que a las dos elecciones anteriores: declinar a favor de quien más le ofrezca.
Rutilio, pues ni hablar, hay quien nace sin carisma. Pero así como no descalifica a Orantes decir «resolvido», tampoco descalifica a Escandón tener cara de palo. Era el jefe del poder judicial, debe saber los secretos más oscuros de todo el mundo. ¿por qué no los usó? ¿por ética, por miedo o porque quiere regresar a su antiguo trabajo? En todo caso fue el más gris de los cuatro (aunque está muy cerca de imitar a la perfección la forma de hablar de AMLO).
Josean, que yo tenía por el más mafioso y más burdo de los cuatro, resultó ser el que —aparentemente— sabe más de los problemas del estado y se desempeña mejor frente a las cámaras. pero al igual que muchos candidatos del Frente, Josean está solo: no tiene un equipo, no tiene bloque, no tiene gabinete. Esa soledad tan característica del priísta que abandona su partido no por convicción sino por ambición. Igual que Anaya, lo único que tiene es un capricho.
A Roberto se le nota muchísimo que sabe tanto de Chiapas como las dos moderadoras. Sus propuestas para impulsar el turismo y para garantizar la seguridad son sencillamente estúpidas. El resto son una repetición de lo que manda decir Peña Nieto. Cuando las y los analistas locales afines dicen que tuvo «buen desempeño», se refieren a esa habilidad de los «buenos» políticos chiapanecos: Hablar de programas-limosna que ya se entregan de por sí o que llegarán de gobierno federal y prometerlos como si fueran virtud propia. Ah, y dice «chapanecos».
Lo bueno para los cuatro es que la moderación estuvo tan mala que esas tres personas fueron las perdedoras por mucho. Hicieron preguntas confusas donde quedaba en evidencia su ignorancia del contexto, se burlaban de las respuestas, tardaban mucho abriendo sobres y sobre todo fallaron en su principal misión: moderar a los candidatos. Más allá de si nacieron o no en Chiapas, Elisa, Amado y Martha no tenían que haber estado ahí pues además que los problemas del estado les resultan ajenos, ninguno de ellos representa una autoridad para los candidatos y pudieron esquivar sus preguntas incómodas con cinismo y sin daño. La responsabilidad, sin embargo, no recae en quien moderó, sino en quien les seleccionó (el IEPC) y en la producción de canal 10 (además su señal se corta a cada rato).
En resumen, todo mal. A la enorme sensación de vacío, el debate nos ha demostrado que ni siquiera tenemos la opción de un “menospeor”.
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