Historias íntimas del cine mexicano
Casa de citas/ 377
Historias íntimas del cine mexicano
Héctor Cortés Mandujano
Amor al cine es lo que trasmina el libro Los artistas de la técnica. Historias íntimas del cine mexicano (Plaza y Valdés Editores, 1997), de Malú Huacuja del Toro. Presentado como si fuera un guion, abre con una “Primera secuencia” donde la novelista, dramaturga y guionista explicita que este es el (p. 12) “primer registro de testimonios que se ha hecho en México desde el punto de vista de los equipos de tramoya, construcción, iluminación, maquillaje, peluquería, efectos especiales, coordinación de extras, continuidad, etcétera”.
El libro es gozoso, emocionante, lleno de vida. A Críspulo de la Torre, ahora jefe de Staff, cuando jovencito le pidieron (p. 15): “Ve por un garrafón a la bodega y me lo llenas de neblina, porque se necesita mucho humo aquí en el foro”. Desde entonces sabía que no podía decir “No se puede”, porque esa frase, “en rodaje, casi siempre significa ‘piensa rápido’, ‘imagina’ y ‘trata de encontrar la forma’ ”.
Ante ellos han desfilado las actrices y actores que ahora son mito. Luis Suaste estuvo en el debut fílmico de María Félix (p. 23): “Siempre fue un poco alzadona, pero una maravillosa mujer. Igual Jorge Negrete, ¿eh?, apenas saludaba y por allá se sentaba. Era serio, pero muy amable”.
Enrique Lechuga, pintor de cámara, declara muchas cosas interesantes de su oficio, pero esta frase me pareció extraña, llamativa (p. 31): “Cuando una calle está mojada huele a mujer”.
Gonzalo Gavira es legendario. ¿A cuántas películas ha puesto efectos de sonido? (p. 47): “No me acuerdo cuántas he hecho, pero cuando me dieron la medalla Salvador Toscano ya llevaba 2 mil películas y pico”. Se volvió muy famoso por sus efectos en El exorcista (p. 49): “Muchos efectos son mi pura voz […] Siempre estoy pensando en lo que viene y preparándolo. Ahí lo que pasó fue que me acordé de que, en seguida, a la niña le daba vueltas la cabeza. Entonces, que veo que mi ayudante traía un peinito en la bolsa de su camisa. Que se lo saco y que empiezo a hacer así, los dientes del peine contra mis dientes…”
“Es escalofriante”, dice Malú Huacuja. Yo tengo presente la escena. Estoy de acuerdo.
“En El bueno, el malo y el feo –sigue Gavira–, por ejemplo, sufrí mucho con las moscas. Hasta que se me ocurrió cómo sonaban: con los carrizos, quitas el corazón del carrizo, tomas la hoja, le soplas.”
En muchas películas nacionales e internacionales aparecieron animales entrenados por los hermanos Miguel y Humberto Gurza. Cuentan que después de que se filmó Tarzán en nuestro país, la productora gringa vendió los animales a un circo y, dice Miguel (p. 95), “empezamos a rescatar a los animales del circo, porque no eran cirqueros, se sentían muy mal en un circo los pobres. Habían sido actores y de repente van a dar a un circo”.
Es simpático Miguel (p. 98): “Trabajamos con Gérard Dépardieu en La cabra. Ahí participó una cobra. Era una cobra que no cobraba” y (p. 100) “En La casa endiablada, en Estados Unidos
, se usaron casi 2 millones de moscas. Pero una era la mera actriz”.
Adolfo Navarro, gerente de producción, cuenta el montón de minucias que pueden entorpecer una filmación (p. 137): “Te habla un trabajador y te dice: ‘Oye, es que no tuve con quien dejar a mi hija, y entonces no me puedo presentar al llamado’. Con tal de que llegue porque lo pidió el director, tú consigues a una niñera”.
Gabriel Figueroa, todo un estilo, también es entrevistado por Malú (p. 184): “El artista nace. […] Pero la técnica se necesita para todo. Para todo”.
Entrevistados al alimón, el productor francés Jean-Michael Lacor y el director Jorge Fons, coinciden. Dice Lacor (p. 210): “Dios en el set es el director”, y Fons (p. 211): “¿Dónde está la emoción del cine? Está en el set”.
Maricarmen de Lara, documentalista, no está de acuerdo con que (p. 221) “todo lo que hacen las mujeres tiene el toque de la femineidad y el toque de reflejarnos. No es cierto. A mí me parece una falsedad inmensa”. Eso no es “feminismo”, sino “mujerismo”, dice; y esto último (p. 222) “es esa visión a ultranza de decir que porque las cosas las hace una mujer ya está narrando lo femenino”.
Dice Jorge Ayala Blanco, es las últimas líneas de este maravilloso documento (p. 232): “Creo que los grandes ilusionistas y los grandes artistas finalmente son los llamados técnicos”.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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