Definición de de
¿Han pensado alguna vez que una simple De es como una cadena casi irrompible? Lo noté hace algunos días, redacté un oficio y escribí: “Comitán de Domínguez”. ¡Ah, qué engarce tan rotundo! Una simple De hizo que Comitán fuera de Domínguez. Fue cuando recordé a Margarita, quien siempre evitó usar el apellido del esposo (de quien ya se divorció hace como dos años). Margarita dijo que esa De era peor que la serpiente que ofreció la manzana del pecado en El Paraíso (yo no creo eso de la serpiente, pero Margarita insistía en ello).
Hay millones de mujeres latinas que, al instante de casarse, al instante de colocarse el anillo en el dedo cordial, al instante de permitir que una pareja de padrinos les imponga un “lazo” a la hora de la ceremonia religiosa, también se endilgan un De tal. Margarita nunca permitió que alguien dijera que era de López. ¡No! Siempre luchó su libertad, su identidad personal. Como feminista de hueso colorado insistía en decir que lo que es parejo no es chipotudo, así que si el fulano quería que ella fuera de López, él tendría que ser de Martínez (que es el apellido paterno de mi amiga). ¡Qué!, dijo el fulano de tal cuando Margarita (jugando) se lo propuso. ¡Jamás!, dijo. Ah, pues entonces, dijo mi amiga, yo jamás será de López y siguió usando su apellido paterno de siempre.
¿San Cristóbal es de Las Casas? Pues sí. A alguien se le ocurrió hacer un homenaje al fraile y convirtió a la ciudad en “propiedad de”. Parece algo insustancial, algo divertido, pero, los sociólogos podrán dar orientaciones acerca del tema que no es tan simple como parece.
Los que saben dicen que la De es una simple preposición y en los ejemplos que di dan el sentido de pertenencia. ¡Así es! Gracias por no ocultar su poder alienante. Una simple De es un engarce que hace que un objeto se convierta en posesión de alguien determinado.
Cuando preguntan mi lugar de nacimiento digo que soy “de Comitán”. Cuando digo esto no me doy cuenta exacta que estoy diciendo que soy de “Comitán de Domínguez”, y si Comitán es de Domínguez y yo digo que soy de Comitán, entonces estoy diciendo que soy casi casi “de Domínguez”. Esto, en apariencia pueril encierra un tremendo vínculo de sujeción. Tal vez por esto, la poeta Mirtha Luz Pérez (sólo las poetas pueden ver más allá de la simple grieta) dijo, en un poema: “Yo no soy de Comitán, Comitán es mío”. La poeta se rebeló y decidió botar, por primera vez en la historia, el De posesivo. Con ese sencillo cambio de paradigma ella desintegró esa cadena opresora. ¡Ah!, con cuánto orgullo los chiapacorceños expresan que son de Chiapa de Corzo. Sucede la misma figura tramposa que con Comitán y que con San Cristóbal, en lo más profundo de la declaración hay una De opresiva, asfixiante.
¿Nunca se han preguntado por qué Tuxtla sigue siendo la capital política de Chiapas? Porque los tuxtlecos, nada tontos, no permitieron que la De posesiva cediera terreno al héroe que la signa. ¡No! Ellos le rindieron un tributo a Joaquín Miguel Gutiérrez, pero no le cedieron la ciudad a los Gutiérrez. ¡No! Bastó con eliminar esa cadena irrespirable que es la De, para que los tuxtlecos vivieran con la frente en alto. No es casual que en el Museo de la Ciudad exista una columna que en su cúspide sostiene a una mujer que ha roto las cadenas. No es casual. Digamos que esa cadena es la fastidiosa De que amarra, como en corsé diabólico, a todas las ciudades que han permitido pasar a ser propiedad de…
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