Una pregunta que me hicieron en el cine
Casa de citas/ 371
Una pregunta que me hicieron en el cine
Héctor Cortés Mandujano
Suelo ver las películas sin “espíritu crítico”. Me explico. Me gusta meterme en lo que cuentan –salvo que comentan errores garrafales, desde mi punto de vista– y disfrutar, sufrir, soñar… sentir, mientras duran. Cuando terminan ya puedo hacer un discurso, decir esto y aquello me gustó o no me gustó y por qué, pero antes intento no hacerlo, me dejo seducir.
[Curiosamente, más o menos lo mismo dice el crítico Jorge Ayala Blanco en la entrevista que le hace Malú Huacuja del Toro en Los artistas de la técnica. Historias íntimas del cine mexicano, Plaza y Valdés Editores, 1997, sobre el público que veía las películas del Santo (p. 229): “Se daban cuenta de todos los trucos mal hechos. Sin embargo, lo veían con gran simpatía. Eso, para mí, es tener más conciencia crítica que la de un egresado de la Facultad de Ciencias Políticas. La gente que aúlla con una película o que se aburre es un crítico público”.]
Así leo, también: creyendo que lo que me cuentan es cierto o sabiendo que es mentira, pero gozando con el vuelo compartido que hago con las palabras, si éstas no se traicionan a sí mismas, si no violan el acuerdo tácito entre quien escribe y quien lee.
Por eso, cuando en una cinta hacen una pregunta siento que me la hacen a mí. En una película que vi hace poco me sentí interrogado. Fue en una peli española, entretenida y “palomera”, llamada Nuestros amantes (2016), de Miguel Ángel Lamata. Un escritor pregunta a una lectora avezada cuál es su libro favorito (algo que me han preguntado mucho) y ella contesta, muy sensatamente, que eso sólo podría responderlo quien lee casi nada, que ella tendría que mencionar por lo menos diez libros.
Y me quedé pensando cuáles serían mis diez y me di cuenta que, en lugar de libros, yo tendría que hablar más bien de autores porque en libros la cifra me quedaría corta. Y luego, como si fuera a publicar mi respuesta (algo que no creí en un principio), pensé en que debía dividirla en autores y géneros. Decidí que tenía que apretar la respuesta y sólo podía permitirme dos autores por género. Esto quedó:
Teatro (es decir, dramaturgia): Shakespeare, en primer término, y luego Bertolt Brecht, a los que leo y releo. Cualquier línea mía en este género busca honrarlos, aunque mi oficio, mis temas, mi propio desarrollo busque no imitarlos más que en tres nociones: la libertad (que el tiempo aparezca en escena, que los fantasmas sean reales), el asombro (que pueda cantarse la desgracia sin llorar, que pueda bailar la vida con o sin la risotada del prostíbulo), la verdad (distinguir claramente que la vida no es un teatro ni el teatro es la vida).
Novela: Virginia Woolf, primero (no sólo me parece mi ejemplo de novelista que no se suma a las modas ni escribe, como demasiados, la misma novela y de la misma manera; sino también como persona: se aleja de los políticos, del poder, de las canonjías, de las estúpidas convenciones que puedan distraerla de lo importante: leer, escribir, vivir), y Doris Lessing, después (aquí me di cuenta que mi preferencia es muy marcada por las mujeres porque podría seguir con dos más: Margaret Atwood y Toni Morrison, que compartirían espacio con tres hombres: Ítalo Calvino, Henry James y J. M. Coetzee.)
Ensayo: George Steiner y Harold Bloom, en la misma jerarquía. Por las sugerencias de ellos dos he leído bibliotecas enteras; he gozado muchas páginas de ambos y no dejo de sentirme afortunado por su decisión de compartir sus hallazgos, su vasto conocimiento. Son parte de mi riqueza.
Poesía: Walt Whitman, Emily Dickinson y Pablo Neruda, en el mismo plano. Con los tres he sentido que soy algo más que un ser humano, alguien que tiene dentro un cielo lleno de ángeles (de distinta laya), un espíritu que ha vivido, sigue y seguirá viviendo muchas vidas.
Y tendría que poner también, en algún lado, a tres de mis imprescindibles: Jorge Luis Borges, Octavio Paz y Sergio Pitol.
Me han hecho otras preguntas desde otra película, pero no se trata de contestarlo todo, evidentemente.
Contactos: hectorcortesm@gmail.com
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