La Pejefobia
Hernán Gómez Bruera es periodista e investigador del Instituto Mora. Últimamente ha acuñado el concepto de la “Pejefobia”, para dar cuenta del poder de las emociones frente a un candidato a la presidencia de la República, en este caso todas adversas a Andrés Manuel López Obrador (AMLO). Es decir, Gómez Bruguera se pregunta por qué tanto encono y tanto odio hacia un candidato colocado ya en el pedestal del personaje político más atacado de la historia reciente del país. Literalmente, toda la llamada “clase política” nacional se ha volcado desde hace 15 años por lo menos, en atacar ferozmente al dirigente. Desde periodistas, políticos de toda índole, jueces, empresarios, legisladores, académicos, y un largo etcétera.
En consecuencia, a AMLO se le odia o se le quiere. Esta dualidad tan desgastante desde el punto de vista político, no pasa por lo que propone como ideología y práctica gobernante; es como Maradona, nadie veía sus logros en el futbol, sino en lo que ofrecía como parte de las simpatías y empatías. Nomás caía mal y ya. Así pasa con AMLO y en esto sí pasa por el rasero de las emociones.
Hernán Gómez lanza una hipótesis de la Pejefobia. La animadversión hacia AMLO y su persona (y no hacia su proyecto político, o por lo menos en primera instancia), se debe a que por primera vez en las últimas décadas de la posrevolución, está latente la altísima posibilidad de que alguien que no pertenece las élites gobierne este país. Un personaje que no tiene grados académicos en universidades “de moda”, nacionales y extranjeras; no habla inglés y norespeta las figuras del poder; que es de provincia, concretamente del sur pobre de México, y que se ha dedicado a des-solemnizar sistemáticamente cada figura de poder estado mexicano, como el presidente, los representantes de los poderes, cualquiera que represente, según el termómetro popular, lo que él llama reiteradamente la “mafia del poder”.
Si así fuese, estamos ante una ola emocional con conflicto de clase social, contra AMLO el advenedizo, el naco sin identidad familiar o profesión acomodada. Por eso no se le perdona nada, diga lo que diga, haga lo que haga, será sometido a la más dura de las críticas. Intelectuales y periodistas como Enrique Krauze y Ciro Gómez Leyva, cada vez que hablan de él hacen muecas y encorvan las cejas, así como muchos otros, los grados de intolerancia salen a la luz sin más explicaciones que el ardor generado desde la animadversión pura y dura. Federico Reyes Heroles (rubio, ojos azules, hijo de un prominente priista) le llamó “farsante” y “déspota antidemocrático” se cuestionó la enorme popularidad que tiene por nuestra culpa; Francisco Martín Moreno, lo ve como el apocalipsis: después de AMLO en el gobierno, la barbarie. El actual dirigente del PRI lo llama “López” acusando lo popular, en el peor de los sentidos, del apellido en México, como si eso fuese un pecado de alta traición en la alcurnia política, aunque para Enrique Ochoa, por supuesto que lo es; Vicente Fox, expresidente, hijo de una española y nieto de inmigrantes alemanes, le dice “lopitos”, por la misma razón. Y eso que Obrador aún no gobierna el país.
El miedo es manifiesto. Harán lo que sea, “ahiga sido como ahiga sido”, como ya reveló el panista, Felipe Calderón, para que no llegue al poder. Por eso toda la clase política nacional va al cumpleaños del tristemente polémico, Carlos Salinas, sin ningún rubor ético. Todos son amigos del alma. Son lo mismo, y en política no hay casualidades, dicen los clásicos.
Diego Fernández de Ceballos diría al cuestionársele su asistencia al guateque siendo de oposición: “porque me dio la gana”. Gómez Leyva no ve mal que sea “muy amigo” de Salinas. Al actual candidato del PRI, los periodistas oficiales le llaman “Pepe Toño”. Familiaridad displicente que, a la hora de la crítica profesional, dista mucho de la confrontación casi perpetua que mantienen con Obrador. Cada vez que pueden (y contra su voluntad, ya que antes no había foros de los medios para este tipo de oposición política), sus dardos incisivos no son para cuestionarle sino para hacerle trastabillar y mostrar las “carencias” de no tener el pedigrí de la casta que gobierna la nación. Se vio en la entrevista colectiva en el canal de Milenio, con sarcasmos y burlas directas de parte de algunos de los entrevistadores, por su forma de encarar, según AMLO, nuestra realidad. Incluso en cuestiones realmente urgentes, como otorgar más presupuesto a las universidades, becas incluidas, y así ningún joven deje de estudiar y no caer en las redes de los negocios fuera de la ley. Esta iniciativa, cuando menos, debería de ser tomada en cuenta (ya no celebrada a los cuatro vientos por el estado más que deplorable de la educación nacional) y analizada seriamente. Pero es AMLO, y si el lo propone es una medida “populista”, una “ocurrencia”. Una “locura”, dicen.
Para esta élite, el pastel no debe repartirse en rebanadas iguales para todos. Es tan rico y generoso que debería alcanzar para todos, pero desde hace tiempo la repartición la han hecho los que se robaron los símbolos de la RevoluciónMexicana. Un político pobre, es un pobre político, dijera Carlos Hank González, ideólogo de Enrique Peña Nieto y del actual grupo en el poder; a balazos entramos, a balazos salimos, dicho por el priista ejemplar, Fidel Velázquez. Por eso no quieren dejar que alguien, extraño y peligrosamente popular, les quite las gandallísimas tajadas que se han servido desde hace casi cien años. Se han enriquecido hasta la ignominia, se han corrompido hasta la médula de sus progenitoras, son cínicamente impunes viviendo en la ilegalidad.
Aunque ahora parece que se les revierte como boomerang. Toda la guerra sucia que han lanzado (y viene lo peor), le da más razón a AMLO: como la introducción de la candidata Zavala y el denominado “bronco” a las boletas, delincuentes electorales confesos, validados por el tribunal encargado de dar legalidad a las elecciones, ya el tabasqueño lo había vaticinado. O la nueva cantaleta mediática del “peligro para México”, después de la mariscada en casa de Salinas de Gortari, casi capo el cual todos van a rendirle pleitesía, revive el voto del miedo y posterior fraude “patriótico” del “nuevo” PRI. La mafia del poder. Nada nuevo. Solo que ahora la gente está más que enfadada, harta de tanta trampa. Encabronada. Eso sí que debe de quitarles el sueño.
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