Entre conocimientos, tradiciones y gustos

Foto: Flor de sicqueté/Cortesía

Con cariño para Belli y Guillermo, por las experiencias compartidas en el terruño.

¿Alguna ocasión han hecho memoria sobre los conocimientos locales que hay en sus terruños o lugares de origen? Hago esta pequeña reflexión, en una tarde calurosa, entre el canto de los pájaros y el inconfundible canto de una chicharra, al evocar conocimientos locales en Tuxtla Gutiérrez que son propios de esta temporada y que probablemente, en la actualidad, pasan desapercibidos.

Uno de estos conocimientos es la celebración que llevan a cabo en la iglesia del Cerrito con motivo a la Semana Santa, ahí se conjuntan conocimientos de la cultura zoque con la religión católica. Es interesante observar cómo este sincretismo se hace presente y estas prácticas se continúan transmitiendo a las nuevas generaciones, en un ambiente de fervor y respeto.

Al interior del templo se entremezclan el olor a incienso, el de las hojas de matarratón, lo impecable de la vestimenta de santos, vírgenes e imágenes y la fe de quienes asisten a visitarlo en esta temporada.

Afuera del templo, a un costado, se hallan señoras que ataviadas con sus mandiles de cuadritos brindan a los feligreses pozol blanco y pozol de cacao en jícaras. Sí, esas bebidas sagradas que en temporada de calor saben deliciosas para mitigar la sed. Gente de diversas edades asiste a esta iglesia, cuya celebración de la Semana Santa es muy particular.

Foto: flor de sicqueté

Otro de los conocimientos locales de Tuxtla Gutiérrez  se relaciona con la gastronomía, es la elaboración del dulce de garbanzo o garbanzo en dulce; se puede preparar con panela o piloncillo, o bien con azúcar, uno de los ingredientes que le da mucho sabor es la canela. Este dulce me trae gratos recuerdos, desde la infancia hemos degustado de él en la familia, mis abuelitas  solían prepararlo y mi mamá también lo hace en esta temporada, es una tradición heredada. Afortunadamente, aún se puede hallar este dulce en los mercados, todavía lo preparan.

No puedo dejar de mencionar una de las tradiciones más bonitas, la elaboración de los collares con flores naturales. Estos se hacen mediante la ensarta de flores propias de la temporada, como la flor de mayo, que es de las más comunes en la época y que tiene aromas muy agradables, así como diferentes tonalidades. Los collares pueden ser para usarlos  o también para colocarlo en altares, como ofrendas, o bien, para decorar enrames en festividades o peregrinaciones.

Entre los collares que me gustan muchísimo  son los que se elaboran con flores pequeñas, de color naranja que provienen del árbol de sicqueté. Este árbol, que cada día es menos común, tiene hojas delicadamente decoradas por una pequeña espina que resguarda celosamente sus flores. Éstas expiden un aroma dulce, agradable y son ideales para hacer collares, gargantillas o hasta pulseras.

Recuerdo que anteriormente en esta época era común hallar collares de flores de sicqueté en los mercados; las mujeres vendían los collares, los elaboraban en diferentes tamaños y eran muy vistosos. A mí me gustaba ponerme esos collares, sobre todo cuando descubrí que si las flores de mis collares se secaban y las dejaba reposar un ratito en agua se recuperaban y el collar estaba listo para ser usado nuevamente.

Hace unos días descubrí que un pequeño árbol de sicqueté, con el que me he espinado una que otra ocasión, me compartía un hermoso regalo: sus flores. No dudé en recolectar las que yacían en el piso y me di el gusto de hacer mi ensarta de flores para un collar… qué grato es percibir el aroma de las flores,  contemplar su color y  apreciar su textura.

El compartir estos conocimientos y tradiciones me lleva a pensar y sentir que, aunque pasemos por muchos pueblos, ciudades, entidades, incluso otros países, como la matria o el terruño que nos vio nacer no hay dos.