Por el centro histórico de Tuxtla
A nuestros cronistas precursores.
Tercera de cuatro partes
Se supone que el arroyo referido arriba, atravesaba la Primera Sur, entre La Ceiba de los años 80, librería, galería y café fundado por Dorian y Florentino, amigos entrañables, y la oficina de ventas y pagos de la Lotería Nacional. Pasaba debajo del adefesio mencionado, embargado primero a don Carlos Trejo Zambrano, su constructor. Luego adquirido por el gobierno del Estado a sabiendas de sus riesgos estructurales y de cimentación, fallas precisamente relacionadas con el lecho del arroyo. Cruzaba diagonalmente la manzana, pasaba por debajo del Hotel Olimpo, el Mercado Nuevo, los Almacenes Granda y el Hotel del Pasaje; partía en dos la Primera Poniente entre Quinta y Sexta Sur, bajaba su corrental al lado del viejo Asilo de Ancianos y desde ahí tiraba su ruta hacia el alto Mactumatzá, por en medio del barrio de Las Canoítas.
Pero la cuestión es simple: ni la ermita ni el atrio de San Andrés, el tercero del cuadrángulo del centro, lograron afianzarse nunca, debido seguramente a su inapropiada ubicación… hasta que, de acuerdo con la voz del guía y la de otros enterados, los allegados a la ermita, dan por iniciar la construcción de su relevo en el cerrito de San Roque, antiguo hito geográfico-ceremonial de los zoques originarios de la ciudad.
Plazuela del Callejón del Sacrificio
Bordeamos entonces este edificio, paramos justo en la desaparecida esquina de Primera Sur y Callejón del Sacrificio, y recordamos aquí el pequeño palacete, casa grande del doctor Muñoa, aunque más bien de la familia Muñoa Coutiño, obra neocolonial, provista de jardín, fuente y rejas exteriores de hierro forjado, enmarcadas por arcos invertidos. Hoy, abandonada, sucia y sombría luce esta plaza, cuando apenas hace veinte años, durante las dos décadas finales del siglo pasado, fue la delicia de los tuxtlecos, por los Cinemas Gemelos y la Trattoria San Marcos; por las bisuterías, antros y neverías que aquí se establecieron.
Pasamos revisión a la placa conmemorativa y al recuerdo, ambos asociados al deceso del gran Joaquín Miguel Gutiérrez, justo detrás del ábside de la catedral de San Marcos. En donde se lee, al pie de un monte y una cruz: “A la memoria del ilustre patriota y liberal General Joaquín Miguel Gutiérrez. 1838-1931. H. Ayuntamiento”, aunque ¡Oh sorpresa! Descubrimos una placa adicional, más grande y lujosa que la original, firmada por el gobernador más corrupto de la historia de Chiapas, el tipo a quien apodaron Sabissnes, el mismo a quien su tío, el laureado Jaime Sabines, seguramente hubiese excluido de la familia…
Pero ya alguien narra la anécdota del sacrificio del liberal republicano regional, anécdota que apunta: no son plomos los que ciegan su vida, sino el miedo. Corre despavorido por la bóveda de la catedral, al intentar escapar de sus perseguidores; decide saltar el callejón angosto desde la cúpula extrema, toma impulso, emprende el vuelo y al no alcanzar el techo de las casas traseras, cae desmadejado y muerto. Dicen que ello ocurre al medio día del ocho de junio de 1838.
Aunque igual, recordamos las diversas locaciones de la desaparecida esquina del Callejón del Sacrificio y Avenida Central: asiento del Ateneo de Ciencias y Artes de Chiapas, de la original y afamada cantina Las Américas, fundada en 1953 por el español Luis Moya Gabarrón, y del Hotel Guizmar, acrónimo de Guizar y Marín, apellidos de los hoteleros Pedro Perico Marín y Estrella Guizar, quienes rentaban el edificio a don Carlos T. Culebro, tío de Estrella. También recordamos en especial, dos empresas entrañables: la casa de las tortas y embutidos La Forteza, y El Correíto de junto, estanquillo y expendio de periódicos y revistas de don Arturo Ramos Cáceres, padre de Roberto el buen amigo. Aunque para nuestra desgracia confirmamos una majadería adicional: que muy pronto instalarán un nuevo Oxxo en la planta baja del Edificio Corzo, en la esquina céntrica de Avenida y Calle Central, ojo de tochtli el conejo; ombligo de la siempre bien ponderada Tochtlán.
Casa del Cueto y Banco Chiapas
¡Uf! Libramos finalmente el atrio de la catedral, pero ya nuestro encaminador de almas explica que aquí, todo el frente de la manzana, entre Avenida Central y Primera Sur, estuvo ocupada a finales del siglo XIX, por las empresas de la familia Del Cueto Calymayor, entre ellas las sobresalientes Casa del Cueto y Tabacalera Cueto y Compañía. Que abriéramos los ojos, pues a la vuelta, encontraríamos el Restaurant La Casona, en donde podríamos observar ejemplos de las antiguas rejas metálicas que protegían todas las puertas y ventanas de la inmensa casa de don Pedro del Cueto.
Paramos en la esquina de Primera Sur y Calle Central, vemos el muladar en que se ha convertido la plazuela que tenemos en frente, y varios evocan un recuerdo peculiar: la ubicación ahí mismo, del frente ochavado de una antigua casa solemne, la del Banco de Chiapas; única institución propia, fiduciaria y emisora de la historia de Chiapas. Neocolonial, ventanas prominentes, alto frontispicio coronado por el escudo nacional y un asta-bandera, aunque ya vamos al refectorio referido y…
¡Cierto!, exclaman algunos. ¡Aquí están las protecciones! Dos semicirculares bajas, típicas de balcones, en buen estado, forjadas en fierro de fragua y yunque. Y dos grandes, espectaculares, al interior del salón más amplio, sobrepuestas al muro, tan sólo como ornamentos. Avanzamos 50 metros y ya estamos en la Primera Poniente… antigua Calle del Comercio, por mucho tiempo la más importante de la ciudad, al igual que la Avenida Central. Nos imponemos de esta otra plazuela abatida por el ambulantaje y la indolencia, y en ella todos recordamos a la antigua Beli, la Escuela Primaria Belisario Domínguez del gobierno del Estado.
Barrio de San Miguel
Roberto explica que justo al terminar la plazuela, ahí iniciaba el edificio del templo de San Miguel, construido sobre el espacio que por largos años ocupó la Mueblería Valanci y Compañía, de don Samuel Valanci Hasson, o bien sobre el lote adjunto. Que esta plazuela de algún modo repone la antigua, del siglo XVI al XVIII, aunque lo más seguro es que sus promotores nunca hayan sabido de la existencia de aquella. Que aún a principios del siglo XX, continuaba en pie el cajón deteriorado del templo, sustituido definitivamente ante la expansión del barrio, y la construcción, más adelante, de la bella iglesia del Calvario de tintes góticos, hoy única reliquia arquitectónica de la antigua Calle del Comercio.
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