Luchas pasadas, frustraciones del presente
La historia es cruel puede ser una opinión generalizada si se analizan acontecimientos y luchas sociales pasadas que, todavía hoy, están presentes como recordatorio de supuestos triunfos y posibles derrotas.
Muchas de esas gestas donde seres humanos están involucrados han producido transformaciones en nuestro vivir cotidiano. Nadie entendería la independencia de la India contemporánea sin las luchas de Mahatma Gandhi y sus pacíficos seguidores. Lo mismo ocurre con el caso de Sudáfrica, donde la insistencia y ejemplo de Nelson Mandela, y muchos como él, hicieron posible que se produjera, tras muchas décadas, un giro copernicano en la política de apartheid de ese país.
En México el día 2 de octubre, “no se olvida”, fue un punto de inflexión en la observación del poder surgido de los gobiernos posrevolucionarios. Un poner los pies sobre la tierra con la rabia lógica de la violencia ejercida sobre una población, en buena medida estudiantil, apostando por un mundo mejor y una real democracia en el país. Un movimiento que coincidió en año con otros tantos que se produjeron en distintos lugares del planeta, como las primaveras de Francia o de la antigua Checoslovaquia, la primera también conocida como mayo del 68.
Estos y otros muchos ejemplos más remiten a la condición humana, aquella que en su insatisfacción por una situación presente vislumbra un mejor mañana a través de movimientos sociales, de reacciones hacia el ejercicio del poder en turno. Y en ese ir y venir de las distintas formas de accionar para mostrar la protesta los resultados del momento, o futuros, no siempre se corresponden con los deseos y las energías puestas por quienes participan en ellas.
De ahí que sea fácil entender que los triunfos, en el propio suelo o en otros, se conviertan en bandera para seguir pugnando por un anhelado mundo distinto. Aunque a veces esos logros, o los intentos por conseguirlos, se conviertan en referentes simbólicos del poder. En ello México tiene casos muy nítidos como los de Pancho Villa y Emiliano Zapata, víctimas de los mismos que los convirtieron en héroes.
Sin embargo, las frustraciones suelen acompañar a muchos de los movimientos sociales puestos en marcha para lograr transformaciones visibles en la sociedad. Nada es fácil, enseña la historia, y ella es la que debe guiarnos para que los anhelos de cambio, de mejora, no acaben en tales desilusiones. Conocer el pasado tiene la ventaja, o desventaja si se quiere, de hacernos conscientes de que los movimientos en las sociedades son lentos, mucho más de lo que se quisiera, y que un posible revés inicial no puede detener las modificaciones que nos hagan más iguales, libres y solidarios, por ejemplo.
Fracasar no significa cejar, más bien remite a maneras de accionar tal vez distintas. Un replanteamiento de ideas y de maneras de mover a la sociedad en busca de esas mejoras. En periodos históricos como el actual, donde las formas democráticas de representación parecen caducar antes de consolidarse en muchos países, la estrategia para obtener las necesarias renovaciones en nuestro vivir social resultan fundamentales y ahí, de nuevo la historia, nos advierte y enseña.
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