El único hombre en el mundo

Casa de citas/ 367

El único hombre en el mundo

Héctor Cortés Mandujano

 

Hace años que el Sol habla conmigo con palabras humanas

Daniel Paul Schreber,

en Memorias de un enfermo de nervios

 

Dice Daniel Paul Schreber en las primeras páginas de su célebre libro Memorias de un enfermo de nervios (pp. 55-56): “Yo he tenido en dos distintas oportunidades […] genitales femeninos, aunque desarrollados de manera incompleta, y he sentido en mi vientre movimientos en forma de pequeños saltos, como los que caracterizan las primeras conmociones vitales del embrión humano; mediante un milagro divino, los nervios de Dios correspondientes al semen masculino fueron arrojados dentro de mi cuerpo”.

El libro fue escrito por Schreber mientras estaba en el hospital mental de Sonnenstein y por la lógica implacable que tiene su exposición (aunque en el centro esté la idea loca de que es enemigo personal de Dios y que éste lo ha metido al manicomio para restarle credibilidad) las autoridades tuvieron que darle de alta, pues rebatió punto por punto las razones psiquiátricas que buscaban retenerlo.

Las Memorias… fueron publicadas originalmente en 1903. La edición de Sexto Piso, en 2012, es un prodigio: tiene un prólogo de Roberto Calasso (quien también escribió un libro, El loco impuro, sobre Schreber), el ensayo de Freud sobre el caso y otro, igual de célebre, de Elías Canetti. Esta edición publica, también, los textos del juicio mediante el cual Schreber es puesto en libertad (estuvo internado más de siete años), aunque en la solapa se asienta que después de salir “tuvo una posterior recaída y murió en 1911 en un hospital psiquiátrico”.

Memorias… es un libro que nos hace recelar de la lógica, de la lucidez en la que nos amparamos los que no hemos sido puestos en psiquiátricos… Pareciera un libro de ficción si no fuera porque el autor insiste en darnos su versión real de todas las voces que le hablan desde dentro de su cerebro, de los espíritus que lo poseen incesantemente, de su capacidad para descifrar el lenguaje de los pájaros y del sol, de su certeza de que ha descubierto algo que Dios no quería que supiéramos…

Foto: Luisa Vázquez

Explica la vida y la muerte (p. 58): “Mientras el hombre vive es cuerpo y alma conjuntamente; los nervios (el alma del hombre) son alimentados por el cuerpo. […] Si el cuerpo pierde su fuerza vital se produce para los nervios el estado de pérdida de la conciencia que llamamos muerte y que está prefigurado ya en el sueño”.

Dice su verdad sin tapujos (p. 100): “En determinada oportunidad, doscientos cuarenta monjes benedictinos, bajo la dirección de un padre, cuyo nombre sonaba parecido a ‘Starkiewicz’, se juntaron como almas dentro de mi cabeza, para encontrar allí su aniquilación”, y más (p. 119): “Hubo noches en que finalmente las almas, bajo la forma de ‘hombrecillos’, llovían gota a gota por así decirlo, por cientos, si no por miles, sobre mi cabeza”.

No sólo pudo experimentar el cambio de sexo, sino también recuerda que (p. 194) “tuve otro corazón”. Schreber dice que Dios (p. 230) “no conoce a los hombres vivientes”, porque les da una chispita suya para que nazcan, que vuelve a recuperar cuando están muertos. La vida de los hombres para Dios, entonces, es un enigma, pues además (p. 292) “el Señor se fue –es decir, después de terminar la obra de creación– de viaje”. El único hombre al que Dios pudo acercarse (p. 301) “el hombre por antonomasia, […] el único hombre en torno al cual todo gira” es él, ya que sus nervios excitados durante tanto tiempo (p. 422) “tienen la propiedad de actuar sobre Dios atrayéndolo”.

Es contradictorio, por supuesto, pero cómo no serlo si hay tantos que viven dentro suyo. Habla de Él como su contrincante y luego dice (p. 395) “no he sido nunca enemigo de Dios”.

Aunque lo han determinado paranoico, Schreber vence en tribunales a sus médicos y lo dejan libre. Yo, de ser parte del jurado, hubiera hecho lo mismo.

Contactos: hectorcortesm@gmail.com

 

 

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