Las disputas de AMLO
Si en materia de encuestas, las cosas respecto a las preferencias de candidatos a la presidencia de la república continúan igual; no habrá de otra, Andrés Manuel López Obrador será el próximo presidente de la república. Dentro de poco tiempo, lo que hoy son preferencias electorales, se convertirán en tendencias.
En el fondo y a pesar de todos sus errores, de la desbandada de miembros de partidos que antes cuestionaba, sus peleas -de las que habrá muchas todavía- especialmente con la prensa, la comentocracia, algunos intelectuales y del temor que provoca sobre todo entre quienes todavía lo consideran “un peligro para México”; lo que está catapultado a López Obrador a Los Pinos son fundamentalmente dos cosas: el hartazgo ciudadano y el ansia de cambio.
En el México de la alternancia, ni el regreso del PRI pudo contener el hartazgo ciudadano, ni el PAN pudo encarnar el cambio y ni los candidatos independientes han podido convertirse -todavía- en una alternativa nacional.
Tal parece que los mexicanos, desde la alternancia democrática; que ya probamos al PAN y el regreso del PRI; se inclinarán ahora por la izquierda, así sea una izquierda descolorida, que entró al juego de “cachar militancia de otros partidos”.
Hoy, todos los deseos de cambio de los mexicanos -que precisamente quieren ese cambio- los encarna Andrés Manuel López Obrador. El tabasqueño ha sido probablemente el político más observado y vigilado de todos los tiempos o por lo menos de los últimos treinta años. Y también el más cuestionado sobre su personalidad como dirigente político.
¿Por qué ha sido descalificado y se intenta seguir haciéndolo? Es evidente que porque en el pasado y en las elecciones federales del 2006 y el 2012, esa descalificación funcionó.
Incluso, del candidato del PAN, Ricardo Anaya ¿no se dice casi que es un hombre que no tiene escrúpulos? Y de José Antonio Meade, se destaca su experiencia administrativa, que no política.
Un poco más atrás, los medios hablaban horrores de Manuel Clouthier, de Carlos Castillo Peraza y antes, de cualquiera que pensara y actuara políticamente de un modo distinto a lo que la maquinaria priista imponía.
Es decir, siempre se descalificaba de entrada, a la oposición. Los hombres del sistema han sido descalificados siempre solo cuando salen de él. Los comunistas comían niños, los opositores ateos, etcétera; los mejores hombres, eran los que ostentaban cargos políticos. ¿Será porque, como decía Octavio Paz; los mexicanos creemos que el presidente y el PRI son la reencarnación del tlatoani azteca?
Pero ahora, los ciudadanos mexicanos en su mayoría llevamos viendo que en nuestro México del partido hegemónico nada cambió. En el país de la alternancia nada cambió tampoco. Pero eso sí; las crisis económicas, la marginación y la carestía si son recurrentes.
Los de mi generación por ejemplo hemos visto tres grandes crisis, dos desastres naturales de impacto mundial y lo que no hemos visto, es que en lo político y económico en este país; algo cambie o se haya transformado para el beneficio de las mayorías.
Al país no se le ha acabado el petróleo, ningún desastre nos ha exterminado y desde la pobreza hay numerosas historias personales de éxito. Es decir las expectativas de cambio son reales porque hay instrumentos y riqueza nacional para lograrlo. Pero eso es lo que obstaculiza la clase política actual.
La bandera del cambio es la lucha contra la corrupción y la impunidad. Y esa es la causa de López Obrador. Es cierto, es un político autoritario. ¿Pero Díaz Ordaz, Echeverría, Salinas de Gortari e incluso Felipe Calderón o Enrique Peña Nieto no lo son y lo fueron?.
Hay dudas sobre el “estilo personal de gobernar” -para citar a Cosió Villegas- que tendrá Andrés Manuel López Obrador. Pero también es cierto que cuando tuvo la oportunidad de gobernar el ex Distrito Federal, su gestión fue calificad de abierta, tolerante y aceptable. Sus críticos y detractores poco toman en cuenta ello. Incluso también que como Jefe de Gobierno, imponía la agenda política nacional con sus “mañaneras” conferencias de prensa.
Particularmente me llama la atención el de alguna manera reciclado slogan de “peligro para México” que ahora es algo así como que “López nos llevará a Venezuela”. El mismísimo creador de la frase “un peligro para México” dijo hace pocos días -y de manera muy elocuente- que López Obrador ya no es ningún peligro.
Al candidato Andrés Manuel López Obrador con aires de dictador, despótico, intolerante; o al Andrés Manuel con la experiencia a cuestas de gobernar la ciudad más importante del país y una de las más grandes del mundo; la ruta que le trazan la indignación nacional y la realidad actual es clara; por lo menos debe detener la corrupción y la impunidad y lograr un crecimiento económico más elevado del que han logrado los últimos presidentes.
Si ya no es un peligro, no nos preocupemos porque nos va a llevar a ser un país como Venezuela. En realidad tampoco hay condiciones para que despilfarre divisas. México hoy tiene los niveles de deuda pública más altos de su historia.
No hay dinero para despilfarrarlo y además el contexto internacional no es de súbitas subidas de los precios del petróleo como para decir que dentro de poco nademos en una abundancia en caso de ser presidente, López Obrador despilfarrará.
También me llama la atención su propuesta de construir nuevas refinerías. Del negocio de la venta de gasolina es de donde salen los mayores ingresos de PEMEX; por eso es tan cara en México. Si construye refinerías y la gasolina se vuelve barata, ¿De dónde saldrán los recursos fiscales que tengan que compensarse?
Evidentemente que su hipotético gobierno tendría dos caminos: o cobra más impuestos o amplía la base de contribuyentes. Podría apostar que hará lo segundo.
Lo que es claro es que en los dos temas que convergen: refinerías para abaratar gasolinas y nuevo régimen fiscal, hay una tremenda inmovilidad de los sucesivos gobiernos neoliberales y de la alternancia democrática. López Obrador si hace una acción de estas dos que comentamos, inevitablemente tendrá que hacer la otra.
Eso es realmente un cambio; realizar lo que los gobiernos neoliberales no se atrevieron por temor a la inflación, a los grupos empresariales poderosos, a cancelar el negocio petrolero y posiblemente varias razones más.
Pero hoy, enfrente tiene un enemigo al que se le han “alineado las estrellas” y camina hacia la Presidencia del país. Los mexicanos indignados gritan que quieren el cambio. Muchos están convencidos que ni Anaya ni Meade son opciones. Y también mucho de ello es culpa de los gobiernos de sus propios partidos políticos y de las alianzas que tejieron entre ellos.
La izquierda mexicana está en las puertas del triunfo histórico. Dentro de poco, si no sucede un acontecimiento increíble; será gobierno. Si tuviera enfrente a López Obrador yo le diría: en el México de la alternancia cayó el PRI, falló el PAN, desencantó el neo-priismo, si falla la izquierda ¿Qué nos queda de esperanza?
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