La tragicomedia chiapaneca
A menos de un mes de que concluya el registro formal de candidatos para la elección a gobernador de Chiapas, el panorama aún no se aclara del todo.
Este fin de semana, sin embargo, Roberto Albores Gleason dio un paso importante al retomar el control de la coalición PRI, Panal y PVEM, lo cual le permitiría ganar la elección si mantiene el número de votos obtenido por estos partidos en 2012.
Eduardo Ramírez Aguilar, quien organizó marchas y protestas, ha sido desplazado de la coalición y castigado por su rebeldía. Su esperanza, ahora, es que la alianza PAN, PRD, MC, Podemos Mover a Chiapas y Chiapas Unido, lo postule como candidato en común, o que en Morena, lo acepte entre sus filas.
Su otra opción es regresar, cual hijo pródigo, al PRI, en donde lo espera una senaduría y la posibilidad de colocar a sus seguidores más cercanos en candidaturas a diputaciones y presidencias municipales.
También podría quedarse sin nada, jubilado prematuramente de la política activa, y con peligro de convertirse en perseguido político. Una suerte parecida podría correr el gobernador Manuel Velasco Coello, porque Roberto Albores se siente agraviado por ese particular via crucis que le ha tocado recorrer en su camino a la candidatura al gobierno de Chiapas.
No es que RAG haya eliminado todos los problemas, y su faena solo estará concluida con una alianza desmembrada y sin la participación de Eduardo Ramírez.
Manuel Velasco Coello, en un escenario que no previó, está atrapado en un callejón con dos salidas posibles: acercarse a Ricardo Anaya y apostar totalmente por su exsecretario de gobierno, o estrechar los lazos con Andrés Manuel López Obrador e impulsar decididamente a Rutilio Escandón o ERA, en el insólito caso que aterrizara en Morena. Su objetivo, después de todo, es buscar protección al concluir su mandato.
Si encabeza alguna candidatura opositora al PRI, se podría comprobar si sus seguidores son capaces de dejar el puro cascarón del Verde, como pregonan, o es pura palabrería para empujar a la negociación. Lo innegable es que su estrategia no ha arrojado los resultados esperados.
Juan Sabines Guerrero, cuando vivió un caso similar en el 2006, no protestó ni se visibilizó; simplemente negoció, y una vez que tuvo asegurada la candidatura por el PRD, PT y Convergencia, anunció su salida del PRI. Esa contundencia le ha faltado al Jaguar Negro.
En este proceso, no ajeno a presiones constantes del gobierno de Peña Nieto, con amenazas de despido a delegados de dependencias federales y encarcelamientos, debe generar mucha incertidumbre en el gobernador y sus colaboradores. Es normal porque está en disputa la presidencia de la república y la gubernatura de Chiapas.
La comedia de la que somos espectadores no ha concluido. Todavía falta casi un mes para que sigamos viendo acuerdos, traiciones y puntapiés, y si no tuviera los visos también de una tragedia, sería divertida y entretenida, digna de un reality show.
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