Hojarasca
Se mecen al vaivén del viento, en una tarde fresca del segundo mes del año, febrero, se desprenden y poco a poco van cayendo al piso. Inundan el patio, se suman a las que ya están decorándolo, tal cual alfombra extensa en color café, hay diversidad de tonalidades, formas y tamaños, es la hojarasca.
La hojarasca, encierra todo un mundo, al menos para mí. El crujir que se escucha al entrar en contacto cuando caminamos lenta o rápidamente sobre ella es un deleite para los oídos, crash, crash, crash, mientras cierro los ojos e intento imaginar historias, pasajes mágicos, qué hay bajo ese cúmulo de hojas secas que se conjuntan al caer, qué seres misteriosos de la naturaleza habitan ahí.
El viento es un aliado para que la hojarasca se forme, eso sin dejar a un lado el paso del tiempo que indica que los árboles van mudando de hojas, es el anuncio que en breve estrenarán nuevas hojas y que la primavera está muy cerca.
La hojarasca me recuerda a la renovación que sucede con las personas, para mí cada hoja que se desprende con el paso del tiempo puede asemejarse a lo que ya no deseamos, a lo que renunciamos, lo que no nos hace bien, lo que nos resulta poco divertido, lo que nos impide crecer en diversos ámbitos. Quizá es una especie de desprendimiento, de soltar, para dar paso a los cambios, esos que se traducen de diversas formas en cada etapa de la vida humana y que contribuyen a ser mejores personas.
De nuevo, me centro en el viento que cobija la tarde, revolotea mucho, se escucha el ladrido de un perro, otros más le secundan en diversos planos; el movimiento de las hojas continúa, como una especie de arrullo al corazón, al espíritu, el sol me hace guiños y se posa brevemente sobre mi rostro al momento que tecleo estas líneas. Es la indicación que la tarde está por despedirse. Vuelvo la vista y ahí están, hoja tras hoja depositadas en el piso, la hojarasca… qué destino tendrás, las jardineras cercanas, serás abono para las plantas y flores… hojarasca que me deleitas y me haces evocar nostalgias, historias y que a la vez me indicas que la vida es un ciclo, un ciclo que no se detiene, donde la renovación es vital para continuar andando, así al vaivén del viento, crash, crash, crash… al tiempo que el sol se despide, ocultándose tras el cerro vecino.
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