¿Y las muertas de Juárez?
Para Xóchilt, Martha, Karla y Tatiana
Las Cruces, New Mexico. ¿Se ha sabido en los últimos años qué ha ocurrido con los feminicidios en Ciudad Juárez? Hace ya bastante tiempo, en realidad, que no son noticia. ¿Será porque ya no ocurren? ¿Quizá porque la violencia contra las mujeres se eclipsó en el contexto de la guerra entre cárteles y contra el narcotráfico, como figuré en su momento? ¿Tal vez porque ya nos acostumbramos a la violencia?
El caso es que no han pasado siquiera diez días de enero de 2018 y ya nos asalta la violencia en Ciudad Juárez.
El Diario de Juárez informó el pasado 5 de enero que el día anterior, Jueves, habían sido asesinadas 15 personas en Ciudad Juárez. Quince personas muertas en un solo día. El viernes otras 10 fueron asesinadas, según el mismo diario. Con ello, en tan sólo cinco días del primer mes del año 2018 se tenían 27 muertes violentas contabilizadas en la ciudad fronteriza de México, al otro lado de El Paso, Texas.
Tres mujeres y un adolescente de 15 años de edad se cuentan entre las muertes anunciadas el día 5 de enero.
Así comienza el año, pero el que cerramos, el 2017, y los anteriores, han sido terroríficos.
Recuerdo que en el año de 2009 asistí como evaluadora del entonces Programa de Mejoramiento del Profesorado (PROMEP) en la Ciudad de México y, en conversación con un investigador de la Universidad Autónoma de Ciudad de Juárez, pregunté por “las muertas de Juárez”, habida cuenta del silencio que ya por entonces se cernía sobre el tema.
El investigador –quien trabajaba en Ciudad Juárez, pero vivía en El Paso- aludió también a El Diario de Juárez como su fuente para indicarme que las muertes seguían y que las muertas eran considerables. Recuerdo la información proporcionada en números gruesos, pero gracias a Molly Molloy el registro está al alcance de modo preciso.
Molly Molloy, investigadora de New Mexico State University y bibliotecaria comprometida con el propósito de dar nombre y rostro a personas que día a día mueren en el contexto de una realidad violenta avasallante, ofrece un panorama desolador.
*La cifra indicada señala, en orden decreciente, el lugar que ocupa cada año en relación al número total de muertes violentas de mujeres producidas durante el mismo.
**La cifra indicada señala, en orden decreciente, el lugar que ocupa cada año en relación al porcentaje de muertes violentas de mujeres sobre el total de muertes violentas producidas durante el mismo.
¿Cómo interpretar las cifras?
Lo primero que llama la atención en el trabajo de Molly Molloy es el esfuerzo por distinguir las muertes de mujeres en un contexto más general de violencia estructural. No se trata de cualquier tipo de muerte, se trata de muertes violentas. Esta vía nos muestra el tamaño de la tragedia que se vive en Ciudad Juárez.
El año 2017 fue el más violento desde 2012.
Sin embargo, los años más violentos desde 1993 han sido 2008, 2009, 2010, 2011 y 2012, que justo corresponden al periodo de gobierno de Felipe Calderón Hinojosa. Lo mismo ocurre con el número de mujeres asesinadas en estos años: se disparan estrepitosamente.
Tan sólo en el año 2009 hubo 2754 muertes violentas, de las cuales 164 fueron de mujeres y que, luego entonces, 2590 fueron de hombres. El año siguiente, 2010, de las 3622 muertes, 304 correspondieron a mujeres, luego entonces 3,318 correspondieron a hombres.
¿Muchas muertes violentas en general y pocas muertes violentas de mujeres?
Porcentualmente…. Sí.
El 6% y 8% de las muertes de 2009 y 2010 fueron mujeres, respectivamente. En el año 2017, el 12% de las 772 muertes fueron mujeres. Es claro que hay más hombres que mueren de manera violenta.
Sugerí por mi parte dos columnas más en el cuadro elaborado por Molly Molloy: una para mostrar el lugar que ocupan los años en orden decreciente de acuerdo al número de muertas y, otra, el lugar que ocupan los años en orden decreciente de acuerdo al porcentaje. En estas dos columnas se destaca con claridad la situación de las mujeres: cuáles son los años más críticos.
Salta a la vista el incremento exponencial de muertes violentas de mujeres, junto al de muertes globales, desde el año 2008. Una cuestión a este punto es por qué tendríamos que dar por sentado que un aumento en las muertes globales supone, necesariamente, un incremento en el de las mujeres.
Para ello, el siguiente paso sería ver una serie de detalles que no contempla el cuadro mostrado. Según el investigador, había (¿hay?) mujeres entre las muertes por conflictos de drogas y demás.
Podemos pensar de otra manera y avanzar hacia la periodicidad de las muertas de Juárez. En el año 2017 hubo 95 mujeres muertas de manera violenta, lo que significa que casi ocho mujeres mueren por mes. Es decir, dos mujeres en Ciudad Juárez mueren de manera violenta cada semana, una mujer cada cuatro días.
Molly Molloy nos muestra las muertes por mes y hay, ciertamente, unos más violentos que otros.
El dato duro, por lo tanto, es la persistencia de una violencia que no cesa sino todo lo contrario; un contexto agravado por la llamada lucha entre cárteles y grupos que buscan controlar el mercado de drogas, o bien por la llamada lucha contra el narcotráfico en la que participan cuerpos policiales mexicanos. En tal contexto, sin embargo, hay muchas mujeres que viven y mueren por una violencia feminicida.
Porque a las mujeres no las matan otras mujeres, salvo excepciones. Ellas mueren a manos de hombres.
La pregunta central, en cualquier caso, es cómo mueren las mujeres y quiénes las matan.
Ciertamente, ni siquiera es solamente una cuestión de números: a quiénes matan más. Tampoco es una cuestión de que la mayoría de las muertes violentas importan “menos” a la opinión pública que “la minoría”.
Es una cuestión de género, como señalan los Observatorios creados en México para analizar las muertes de mujeres. Tal como en Chiapas lo señalan Xóchilt Flores, Martha Figueroa Mier, Karla Lizbeth Somosa y Tatiana Jiménez, todas ellas mujeres profesionales que se han tomado la tarea de recordarnos siempre la numeralia de las muertas de Chiapas. La numeralia y las causas de las muertes.
La misoginia es el odio a las mujeres por el hecho de ser mujeres.
A las mujeres las matan por ser mujeres; al menos a muchas de ellas.
A esto llamamos feminicidio. Y a la violencia estructural arriba aludida la denominamos patriarcado en una de sus versiones actualizadas.
Para volver a las muertas de Juárez, según El Diario, la Fiscalía General del Estado de Chihuahua reconoce 36 feminicidios de las 95 muertes femeninas violentas en 2017… No lo sé de cierto porque el cuadro, como señalé antes, no ofrece mayores datos; que opinen las expertas.
Si bien el pasado 12 de septiembre de 2017 fue integrado al Código Penal Estatal el feminicidio como un delito penal que puede ser sancionado con hasta 80 años de cárcel, sí creo que vale la pena reflexionar sobre quiénes y cómo analizan detrás de escritorios burocráticos -sin gafas violetas- cuántas mujeres mueren por razones de género.[1]
Cifras y porcentajes per se, mientras tanto, nos alertan sobre el hecho de que las muertas de Juárez no son un mito ni una mentira, como ha querido indicar un articulista de la revista Letras Libres en el primer semestre de 2017.
El patriarcado tiene rostro, nombre y materialidad.
Las feministas decimos: nos están matando.
Nos tomemos en serio o no las categorías que hemos construido las feministas en la historia contemporánea, como las de patriarcado y feminicidio, hay que diseccionar bien las causas de las muertes de las muertas de Juárez. (Lo digo por todas nosotras, por quienes sí trabajamos con teorías y categorías feministas y por quienes no lo hacen).
Y sobre todo: no olvidar a las muertas de Juárez, con independencia de si siguen o el patrón que les dio ese nombre.
No olvidar tampoco a las otras: las nuestras.
[1] El Artículo 126 bis del Código Penal del Estado de Chihuahua cita que “a quien prive de la vida a una mujer por razones de género, se le impondrá de treinta a sesenta años de prisión y la reparación integral del daño”. El Código Penal establece como razones de género cuando la víctima presente signos de violencia sexual de cualquier tipo; si antes o después a la privación de la vida, a la víctima se le hayan infligido lesiones, mutilaciones o cualquier otro acto que atente contra la dignidad humana. De igual forma cuando haya antecedentes o datos que establezcan que el activo ejerció sobre la víctima de forma anterior a la privación de la vida, violencia física, psicológica, económica, patrimonial o de cualquier tipo; independientemente de que exista denuncia o haya sido del conocimiento de alguna autoridad; y por misoginia. Señala además que se aumentará de uno a 20 años la pena de prisión impuesta si una servidora o servidor público, aprovechándose de su cargo, interviniere en cualquier etapa del hecho delictivo. También si el asesinato es cometido por dos o más personas o en presencia de personas con quienes la víctima tuviera vínculo de parentesco por consanguinidad, afinidad, civil o una relación afectiva o sentimental de hecho, a sabiendas de esta relación.
Asimismo cuando la víctima fuere menor de edad o adulta mayor; de pueblos originarios; estuviere embarazada; sufriere discapacidad física, mental, intelectual o sensorial; o se encuentre en cualquier otra condición especial. El Diario de Juárez, 17 de diciembre de 2017.
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